_
_
_
_

Por la crisis española la CEE puede verse obligada revisar su política en el Mediterráneo

Si algo se puede decir con algún asomo de exactitud acerca de la óptica con la que en estos instantes los medios políticos y diplomáticos de Europa occidental analizan la crisis gubernamental española y su desenlace, es que los cambios habidos en España -y los que probablemente se registrarán en el futuro inmediato-, no son considerados, en realidad, ni como un producto, ni siquiera como un factor significativo del proceso político interno, sino más bien como un efecto, y a la vez como una posible causa multiplicadora de ciertos movimientos profundos que se están operando en el cuadro posiciónal, táctico y estratégico de la Comunidad Europea, respecto de los Estados Unidos y de la Unión Soviética en el Mediterráneo. En ese sentido no parece aventurado afirmar que, por primera vez, se asiste de forma clara a una especie de internacionalización de la política doméstica española.Un golpe para Giscard

El domingo por la mañana, en una conversación telefónica con este corresponsal, un miembro de la Comisión Europea (órgano ejecutivo de la CEE), que se encontraba en Bonn, nos dijo lo siguiente:

«Tanto en los partidos como en las cancillerías de Bonn y París, el tema español ha dejado sin fin de semana a los expertos del área. Lo mismo ocurre en la Comisión. Como es lógico, los «dossiers» van y vienen. Pienso que ya entre los «nueve» se están preparando dos clases de informes: uno comunitario, y los demás de carácter nacional. Claro está que ninguno se hará público ni oficial, puesto que por ahora, sólo constituyen material de estudio, o si usted quiere, de análisis. Pero servirán de base para los debates, que sobre el caso se efectúen durante los próximos Consejos de Ministros y de jefes de Estado de la CEE. En mi opinión personal, el cambio de Gobierno no favorece a la política española seguida hasta hoy por la Comunidad, a causa, sobre todo, de la salida del señor Areilza, o de lo que esa salida sugiere. No quiero decir que los sucesores del Gabinete del señor Arias, vayan a ser, desde el punto de vista exclusivamente español, menos o más aperturistas que los anteriores. Creo que en el fondo no se trata de una cuestión de más o menos aperturismo nacional. Hasta el jueves pasado la llamada liberalización española se encaminaba, fundamentalmente, hacia Europa. La CEE era la primera meta de la democratización española, y por eso el señor Areilza viajaba tanto por aquí; en cambio, puede preverse que a partir de hoy lo serán, aparentemente, los Estados Unidos».

La opinión de este tecnócrata europeo coincide con la de los «hispanólogos» alemanes y franceses. Un diplomático, miembro conspicuo del Partido Liberal Alemán, (FDP), señaló que «el camino elegido para superar la crisis representa un golpe muy duro para el presidente Giscard d'Estaing». Otro tanto se estima en los medios dirigentes del Partido Socialista Francés, e incluso en los que rodean al «premier» Chirac, por un lado, y Servan-Schreiber, por el otro. Fue precisamente un portavoz de este último grupo, quien ayer nos aseguró que «Giscard d'Estaing, frente a los Estados Unidos, ha perdido el primer round de su «match» sobre España. No cabe duda -agregó- de que el señor Suárez y los ministros que elija han de estar, por sus vinculaciones nacionales e internacionales, más cerca de las tesis estratégicas norteamericanas que de las europeas».

Naturalmente, ninguno de estos sectores dispone aún de suficientes elementos de juicio para confirmar la teoría, y seguramente la elección de la persona que habrá de hacerse cargo del palacio de Santa Cruz, les permitirá, como lo habría dicho el canciller Schmidt, «ver más claro en el bosque».

No obstante, nadie en la CEE -especialmente en Francia y en Alemania- pasa hoy por alto un antecedente más que sugerente, y que por cierto habría sido motivo de una charla extraoficial de Giscard d'Estaing con el señor Callaghan, durante la reciente visita que el presidente francés hizo a Gran Bretaña, es decir, muchos días antes de la crisis: el hecho de que el Rey Juan Carlos hubiera pensado en los Estados Unidos, y no en Europa, para hacer su primera aparición oficial en el exterior. Ha sido en Washington, y no en Bruselas, en París o en Bonn, donde el jefe del Estado presentó por primera vez, fuera de España, su proyecto democratizador. Por si fuera poco -subrayan ahora los expertos europeos- la crisis gubernamental estalló casi inmediatamente después del regreso del Rey. Ningún observador, incluidos los más maliciosos, piensa seriamente que esa estrecha relación de suce sos haya surgido de algún «consejo» norteamericano murmurado a los oídos reales. Lo que sí se supone, y eso con bastante fundamento, es que el Rey fue justamente a los Estados Unidos porque los dirigentes españoles habían decidido ya variar el rumbo internacional de la apertura, o para usar palabras dichas en una ocasión por el señor Areilza, a Gaston Thorn, «premier» de Luxemburgo, «los frutos europeos de la democratización española».

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Fracaso de Europa

Los socialistas franceses y alemanes, que tienen sus buenas razones -en particular electoralespara querer destacar el «fracaso» de la política mediterránea de Giscard d'Estaing, apuntan, con humor insidioso, una circunstancia que, sin embargo, merece atención: Giscard hizo, evidentemente, con su presencia en Madrid el 22 de noviembre, algo más que un esfuerzo meramente diplomático en pro del proceso liberalizador, y tanto el Eliseo como el Qua¡ d'Orsay, se han mostrado desde entonces más interesados que nunca -y que nadie, si se exceptúa quizá a Washington- por lo que se estaba cocinando en Madrid. Si ahora resulta que políticos como el señor Areilza, el señor Calvo Sotelo, o hasta el señor Fraga, que siempre escucharon detenidamente a París, se ven obligados a ceder el puesto a otros liberales con mejores oídos para lo que en materia de política atlántica se dice en Washington, Giscard tendrá,que reconocer que su «recurso español», uno de los nuevos pilares de la «independencia» o «autonomía» francesa en el Mediterráneo, puede dejar de existir o no dar los beneficios esperados. Así, una de las plataformas electorales giscardianas podría venirse sencillamente abajo, para regocijo del señor Mitterrand.

Pero lo que los socialistas prefieren no recordar es que Giscard tomó la «iniciativa española» -como en su momento tomó la de Grecia, aun en contra de la opinión técnica de la Comisión Europea- no sólo motu propio sino también ha pedido de Schmidt y de Wilson, quienes por sus más próximas amistades con el socialismo hispano, a través del laborismo y de la socialdemocracia, no estaban en condiciones de dar la cara. Por tanto, si al final el giscardismo liberal se queda retrasado en España respecto de los Estados Unidos, su fracaso será también el de la Comunidad Europea.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_