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TENIS | ROLAND GARROS
Columna
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El tiempo vuela para ‘Sascha’ Zverev

El tenista alemán, algo inestable y con un carácter menos luchador que el de Alcaraz, sabe que las oportunidades se escurren sin compasión

Zverev, durante un partido en Roland Garros.
Zverev, durante un partido en Roland Garros.YOAN VALAT (EFE)
Toni Nadal

En la tarde del viernes Carlos Alcaraz logró clasificarse para disputar, en el día de hoy, su primera final de Roland Garros. Con su victoria en la semifinal contra el actual número uno del mundo, Jannik Sinner, consiguió, además, deshacer el empate que mantenían ambos jugadores. Pese a la corta edad del uno y del otro, el de anteayer fue su noveno enfrentamiento, un dato que nos augura, si nada extraño sucede, una rivalidad en los próximos años que puede emular, si no sobrepasar, las vividas en las últimas dos décadas con el Big Three.

Sin duda, desde que se conoció el sorteo, este era el partido más esperado por los aficionados. En la mente de muchos rondaba la sensación de que se trataba, casi, de una final anticipada. Las apuestas previas no mostraban un claro favorito y se presumía, como de hecho sucedió, un encuentro de gran igualdad. El dilema estribaba en saber cuál de los dos tenistas sería capaz de imponer su juego. El transalpino tiene como principales características su consistencia y, sobre todo, la altísima velocidad de crucero que es capaz de imprimir desde el fondo de pista. El español, por su parte, es algo menos consistente en el juego largo, pero cuenta con un abanico más variado en los golpes, una mayor agresividad y, por encima de todo, con un demoledor golpe de derecha que le permite decidir el punto desde cualquier posición en la pista.

Si bien el resultado se auguraba incierto, la verdad es que, a mi entender, Carlos gozaba de una ligera ventaja. En superficie de tierra la velocidad de los golpes del italiano pierde algo de eficacia, lo que permite a nuestro jugador disponer de algo más de tiempo para anticiparse y conectar su golpe ganador. El encuentro tuvo todos los ingredientes necesarios para reclamar la atención del espectador y para no decepcionar a nadie. Se enfrentaron los dos mejores del circuito en un intercambio verdaderamente vibrante, de altísima intensidad, con gran igualdad de puntos (147 a 145), alternancias en el marcador y emoción hasta el último pelotazo.

Como suele suceder en los mejores casos, fueron pequeños detalles los que decidieron la suerte del ganador, que fue el que consiguió arriesgar un poco más. Carlos cometió más errores que Jannik y, sin embargo, tuvo en su haber muchos más golpes ganadores que su rival (65 a 39).

Este domingo, el jugador murciano tiene la oportunidad de levantar su tercer título del Grand Slam y de coronarse por primera vez en Roland Garros. Pero, por mucho que haya conseguido dejar atrás a su principal escollo, nadie debería dejarse llevar a engaño y pensar que el de esta tarde será un partido fácil. Una final nunca lo es y, mucho menos, antes de empezarla. En esta nueva gran cita tendrá que verse las caras con Alexander Zverev, después de que este lograra desembarazarse de Casper Ruud en la segunda semifinal. En sus enfrentamientos previos contra él, la balanza se decanta a favor del alemán por cinco victorias a cuatro. Este año se han enfrentado en dos ocasiones y el resultado ha favorecido una vez a cada uno.

Sascha tiene un poderoso servicio y probablemente el mejor revés del circuito profesional. Posee un buen desplazamiento y una envergadura que le permite cubrir fácilmente toda la pista. De la misma manera, dificulta enormemente a sus rivales poder encontrar espacios libres para conectar sus golpes ganadores. El actual número cuatro del mundo lleva mucho tiempo en el circuito profesional y tiene cierta costumbre a disputar partidos del más alto nivel, pero sufre, también, cierta inestabilidad, seguramente porque le cuesta competir cuando las cosas se tuercen o cuando no tiene las mejores sensaciones. Que sus cuatro derrotas contra Alcaraz se hayan producido sin apenas ofrecer resistencia, atestiguan que posee un carácter menos luchador que el de nuestro tenista.

Tiene, además, y por si fuera poco, la necesidad y la presión creciente de anotar en su casillero un torneo del Grand Slam. Sabe que el tiempo pasa rápido, que la suerte le ha sido esquiva hasta ahora y que las oportunidades se escurren sin compasión. Con todas las reservas que se deben tener en un encuentro de tal envergadura, creo que para gran alegría de los aficionados españoles, París coronará en el día de hoy a nuestro nuevo campeón.

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