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Jorge Díaz Rullo da un paso adelante en la búsqueda de los límites de la escalada

El vallecano confirma su sitio en la élite con dos logros mayúsculos mientras pelea por convertirse en la máxima referencia de una disciplina en constante evolución

Jorge Diaz Rullo
Jorge Díaz Rullo, en una de sus escaladas, en una imagen de su cuenta de Instagram

En la élite mundial masculina de la escalada en roca figuran seis apellidos. Uno de ellos es español, de Vallecas: Jorge Díaz Rullo ha saltado en apenas tres años de la furgoneta en la que vivía bajo las paredes al Olimpo de su disciplina. Pasión casi religiosa, método y un enorme trabajo para crecer le avalan. Ahora, Díaz Rullo (25 años) comparte el calor de los focos junto a otros cinco escaladores, que forman dos grupos de tres: el checo Adam Ondra, el alemán Alex Megos y el austriaco Jakob Schubert compiten en escenarios como los Juegos o la Copa del Mundo, pero son igualmente las grandes referencias del presente siglo cuando se habla de roca.

A su lado, el italiano Stefano Ghisolfi, el francés Seb Bouin y Jorge Díaz Rullo prescinden de la competición para centrarse absolutamente en la roca. Estos tres últimos entienden que es en la roca donde nació la escalada hace décadas, y que es el medio natural el que merece la pena explorar, el que en última instancia juzga la historia de una disciplina que estos últimos tiempos ha encontrado en los rocódromos un templo para las jóvenes generaciones pospandemia. La roca, creen, concede el prestigio, el aura que los metales olímpicos, por mucho que brillen, no otorga.

Ondra y Megos compitieron en los pasados Juegos, y en los anteriores: solo cosecharon una frustración tremenda, lejos de las medallas. Sin embargo, el checo es el escalador que ha llevado la disciplina a su máxima dificultad: en 2017 propuso un grado de 9 c para su vía Silence. Nadie ha podido repetirla. Y el alemán fue el primero en escalar a vista un 9 a, es decir que logró tamaña dificultad sin haber ensayado la vía, sin conocer sus secretos. Ambos de 31 años, han conducido los límites de la dificultad en roca hasta extremos insospechados. Su discreto paso por los Juegos solo demuestra que escalar en resina es otro tipo de deporte.

Jorge Díaz Rullo escalando la vía Change.
Jorge Díaz Rullo escalando la vía Change.Adri Martínez

Para sacudirse la rabia de unos Juegos fallidos, Megos (un resbalón de su pie derecho le privó de entrar en la final) voló a Noruega y acampó en Flatanger, cerca de la cueva donde Ondra equipó y escaló Silence, y donde en 2012 firmó el primer 9b+ de la historia, que bautizó como Change. En un suspiro, Megos encadenó Change y, de seguido otra ruta icónica como Move, de 9 b. La sorpresa llegó cuando Jorge Díaz Rullo, del equipo Scarpa, hizo lo propio apenas unos días después. Su éxito colocaba al español, de forma inequívoca, como un referente mundial. Con todo, no era la primera vía de 9b+ que encadenaba el vallecano: en 2023 se hizo con la célebre Bibliographie así como con la vía Mejorando la samfaina.

La dificultad de los grados de escalada se otorga por consenso. En los grados sencillos, existen muchos candidatos posibles para formular una opinión acerca de un grado, pero en la élite, ahora mismo, apenas los seis escaladores arriba mencionados tienen recorrido y pedigrí suficiente para transmitir su parecer. Díaz Rullo es uno de ellos, por pleno derecho. Cuando alguien se convierte en el primero en encadenar una vía de máximo nivel, propone un grado de dificultad y son los repetidores futuros los que determinarán si la propuesta era o no acertada. Bien lo sabe Álex Megos, quien tras firmar el primer encadenamiento de Bibliographie propuso 9 c. Ghisolfi, segundo repetidor, opinó en cambio que el asunto no pasaba del 9 b+, juicio que Megos aceptó con deportividad. Con la vía Change, el asunto es aún más delicado.

Ondra firmó la primera en 2012 sin usar rodilleras pero el resto de los repetidores sí lo han hecho, desde Ghisolfi a Bouin, pasando por Megos y Díaz Rullo. Y tanto Bouin como el español opinan que la ruta no es tan difícil como su grado indica… al menos usando las controvertidas rodilleras. Su gesto demuestra su honestidad. Allí donde podían apuntarse otro logro mayúsculo han preferido señalar algo que está en boca de todos: el uso de rodilleras altera la naturaleza del juego. Las rodilleras son protecciones de goma cocida que en realidad no protegen la rodilla sino la zona que va desde la parte superior de la misma hasta cubrir el primer tercio del cuádriceps. Se usan para incrustar dicha zona en oquedades de la roca, haciendo palanca con la pierna. Entonces se logra un reposo sin manos, con todo el cuerpo en equilibrio sobre dicha fuerza de palanca. Poder reposar en una vía hace que el esfuerzo se reparta y, en consecuencia, facilita las cosas. De ahí que muchos opinen que deberían existir dos tipos de graduaciones para las vías: la que se otorga sin el uso de rodilleras y la que se da con su uso.

“A sabiendas de que toda opinión es subjetiva, debo ser honesto conmigo mismo y dar mi parecer al respecto de la vía Change. Definitivamente es más dura que un 9b, pero no llega a ser tan difícil como un 9 b+. Yo le daría el grado intermedio de 9b/+, pero he de decir que la vía siempre será una gran clásica, histórica y que Adam Ondra la superó cuando apenas contaba 19 años de edad. Impresionante”, explica Díaz Rullo. Entonces, Ondra no usó rodilleras y tiene una opinión al respecto: “Con las rodilleras puedes realizar empotres donde no es posible hacerlo con la piel desnuda o con pantalones. Esto puede alterar de forma significativa la dificultad de las rutas”. Resulta importante que los mejores escaladores del mundo aclaren las normas de su deporte, aunque éstas no figuren por escrito como en la mayoría del resto de deportes. Aquí, la ética y la honestidad han de brillar por encima del autoengaño y del ego.

Jorge Díaz Rullo escalando la vía Change.
Jorge Díaz Rullo escalando la vía Change.Adri Martínez

Díaz Rullo lleva entre las manos, además, un proyecto de largo recorrido en Margalef, Cataluña, una vía que le ha supuesto más de 120 días de trabajo sin que, de momento, haya logrado encadenarla. La rapidez con la que ha despachado las vías Change y Move parecen indicar que su proyecto estaría en sintonía con los límites presentes del ser humano: “No sé de qué nivel se trata, pero por el tiempo que he invertido y midiéndome en estas vías de referencia, tengo claro que al menos se encuentra mucho más cerca de mi límite. Todo esto me acerca más a conseguir objetivos más importantes. Siento que no paro de aprender, cada vez me veo mejor escalador, más completo y más preparado en todos los sentidos para seguir empujando mis límites. Con motivación y disfrutando de ello, este juego nunca termina”, concluye. Solo le falta encadenarla. Después deberá proponer un grado de dificultad y esperar el veredicto de la élite.

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