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El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

Jordi Corominas obtiene el Piolet de Oro por su carrera alpinística

El catalán, que casi siempre mantuvo en secreto sus grandes ascensiones, es el nexo de unión entre el alpinismo del siglo XX y el del XXI y merece ahora un galardón que antes obtuvieron Bonatti, Messner o Kurtyka

Jordi Corominas
A la derecha, Jordi Corominas junto a Walter Bonatti en los Piolets de Oro de 2009.Colección Corominas

Jordi Corominas tendrá su Piolet de Oro. Luego es cierto que existe cierta forma de justicia poética: finalmente, el alpinista que no deseaba ser conocido se verá obligado a colocarse bajo los focos y explicarse. Corominas adora las palabras pero no habla de sí mismo. Jamás. Puede que no exista nadie que le haya escuchado nunca decir “yo escalé esto o aquello”. En un universo de egos desmedidos, el de Corominas (66 años) no puede rastrearse. Sin embargo, la figura del catalán criado en La Rioja es legendaria y permite comprender el nexo de unión entre el alpinismo del siglo XX y el del XXI, entre la pesadez de asediar las grandes montañas y la libertad de escalarlas de forma ligera. Entre pelearse con los grandes problemas y abrazarlos para ser capaz de ponerse a la altura de la dificultad sin trampas, atajos o artificios.

Puede que la ceremonia de entrega (el próximo 10 de diciembre) como ganador del Piolet de Oro honorífico de la edición 2024, se convierta en su ascensión más peliaguda, pero siempre podrá Corominas recurrir al aplomo de sus ascensiones más comprometidas. “No va a ser fácil”, concede con una media sonrisa. Y esa media sonrisa apenas esconde su ilusión. Ha sido necesario que le concedan un Piolet de Oro para que emerja su currículo y se entienda verdaderamente su dimensión como alpinista.

Jordi no solo es el hombre que firmó la segunda y única repetición de la vía Magic Line al K 2. De hecho, esta célebre ascensión sirvió para enterrar aún más una larga lista de grandes primeras en Perú, la Patagonia o en la cordillera del Himalaya, muchas de ellas en solitario. Éxitos enormes que el Coro se guardó para sí mismo. Paradójicamente, para ser reacio a hablar, o más exactamente a hablar de sí mismo, Jordi Corominas adora las palabras, es un lector apasionado, estudiante tardío de Lengua castellana, padre de la editorial Verticualidad y una persona que adora charlar de alpinismo. Con todo lo que ha vivido, mantiene intacto el interés por conocerse y descubrir las motivaciones de los que, como él, han hecho de la montaña una forma de relacionarse con la vida. “Los organizadores me pidieron todo mi currículo, pero me pareció un aburrimiento, así que solo me centré en algunas buenas ascensiones… No, definitivamente lo que importa en el mundo del alpinismo es la persona, lo que lleva dentro, lo que le mueve a asumir ciertas cosas… eso sí que puede ser interesante de investigar”, explica.

Antes que glosar sus realizaciones, baste decir que Corominas ha traspasado muchas veces líneas prohibidas, el filo que separa existir o dejar de hacerlo. ¿Por qué? En su respuesta estriba el interés de una especialidad que se niega a ser un mero deporte. Uno de sus compañeros habituales de cuerda, Jordi Tosas, refirió una vez que había visto a su amigo afrontar escaladas tan delicadas que, asegurándole, solo podía rezar para que no cayese.

Corominas concede que solo si se explica de forma honesta, tiene sentido el gesto absurdo de escalar montañas. Pero Jordi no siempre quiso compartir lo que llevaba dentro: intuía que podría encontrar rechazo, incomprensión o falta de sensibilidad. Tras escalar en 2004 la Magic Line, y frente a la grabadora de este periodista, se cruzó de brazos y adelantó que solo hablaría “de los hechos, no de los sentimientos”. Una década después, pillado por sorpresa y con el paso del tiempo como amortiguador, aceptó a explicarse. Fue una delicia. Ahora, incluso concede que le recuerden su gran papel: “No soy el mejor alpinista español… puede que mi valor fundamental haya sido simplemente transmitir a los jóvenes mi visión, desde el alpinismo clásico hasta el moderno estilo alpino rápido y ligero”. Durante una década, Jordi dirigió al Equipo Nacional de Alpinismo y después se dedicó a la formación de nuevos guías de montaña. Nunca en las tres últimas décadas ha dejado de guiar y hace apenas un año condujo a la cima del Monch, en los Alpes, a Jordi Pons, una leyenda del alpinismo nacional todavía con ganas de escalar a sus 90 años de edad.

“¡Cómo se lo merece! ¡Y qué gran ilusión que se lo concedan!”, se emociona Mikel Zabalza, presente en esta edición de los premios como parte del jurado.

En 2009, Corominas participó a su vez como un miembro del jurado en los Piolets de Oro. Aquel año se concedió por vez primera un galardón honorífico, y fue a parar a manos del inigualable Walter Bonatti. De rebote, Corominas conoció a su ídolo y a un gran número de alpinistas de élite. Regresó a casa colmado, feliz de poder “hablar de alpinismo” a cara descubierta. Ahora el apellido de Corominas figura al lado del de Messner, Kurtyka, Lowe o Scott. Es decir, bien pegado a los actores del alpinismo que le sirvieron de ejemplo.

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