La falsa espectacularidad de los "best sellers"
Rosebud es la última palabra pronunciada por Charles Foster Kane, el protagonista de la magnífica realización de Orson Welles, Ciudadano Kane. El título de esta última obra del vienés Otto Preminger, aunque tomado de aquella película, no es un homenaje, sino el título original de la novela homónima de Joan Hemingway y Paul Bonnecarrére, que para seguir la línea tradicional de sus trabajos más recientes también es un best seller literario.Preminger ha sido un cineasta prestigioso y prolífico, con una carrera iniciada en Alemania, donde fue ayudante del famoso Max Reinhardt, pero que se ha desarrollado totalmente en Estados Unidos, primero de la mano de Lubistch y, desde hace más de treinta y dos años, de forma independiente, con notables éxitos comerciales -aliados a una buena reputación crítica internacional- entre los que destacan Laura, Cara de Angel, Río sin retorno, Por siempre Ambar, Anatomía de un asesinato, Exodo, Tempestad sobre Washington, El Cardenal, Carmen Jones, Porgy and Bess, y El rapto de Bunny Lake, por citar sólo las más conocidas.
Rosebud (Desafío al mundo)
Película producida por Otto Preminger, para United Artits, distribuida por CB Films, estrenada en los cines Luchana y Torre de Madrid. Guión de Erik Lee Preminger, basado en la novela Rosebud, de Joan Hemingway Y Paul Bonnecarrére. Director: Otto Preminger. Intérpretes: Peter 0'Toole, Richard Attenborough, Claude Dauphin, Jhon V. Lindsay, Brigitte Ariel, Isabelle Huppert, Raff Vallone.Cines Luchana y Torre de Madrid
En Rosebud encontramos un buen ejemplo de la dimensión falsamente espectacular y propagandística propia de los best sellers. Las grandes palabras, la acumulación de temas y problemas candentes, siempre de la mano de la actualidad periodística, y un internacionalismo epidérmico, con rodajes muy caros en diversos lugares turísticos, repartos interminables y corrección industrial, serían los rasgos más evidentes de una forma de entender el cine que es compartida por muchos millones de espectadores a lo largo de todo el mundo, pero que carece, incluso a nivel de intenciones primarias, del más mínimo rigor. Los resultados de todos estos presupuestos dramáticos, ideológicos y económicos no son buenos, incluso están por debajo de lo esperable. Al margen de la irritación que produce el manejo irresponsable y apresurado de grandes temas -la cuestión de los palestinos, el enfrentamiento entre árabes y judíos, los secuestros aéreos, el espionaje de la CIA, a escala mundial, las maniobras del capitalísmojudío, la brutalidad policíaca, etc.- está, y cada vez más patente, el desencanto de un director de setenta años, que se preocupa más y más de la producción que de los aspectos creativos de su trabajo. Preminger es, desde hace casi veinte años, responsable absoluto de sus films, como productor independiente, director y, a menudo, guionista, función que ha encomendado en esta ocasión a su hijo.
Rosebud es, por encima de cualquier otra consideración estética o sociológica, una obra militante, un larguísimo «spot» de dos horas donde se cantan las glorias del pueblo judío, su valentía, inteligencia y capacidad tecnológica, sin dejar de estimar la desesperada situación de los guerrilleros palestinos, aunque caiga en, ingenuidades primarias, como el achacar las actividades de la organización «Septiembre Negro» a un inglés irresponsable, convertido al islamismo, que representa al «malo» indiscutible de la película.
La historia está repleta de lagunas y caídas de ritmo, con unas imágenes desiguales y vacilantes.
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