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La humildad de un presidente

El segundo de la tarde se protestó, como casi todos, y el presidente ordenó su devolución al corral. Lo hizo con el pañuelo azul, que es el que se utiliza para premiar con vuelta al ruedo a las reses. Un pintoresco contrasentido. Algunos, que están en todo, pitaron el error, y el presidente, que se dio cuenta, exhibió el pañuelo verdadero, el verde, se levantó, cruzó las manos en actitud de súplica, y pidió perdón públicamente y repetidas veces.Fue un hermoso gesto, creo que sin precedentes en esta plaza. Cuando alguien sabe pedir perdón por sus errores empieza, a tener toda la razón, y si es en el ejercicio de su autoridad, la refuerza. Por eso opino que quienes gritaron varias veces en el transcurso de la corrida, «ino hay autoridad!», estaban equivocados. Sí hay autoridad. Se demostró en la feria de 1975 y se está demostrando en la actual. La autoridad está echando atrás corridas enteras, incluso por triplicado, en busca de la seriedad que el reglamento exige y la afición reclama. Luego, es cierto, saltan a la arena algunos toros que no tienen trapío. Por ejemplo, los de ayer no lo tenía casi ninguno. Pero hay que considerar, asimismo, a cuántas presiones deben estar sometidos estos hombres, cuya responsabilidad, se sabe también, no guarda de ningún modo proporción con las remuneraciones que perciben por su tarea de presidentes.

Ayer se celebró la décimotercera corrida de feria, con cuatro toros de Fermín Bohórquez, un sobrero de El Pizarral y otro de García Romero, para Rafael de Paula, El Viti y Paco Alcalde

Los toros.- Con el trapío justito o escaso, pobres de cabeza, asfixiados durante la lidia y poca casta, los de Bohórquez ofrecieron un triste espectáculo y suscitaron la protesta continua del público. El sobrero del Pizarral, lidiado en segundo lugar, bien presentado, cornalón y astifino, dio juego. El de García Romero, que sustituyó al sexto, lo agotaron en varas, infiriéndole duro castigo después de sonar el clarín. Los espadas no estuvieron precisamente brillantes con este género. Mataron así: Paula.- En el primero, media muy baja a toro arrancado, rueda de peones, pinchazo y media (avisoypitos). En el cuarto, pinchazo, bajonazo, rueda de peones y dos descabellos (algunospitos). El Viti.- En el segundo, estocada trasera y tendida y rueda de peones (ovacióny saludos). En el quinto, estocada (palmas y bronca). Alcalde.- En el tercero, estocada (aplausos). En el sexto, estocada tendida volviendo la cara (pitos). Otros factores.- Hubo tres cuartos de entrada. Presidió el señor Mínguez, en general con acierto. En casi todos los toros hubo protestas por su falta de trapío y en el quinto se produjo un conato de abandono masivo de los tendidos. Al finalizar la corrida cayeron al ruedo almohadillas y botes de cerveza.

Quizá la cuestión esté en cambiar de una vez las estructuras de la fiesta, que permanecen ancladas en los tiempos de Guerrita, y al paso, hacer una limpia general de tanto desahogado como anda por ahí, de tanto desaprensivo, de tanto traficante, de tanto desvergonzado, de tanto enemigo de la fiesta, que le está pegando una puñalada trapera todos los días, porque, curiosamente, llenarla de inmundicias favorece sus intereses.

La afición protesta y la respuesta desde el «bunker» taurino es insultar a la afición. La crítica analiza, se echa adelante, denuncia, y la respuesta desde el «bunker» taurino es insultar a la crítica. Jamás hubo en este espectáculo tan malos modos, peor estilo. Y lo que ocurre en realidad es que los cuarenta años de meter a la fiesta por la pendiente del triunfalismo y el abuso están pasando, o han pasado ya, y las nuevas generaciones quieren luz, verdad, trapos limpios, lo cual produce, está comprobado, una grosera reacción de violencia en los reductos más afectados.

Esta tarde o mañana veremos a tres esforzados bregando de duro con una corrida de una vez y no les va a valer de nada. El «bunker» es un coto cerrado donde no se admíten nuevos socios, porque el reparto ya está hecho. Es hora de decirlo: los toros menos serios, menos pujantes, peor armados, han sido en esta feria para Camino y El Viti, a quines llevan en exclusiva poderosas empresas Chopera y Balañá, y no olvidemos a Palomo. Y la gente se da cuenta. Un día se verá ganada por el brillo de una faena, pero al siguiente no habrá fuerza humana que le tape los ojos. Así ocurrió ayer. El lote del Viti era una pena. Uno se lo echaron para atrás y al otro lo mantuvieron en el ruedo contra viento y marea, y a este le toreó contra viento y marea también, le hizo una faena pulcra y larga, de esas que otras veces alcanzaban a acallar las protestas. Pero las protestas se fueron arriba, porque el toro no era toro: era una borrega. El sobrero que le correspondió sí tenía trapío, era astifino, y ahí pudo alcanzar un triunfo, al menos, en las dos series de derechazos que dio, pero no pudo convencer sencillamente porque, codilleaba. Paula también tuvo toritos para hacer faenas y se puso a pegar pases sin fin. No creó arte, sino destajo. Alcalde siguió sin interesar.

El disgusto que todo esto produjo, principalmente la condición de los toros, lo pagó ayer en gran medía el palco. E insisto en que no es justo. Aquí, donde tantas veces hemos criticado, en pura objetividad, fallos técnicos de la presidencia, incluso de bulto, abogamos porque se aligeren las cargas excesivas que echan sobre sus espaldas. Quien pueda -y quien deba- que limpiea la trastienda.

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