Elizabeth Ray,
33 años, rubia. Vino a Londres para promocionar un librito en el que narra sus peripecias amatorias con el senador Hays, de los Estados Unidos de América, de 65 años. Unos mil al mes (dólares) le daba su amor con cargo al presupuesto estatal. Y la rubita se echó a llorar como una Magdalena en pleno aeropuerto londinense cuando le informaron de que Hays se había medio suicidado con somníferos. Para que luego digan que son unas desagradecidas.
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