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El Gobierno y los sindicatos británicos firman un nuevo pacto social

Juan Cruz

La segunda etapa del Pacto Social que compromete a los sindicatos con el Gobierno británico fue aprobada ayer por el Comité Ejecutivo del Partido Laborista y se pondrá en vigor a partir del primero de agosto, cuando expira el «Social Contract» anterior.

La aprobación por parte del Comité Ejecutivo de este nuevo documento significa una victoria política para el primer ministro Callaghan y una derrota más para el ala izquierda laborista, que tenía la esperanza de poder introducir en este Pacto Social una serie de medidas que obligaran al Gobierno «a adaptarse a la política socialista enunciada en sus manifiestos».Sin embargo, en la votación final del Comité, la tesis moderada obtuvo trece votos, mientras que los llamados izquierdistas sólo alcanzaron siete. Hubo cuatro abstenciones.

Otra de las decepciones del grupo de izquierdas del Ejecutivo ha sido la actitud de su líder potencial, Tony Benn, ministro de Energía e integrante del Comité. Benn, que en las elecciones para el liderazgo del partido representó hace unos meses a la facción inconformista del laborismo, no acudió ayer a la reunión en la que se iba a decidir el futuro del nuevo Pacto Social.

La decisión de Benn, no sólo de abstenerse sino de ni siquiera ir al encuentro de sus compromisos es una respuesta a una advertencia del primer ministro Callaghan, quien dijo hace unas semanas que todos los miembros del Gabinete tenían la responsabilidad colectiva de apoyar las medidas decididas en Consejo por el Gobierno, estuvieran o no de acuerdo con ellas.

Por esta razón, si Benn hubiera acudido a la reunión del Ejecutivo y se hubiera aliado con sus compañeros de ideología, el paso inmediato hubiera sido su cese,

Los que se han sentido decepcionados por la «retirada» de Benn consideran que esa postura suya daña no sólo el futuro del partido sino su propio futuro como probable líder de los laboristas.

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La aprobación obtenida ayer por el Gobierno pudo haberse alcanzado hace por lo menos un mes. Los sindicatos se mostraban de acuerdo con el texto del Pacto Social, pero los que forzaron la reunión del Ejecutivo creían que el Gobierno debía asegurar su intención de introducir un control selectivo sobre los artículos de importación y una mayor intervención estatal en la industria, como condiciones para que los trabajadores aceptaran las restricciones salariales contenidas en el presupuesto de este año. Asimismo, los izquierdistas querían que el Gobierno prometiera que no habría más recortes en el gasto público y que, al contrario, el gasto social tendría que incrementarse para compensar los sacrificios que iba a hacer la clase trabajadora al aceptar los límites en sus aumentos de sueldos.

Callaghan logró pasar por encima de esos requerimientos y en el nuevo Pacto Social, que ayer también aprobó el Ejecutivo de los sindicatos, no se incluye cláusula alguna que los admita. Al anunciar la doble aprobación del documento, James Callaghan dijo que «el Pacto Social abre otra época de consulta y cooperación con los sindicatos y contribuye a evitar que exista confrontación entre los dos sectores de la industria».

El anterior Pacto Social ha servido para reducir el número de huelgas en el país y ha ayudado a rebajar a más de la mitad el índice de inflación, que estaba en más de un 35 por 100 hace un año, cuando el contrato se puso en vigor. Por todas estas razones, James Callaghan dijo ayer que el país le tenía que estar «inmensamente agradecido al movimiento sindical».

Básicamente, a lo que tiende el Pacto Social es a obligar a que los trabajadores fijen en un 4,5 por 100 el límite de sus demandas salariales. A cambio de ello, el Gobierno arbitra una serie de fórmulas que rebajan los impuestos sobre la renta y aseguran ciertos beneficios sociales. Los laboristas que se han opuesto al texto aprobado consideran que el Gobierno debió aprovechar la oportunidad que da este trato con los sindicatos para afianzar una política socialista de la que, según ellos, el laborismo oficial se aleja cada vez más.

Lo único que consiguió este grupo de disidentes fue pasar una moción de censura en la que se critica la reciente decisión gubernamental de recortar en mil millones de libras el gasto público. Pero esto tampoco obliga a nada al Gabinete de Callaghan. En el acto de presentación del segundo Pacto Social conseguido por un Gobierno laborista con los «Trade Unions» se rindió homenaje al hombre que contribuyó a darles a los sindicatos británicos una significación más política que estrictamente sindical. Este hombre es Vic Feather, que acaba de morir en Londres. Feather fue secretario general del Congreso de las «Trade Unions» hasta 1972.

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