Los enemigos del libro
EL V CONGRESO de Libreros celebrado en La Coruña se ha ocupado de los principales problemas con los que se enfrenta el libro, ese peculiar producto que es a la vez un bien de cultura y una mercancía. Dejando para otra ocasión las cuestiones relacionadas con la comercialización interior, señalaremos que la actividad editorial y librera ha sido gravemente perjudicada por las restricciones a la libertad de expresión, es actualmente víctima de salva es atentados cometidos por minorías incontroladas, y no recibe del Estado la merecida protección que en otros países se le presta. El sector del libro ha navegado a contracorriente en los años oscuros de nuestra historia inmediata y ha contribuido, al margen o en conflicto con el Estado, a esa modernización y transformación de la sociedad española que se halla en la base del actual cambio político.La censura sobre la vida artística y científica lesionó seriamente las actividades industriales que le servían de vehículo transmisor.
Después de la guerra civil los editores españoles tuvieron que depurar sus catálogos y perder las obras de los autores censurados, en beneficio de la industria editorial creada en Argentina y México con la ayuda intelectual del exilio español; y también hallaron serias dificultades para competir en los mercados latinoamericanos, que recibían con justificada desconfianza los libros españoles pasados por la censura.
Aunque las prohibiciones administrativas han disminuido considerablemente en los últimos años, todavía se siguen produciendo secuestros de libros y procesamientos de libreros o editores, justificados, muchas veces, por una legislación penal desfasada y que necesita ser urgentemente revisada. Más grave es aún que organizaciones paralelas, formadas por fanáticos y delicuentes traten de sustituir la censura previa y estatal por otra sobre el producto acabado y de carácter privado, aplicando corno sanción el destrozo de las instalaciones de librerías, distribuidoras o editoriales. Ninguna analogía, ninguna comparación puede excusar la negligencia para cortar de raíz esos atentados y amenazas.
También es poco confortable el balance de la ayuda estatal a la difusión del libro dentro de nuestras fronteras y a su comercialización en el exterior. El nivel de las bibliotecas está muy por debajo de la necesidades del país, tanto en instalaciones y compras anuales de libros, como en el número y retribución de bibliotecarios. La atención de los medios de comunicación estatal al libro -y a la cultura en general- es mínima.
Pese a la retórica de la Hispanidad, el libro español, vehículo de cultura y fuente de divisas, atraviesa actualmente su más formidable crisis en Latinoamérica, sin que el Gobierno le preste la necesaria ayuda. Los clientes tradicionales cierran o entornan sus puertas a nuestra producción. Argentina retiene o suspende pagos y restringe fuertemente las importaciones; México y Perú también limitan drásticamente mediante cuotas la. entrada del libro español; Colombia grava nuestros envíos. A menos que la Administración salga de su pasividad y negocie con esos países -que son suministradores nuestros en otros importantes renglones- un trato no discriminatorio para el libro español, lo más probable es que esos mercados se pierdan en beneficio de la industria editorial latinoamericana, estadounidense y japonesa.
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