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El Gobierno italiano considera un éxito propio la detención del presunto homicida

Con la detención de Sandro Saccucci en Londres el Gobierno italiano dio pruebas, por una vez, de extrema eficacia. Las acusaciones de debilidad e incluso de connivencia en la huida del diputado misino no venían solamente de los partidos de izquierda, sino de toda una opinión pública cansada de violencia política, de secuestros de personas, de delincuencia y de una administración de justicia enredada muchas veces en interminables procedimientos y plazos burocráticos. Si Scotland Yard afirma que fueron sus sabuesos los que reconocieron a Saccucci en el mismo aeropuerto, la Policía italiana replica que pisó los talones al violento parlamentario y que por medio de la Interpol avisó a la Policía inglesa. Sea lo que sea, la verdad es que nunca el Ministerio de Gobernación italiano se mostró más activo: un jefe de gabinete de ministro gestionó el f asado fin de semana que el juez formalizara el procesamiento y la petición de extradición que, en un avión militar, dos funcionarios de la Policía italiana llevaron a Londres para que el juez británico actuase con rapidez. Saccucci, naturalmente, trata de evitar su retorno forzado a la patria, declarándose refugiado político.Los hechos desmintieron las versiones que le situaban en Barcelona o arrojado en paracaídas sobre la isla de Elba.

Otros casos pendientes

La opinión pública quisiera saber con la misma rapidez el paradero de los asesinos del fiscal de Génova, Francisco Coco, su chófer y su guardaespaldas, de los autores del atentado del tren «Itálicus», de los criminales del «raid de Fiumicino, de los dólares del escándalo «Lockheed».

Regresó de Estados Unidos la Comisión Parlamentaria encargada de las investigaciones sobre la compañía de aviones USA.

La comisión, compuesta de socialistas, comunistas, socialdemócratas y el presidente democristiano, no está de acuerdo si su reunión decisiva secelebrará antes del 20 de junio o se aplazará para después. Los socialdemócratas, incluso, querían que la comisión hubiera cesado de sus funciones con la suspensión misma de la Cámara. Los comunistas y socialistas quieren que la verdad se sepa cuanto antes, para poder aprovechar en la campaña electoral sus resultados. El presidente Castell quiere ante todo proceder con el rigor y la neutralidad de un tribunal de justicia. El ministro Mariano Rumor sigue protestando de inocencia y el socialdemócrata ex ministro Mario Tanassi quiere incluso un careo con el funcionario Cowden, de la empresa aeronáutica americaná, que le acusa de haberse llevado la tajada más grande de «dólares sucios».

Algo de misterio y sectarismo

Si la investigación, que exigió incluso la firma de un tratado de justicia con los Estados Unidos, arrojara alguna luz sobre la corrupción de la clase política italiana, las crónicas no dejarán de anotar que fue conducida con un tanto del «suspense» policíaco y de! espíritu de partido del que no suele prescindir el italiano.

A este propósito se dice que un comisario que en el libro-clave de la Lockheed leyó la sigla PSI, equivalente a una medida de presión «pounds square inch», gritó que también el Partido Socialista Italiano bebió de la «fuente que mana y corre» americana.

Pero no sólo de políticos y de crímenes vive el hombre y estos días, dos victorias deportivas dieron conciencia de heroicidad al ciudadano: Felipe Gimondi derrotó en el «Giro» al invencible Merckx y el tenista Panatta se proclamó campeón del tenis francés, tras serlo del italiano y se preparara para Winibledon. Exactamente hace dos años, derrotado en Copa Davis, era un simple globo inflado. Es verdad que el Ferrari nacional fue derrotado por dos coches a seis ruedas en el Gran Premio de Suecia, y el campeón de la moto Agostini se cayó en la de 350 centímetros cúbicos fue derrotado en la de 500 del Gran Premio de la ciudad de Forli, tercera prueba del Campeonato italiano. Lo uno y lo otro, victorias y derrotas, hicieron que la «Gazzetta dello Sport» tirase sesenta mil ejemplares más por día y que miles y miles de italianos no pierdan el sueño ante una posible victoria electoral de las izquierdas, como lo pierden muchos europeos que de los italianos «no se fían».

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