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El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

Kilian Jornet, tras escalar los 82 cuatromiles en 19 días: “El terreno estaba pésimo y peligroso. Debo pensar si hice lo correcto”

El alpinista catalán charla con EL PAÍS acerca de su travesía y de la asunción de riesgos en momentos puntuales de un viaje fantástico que culminó en un tiempo récord

Kilian Jornet, durante la travesía por los Alpes.
Kilian Jornet, durante la travesía por los Alpes.lymbus

Un alpinista puede olvidar muchos detalles de una ascensión, pero siempre retiene en algún rincón de su mente aquellos momentos en los que apostó de verdad y lo que estaba en juego no era otra cosa que su vida. El verdadero freno de un alpinista no es su motor, ni siquiera su técnica, sino su capacidad de responder con criterio a una pregunta de aspecto tan inocente como de enorme calado: ¿voy o no voy? Si la respuesta es negativa, solo cabe la retirada. Si la respuesta es positiva, toca abrazar y lidiar con un compromiso que, mal gestionado, acabará en desgracia. Kilian Jornet (Sabadell, 36 años) describe con voz serena y al teléfono su llegada a la cima del Weisshorn, uno de los 82 cuatromiles que acaba de escalar en apenas 19 días: puede recordar sin esfuerzo la alegría del momento, su belleza, con el sol escapándose en el horizonte y la soledad como compañía perfecta. Pero, como si tratase de exorcizar algo que lleva dentro y le reconcome, el catalán salta de golpe a la travesía entre la cima de la Aiguille Verte y la de las Droites, dos de las más icónicas del macizo del Mont Blanc. Allí, siguiendo un filo de roca podrida y sin cohesión, ni hielo ni nieve para formar un todo estable, el alpinista catalán entendió que estaba exponiéndose mucho: “Es algo a lo que le estoy dando muchas vueltas estos días, de regreso a mi casa de Noruega. Las condiciones del terreno eran tan pésimas que hacían que el lugar resultase muy expuesto y peligroso. Decidí ir, pero ahora debo pensar si hice o no lo correcto”, reflexiona.

Su asombrosa cabalgada alpina ha dejado boquiabierta a buena parte de la élite del alpinismo europeo que felicita y admira con sinceridad la gesta de Jornet. Paradójicamente, se han elevado voces que pretenden negar la categoría de alpinista del catalán, obviando tanto el escenario en el que se ha movido como el estilo empleado. Puede que muchos no sean capaces de disociar la imagen del corredor de ultrafondo de su versión como alpinista. “Correr, lo que se dice correr, he corrido muy poco, la verdad. A cambio, he caminado mucho y también escalado, pero tengo claro que este proyecto no tenía nada que ver con las carreras en las que he podido participar estos últimos años. Para llevar a cabo la travesía de los Alpes he tenido que poner sobre la mesa todo lo que sé de montaña, todo lo que he aprendido como esquiador, en las expediciones, en las salidas a escalar e incluso en mis carreras de trail. Pero negar que esto es alpinismo no tiene sentido”, defiende Jornet.

Kilian no es un alpinista volcado en la dificultad, lo que puede despistar a una parte de su público: “Suelo ir a escalar porque me permite moverme con mayor seguridad y destreza en las zonas técnicas, pero la escalada requiere mucho, mucho tiempo de dedicación para progresar y a mí lo que realmente me gusta es moverme rápido por estos terrenos. Podría invertir y plantearme hacer otro tipo de alpinismo, pero no me motiva repetir tal o cual vía, sino dibujar mi propio camino”. Jornet no quiere ser Ueli Steck, cuya marca de 62 días para completar en 2015 los 82 cuatromiles alpinos ha arrasado: “Yo creo que la mayor diferencia con Ueli es logística, porque él era muy, muy fuerte. Ueli empezó con un compañero el proyecto, pero este se lesionó y siguió solo. También contaba con un pequeño equipo de apoyo y lo que hizo fue montar dos campos base, uno en el Valais y otro en el macizo del Mont Blanc, y desde ahí subía y bajaba. Yo, en cambio, he escogido quedarme arriba y apurar lo máximo las conexiones entre aristas para ahorrarme muchos viajes. Creo que ahí ha estado la clave”.

