Joaquín Gimeno
, 70 años, párroco de Pinedo, cerca de Valencia, ha estado al borde de ser suspendido a divinis. En 1966, demolieron su iglesia parroquial, afectada por la apertura del nuevo cauce para el Turia. La construcción del nuevo templo se hizo con cargo a la indemnización pero quedó pendiente una deuda -algo más de un millón de pesetaspara cuyo abono el párroco aceptó unas letras de la firma constructora, «No tengo dinero», alegó don Joaquín cuando se las pasaron al cobro. «Nosotros se lo prestamos» le propuso el Arzobispado de Valencia y, como pasaba el tiempo, y el párroco no contestaba, el vicario episcopal le amenazó seriamente con la prohibición de dispensar los sacramentos. Finalmente el padre Gimeno ha aceptado el préstamo de la diócesis. El problema ahora es ver cómo lo devuelve.
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