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Rock español en la encrucijada

El panorama del rock español, marginado por su propia esencia renovadora y experimental de los tinglados del show-bussiness, es francamente desolador si exceptuamos a los grupos catalanes que cuentan con el apoyo de una industria discográfica nacional más abierta que en su día lanzara la nova cançó contra viento y marea y que parece ahora decidida a continuar este camino con el rock apoyando las interesantes tentativas de grupos como Mirasol, Companya Eléctrica Dharma, Sisa o más recientemente Música Urbana, etc. El intento del sello discográfico «Gong» de lanzar a los grupos de rock andaluces ha resultado frustrado en gran medida por la falta de coherencia y preparación de muchos, improvisados grupos que a pesar de contar con una base interesante y con ideas originales han sufrido durante muchos años el subdesarrollo y la precariedad de prácticamente unos inexistentes canales de actuación y difusión, si exceptuamos la individualidad de Gualberto y la garra de Triana, el panorama del rock andaluz no ofrece características demasiado interesantes o si las ofrece lo hace de forma excesivamente irregular y subterránea.En Madrid conviven dos tradiciones rockeras de características muy diversas, por una parte jóvenes grupos de rock-duro pululan en condiciones de franca explotación por los barrios periféricos, su música rezuma agresividad y primitivismo y sus resultados son coaccionados por el tipo de condiciones de trabajo en el que generalmente se producen sus actuaciones. Este rock de barrio al que algunos críticos han colocado con excesiva alegría la etiqueta de rock proletario posee en embrión características interesantes por su espontaneidad y su impacto físico aunque sus posibilidades de evolución estén muy restringidas por el medio. La otra tradición proviene en parte del campo del jazz fusionado con tendencias nuevas del rock. Es una música más intelectualizada a la búsqueda de unas raíces propias, pero sin descartar la influencia de nombres como Miles Davis, Herbie Hancock o Chick Corea. Los músicos de estos grupos han sabido combinar la falta de prejuicios y la espontaneidad del rock con el bagaje técnico y la experimentación del jazz sin sujetarse a clichés predeterminados, y purismos sin sentido. Los críticos y los ejecutantes del jazz ortodoxo en España parecen haberse estancado en unos condicionamientos estéticos que delimitan su campo a círculos cada vez más reducidos a estériles capillas de celosos guardianes de una ortodoxia paradójica en una musica que nació como liberación de los corsés del acervo tradicional.

Orgón y Makakos

Durante este pasado fin de semana en un Colegio Mayor dos grupos representantes de esta última tendencia a la que le cabría, con ciertas reservas, el calificativo de jaz-rock han demostrado sobre un escenario las posibilidades, de evolución y recambio de sus puntos de vista musicales.Orgón, banda compuesta por nueve músicos jóvenes, se ha volcado por una línea muy cercana a la del trompetista negro-americano Miles Davis. Su música basada en improvisaciones sobre ritmos latinos creados por una insistente percusión, se desarrolla con fluidez proporcionando algunos solos imaginativos y eficaces por parte sobre todo del trompeta.

Piano, bajo y trompeta son los tres instrumentos básicos de Orgón por la indudable calidad de los instrumentistas encargados de estas funciones, observándose importantes diferencias de nivel con el resto de los músicos, especialmente con los encargados de la percusión, batería, congas, etc. Otro grave problema de Orgón problema genérico en estos grupos, es la falta de materiales, mesa de mezclas, equipos de amplificación adecuados, que consigan fusionar y dosificar las distintas sonoridades. Este es el hándicap más importante de un grupo de ambiciosos planteamientos e interesante línea, aunque quizá excesivamente influenciada por la figura de Davis.

En Makakos, sin embargo, se aprecia una solidez y una madurez técnica y creativa que no admite dudas. Tomás Sanmiguel en los teclados, Quique Santana en el bajo, José Antonio Galicia en la batería y Jorge Pardo en el metal forman una agrupación homogénea y coherente con una línea que ha sabido asimilar las influencias externas e incorporarlas a un universo personal rico en colorido y sabio en la estructuración de los temas. Las raíces autóctonas representadas con claridad en temas como El jaleo aparecen sin «clichés» ni tópicos y el conjunto adquiere una frescura difícil de compaginar con la solidez del esquema básico.

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