A propósito de "El desencanto"
La cinematografía española, pese a que se producen algo más de 100 películas al año, es bastante poble, por lo que a resultados de cierto empaque se refiere. Tras una serie de nombres más o menos consagrados y conocidos por todos, Buñuel, Berlanga, Saura, Patiño, Borau, Erice, etc., existe una pléyade de directores y producciones cuya calidad baja en muchos puntos con respecto a las obras de los citados anteriormente. Surgió en su día lo que se vino en llamar la tercera vía, que pretendía aunar la comercialidad con la calidad para, con el paso del tiempo y de las obras, integrarse en el total de las obras producidas por estos pagos, pero sin distintivos varios. Quizá uno de los peligros de la producción residiera en la aceptación de los hechos sin intentar transformarlos, o cuando menos, sin intentar avanzar cualitativamente en lo hasta ahora realizado.Es decir, puesto que en este país hay una minoría de directores y guionistas que han demostrado ya sobradamente su talento, y una mayoría que realiza con mayor o menor fortuna una serie de productos comerciales de consumo interno, mejor es dejar las cosás como están y potenciar las películas de los consagrados, a fin de obtener una presencia de cierto peso en los mercados extranjeros.
Pecaríamos de parciales si no comentáramos, al menos de pasada, el lastre que supone para la cinematografía hispana la existencia de distribuidores, exhibidores y productores -que en algunos casos reúnen las tres facetas en una sola firma comercial- con una mentalidad caduca, integrista y poco lúcida. Suelen actuar a remolque de los más osados para intentar aprovechar los descubrimientos de los temas o de los quehaceres ajenos, aunque con resultados dudosos, puesto que la investigación con el medio suele aportar beneficios a quienes la realizan al margen de las rentabilidades inmediatas.
Pese a todo ello todavía existen quienes tratan de superar lo establecido -en un nivel de expresión y de estética- y éste es el caso de El desencanto, película de Jaime Chávarri y que resulta difícil de clasificar, lo que demuestra por otra parte su validez experimental. Un largometraje, en blanco y negro, en el que los únicos actores (?) son los cuatro miembros de la familia Panero (Felicidad, viuda del poeta, y sus hijos Juan Luis, Leopoldo y Michi). El desencanto se mueve entre la crónica familiar y el cinema verité, pero con unos planteamientos estilísticos y de producción radicalmente nuevos por estos pagos. Pero pronto tendrán la oportunidad de contemplarla en las pantallas, sin excluir la posibilidad de que asista a algún festival internacional de cine, de próxima celebración.
Babelia
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