Kilian Jornet, al término de su tercera etapa de la travesía por los Alpes.
Kilian Jornet, al término de su tercera etapa de la travesía por los Alpes.lymbus

Una de las revelaciones más alucinantes escuchadas tras dar carpetazo a su proyecto llegó de la boca del francés Benjamin Védrines, su acompañante en la recta final de su periplo en los Écrins, que contó que Jornet podría haber seguido escalando montañas unos días más: “Sí, me preguntó si hubiera podido seguir y le dije que sí, que podría partir de nuevo al día siguiente y seguir así un tiempo, subiendo y bajando. Físicamente, me encuentro muy bien. Empecé con 54 kilos de peso y he acabado con 54 y una costilla fracturada, Por lo demás, estoy muy bien”, reconoce, casi extrañado. En los deportes de resistencia, como el ciclismo, acabar un gran reto sin perder peso se considera un éxito metabólico, y cabe recordar que hace apenas un año, Jornet perdió siete kilos en ocho días tras pisar las cimas de 177 tresmiles pirenaicos. Ahora, su equipo médico necesita dar sentido a todas las pruebas que han realizado estos días.

Otro de los detalles que han causado admiración e incomprensión tiene que ver con el calzado empleado: Jornet solo usó zapatillas. “Pensé en llevarme unas botas y cambiar de calzado, pero era añadir peso y me lo quité de la cabeza. Llevo muchos años funcionando en estos terrenos con zapatillas, y lo que sí cuidé mucho fue la elección de los crampones correctos para que se ajustasen a la perfección a la suela de mis zapatillas. Después, es cierto que esta elección me obliga a tener una técnica de cramponaje muy buena, a dominar en el hielo la técnica francesa de todas las puntas [inventada por el guía Armand Charlet en los años 40 del siglo XX, uno que hizo virtud de su problema de hiperlaxitud articular en los tobillos] y perder toda la rigidez en la suela cuando toca escalar en roca vertical. A cambio, voy ligero, y tengo buenas sensaciones en roca tumbada”, explica. Por supuesto, esta elección de calzado no puede permitírsela casi nadie so pena de accidente.

Una parte de la prensa francesa quiso hacer un drama de una simple coincidencia: justo cuando el UTMB llegaba a Chamonix, Jornet recorría el área del Mont Blanc, supuestamente para restar audiencia e interés a la reina de las carreras de ultrafondo con la que mantiene un rifirrafe. “Me sonrío, porque no sé qué otra cosa hacer. Fue una coincidencia porque cuando diseñé el reto meses atrás no tenía ni idea de en qué fechas estaría cerca de Chamonix. Pensar así es muy retorcido”, lamenta. “Lo cierto”, prosigue, “es que me costó decidir cuándo afrontar el reto porque, si bien en el mes de julio las condiciones del terreno y los peligros objetivos son menores, agosto tenía sus ventajas: lo que más miedo me daba eran las grietas, y como muchos glaciares los iba a recorrer en solitario, sin nadie a quien atarme para ir seguro, preferí que la nieve se hubiese ido y que solo quedase el hielo descarnado de los glaciares para poder ver bien las grietas y no pasar mucho miedo. A cambio, había más caídas de rocas y las rimayas [separación entre el glaciar y una pared] eran más grandes, pero eran dos asuntos con los que más o menos podía lidiar”.

Jornet nunca dijo que iba a escalar los 82 cuatromiles, y su estrategia de comunicación fue, cuando menos, confusa: “Sí, es cierto. Realmente, no sabía si iba a poder escalar todos los cuatromiles. Temía que el terreno estuviese en muy malas condiciones y no deseaba que el hecho de haber anunciado un tipo de reto se volviese en mi contra y me forzase a asumir unos riesgos intolerables. Realmente, lo que buscaba era la experiencia de atravesar los Alpes aprendiendo mucho en el proceso. Ahora necesito calma y distancia para poder compartir mis conclusiones”.

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