El Barcelona perdona al Valencia
Los azulgrana conceden un empate por un error defensivo después de desperdiciar varias ocasiones en un buen partido en Mestalla
El Barça se olvidó de que disputaba una final en Mestalla. Jugó un buen partido y fue mejor equipo que el Valencia. No tuvo sin embargo la pegada que se supone a un campeón sino que perdonó al rival después de un serial de remates fallidos ante un solvente Mamardashvili. Jugó con demasiada serenidad y concedió el empate en un error defensivo que aprovechó muy bien Hugo Guillamón. No tuvo contundencia para coronar el buen tejido de pases urdido por Pedri y Frenkie de Jong. La clasificación exigía efectividad y los azulgrana solo sumaron un punto cuando el Girona le saca siete y el Madrid cinco a falta de que complete sus partidos contra el Alavés y el Villarreal.
El resultado le supo a gloria a un disminuido Valencia, que solo había sacado un empate en los últimos cuatro partidos de Liga, muy sólido en cualquier caso en su feudo, en el que Mamardashvili solo había encajado tres goles, cuatro después del que metió João Félix. El portugués culminó el buen juego de los barcelonistas en un encuentro en que se miraba sobre todo al marcador por la necesidad de ganar que tenía el equipo de Xavi.
El técnico fue consecuente en la cancha con su discurso en la sala de prensa y alineó a sus jugadores más conocidos y titulares, incluidos Koundé, João Félix, Lewandowski y Raphinha, como si nada hubiera pasado contra el Girona y hubiera estabilidad en el Barça. El único cambio era la presencia de Balde en el lateral izquierdo mientras João Cancelo pasaba al costado derecho, una novedad que provocó una formación más natural y clásica porque el sacrificado fue Christensen. La ausencia de un tercer central azulgrana contrastó con la titularidad de Yaremchuk junto a Hugo Duro en el Valencia. Baraja juntó a un segundo delantero para enfrentar a la pareja Koundé-Araujo.
Tampoco varió el saque inicial azulgrana, que consiste en tirar la pelota a un lugar cualquiera del campo contrario, y acto seguido conceder una ocasión de gol mientras los diez jugadores se quedan en Babia y se encomiendan a Iñaki Peña. El portero estuvo soberbio en el rechazo al tiro a la media vuelta de Yaremchuk. Jugaba el Valencia con tensión mientras el Barcelona pautaba la jugada e intentaba asegurar el pase, muy pendiente de la salida de balón a pies de De Jong. El holandés tomó el cuero ayudado por Pedri mientras Gündogan se descolgaba entre líneas y Lewandowski se quejaba por las entradas de Diakhaby. No había corriente en el fútbol del Barça. Jugaba con más energía el Valencia.
Los azulgrana simplemente flotaban a los valencianistas, que avanzaban fácilmente hasta el campo rival y en cambio defendían fuerte en su área, muy pendientes de Lewandowski. La actividad del ariete, más presente y despabilado por fin en cancha contraria, permitió progresar poco a poco a los barcelonistas y empezar a chutar al marco de Mamardashvili. El meta se mostraba tan firme como desacertados los delanteros del Barça. Apareció progresivamente un equipo azulgrana más aseado y oxigenado, protagonista con la pelota y animado por el lado de Cancelo. El Valencia, sin embargo, no se desenganchaba del partido y sus transiciones tenían más malicia que las jugadas del Barcelona.
Xavi pedía a sus futbolistas que tuvieran menos prisa y se desplegaran con más cabeza para evitar las pérdidas y dar más continuidad al juego en un partido muy abierto y de una gran carga ambiental por la fuerza de Mestalla. La consigna azulgrana era acabar las jugadas, y sobre todo afinar la puntería, después de contar siete disparos, tres entre palos de Mamardashvili. No se enteró Gündogan porque el alemán se equivocó en el momento de culminar una excelente combinación con asistencia de Cancelo. Acertó en cambio inmediatamente después João Felix, solo en la boca de gol, para empujar la pelota servida por Raphinha, muy profundo para recibir el pase preciso de Frenkie de Jong.
El partido quedó a pedir de boca para el Barcelona para desespero del Valencia. Los azulgrana, sin embargo, se confiaron en exceso, convencidos de que el segundo gol caería por inercia, sin necesidad siquiera de soplar, y no solo no supieron rematar el partido sino que concedieron el empate ante el jolgorio de Mestalla. Hugo Guillamón enganchó un disparo con la derecha al ángulo izquierdo del arco de Peña después de una acción aparentemente inocua y muy mal defendida por la pasiva zaga del Barcelona. El empate aplatanó por momentos a los azulgrana, aturdidos por su falta de pegada, pusilánimes en las áreas, especialmente en la contraria, como se advirtió en dos ocasiones de Ferran y Raphinha.
Al mando de De Jong, los barcelonistas siguieron compareciendo en el área del Valencia. El fútbol era tan fluido como negado en un momento en que se impone el resultadismo en el Barça después de encadenar dos derrotas y recibir siete goles en las citas contra el Girona y el Amberes. Las finales demandan victorias y al Barça le falta seguridad y fe, demasiado discontinuo y también inseguro y hasta descreído aún para disputar la Liga. La victoria es imposible cuando se regala un gol ridículo y se es tan indulgente en el remate como pasó en Mestalla. Aunque el juego acaba por llevar al triunfo en el Barça, el equipo está ahora ya tan apremiado que a pie de campo el empate supo a frustración en Valencia.
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