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Blogs / Deportes
El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

Benjamin Védrines asciende el K2 en 11 horas, la mitad que el récord de velocidad anterior

El francés, que está llevando el alpinismo hacia límites inimaginables, escala la ruta de los Abruzos a la segunda montaña más elevada del planeta en un tiempo que rebaja en 12 horas el anterior registro

Benjamin Védrines, en la cima del K2 el pasado 28 de julio.
Benjamin Védrines, en la cima del K2 el pasado 28 de julio.Col. Védrines

Lanzado para establecer un nuevo récord de velocidad en el K2, solo el miedo frena el motor inmenso del francés Benjamin Védrines. No teme la caída de bloques de hielo al pasar bajo el enorme serac que domina el cuello de botella o las placas de viento, tampoco teme resbalar y caer. Y el frío no le inquieta: viste como si estuviese en el Mont Blanc, botas ultraligeras con crampones integrados creadas a medida por su patrocinador, The North Face, un contraste brutal con las enormes y pesadas botas y los buzos de plumón que vestían la víspera sherpas y clientes camino de lo más alto. Viaja tan veloz que nunca siente frío. Todos los temores del alpinista galo se centran en la respuesta de su organismo, cuyo ritmo brutal de ascenso le ha colocado en un abrir y cerrar de ojos a 8.300 metros, justo donde arranca la parte más decisiva del K2. Su organismo entrenado no le abandonará, pero Védrines no sabe si la altitud extrema volverá a jugarle una mala pasada, igual que hace exactamente dos años cuando sufrió un fundido a negro que estuvo cerca de costarle la vida. Solo la ayuda de otros alpinistas y el parapente minúsculo que portaba en su mochila le permitieron escapar entonces de la trampa de la hipoxia: entre medias, el francés no sabe qué hizo durante al menos 45 minutos… Desde aquella fecha, la duda se había instalado en su subconsciente. Así que, tenso y sobre aviso, el francés decide bajar el ritmo, dar tregua a su corazón desbocado, tomar autofotos, disfrutar de un día único en la segunda montaña más elevada del planeta. Pese a tanta precaución, Védrines escala el K 2 por la ruta de los Abruzos, la clásica, en 10 horas 59 minutos y 59 segundos y bate por 12 horas el récord anterior, propiedad de otro alpinista francés, malogrado este, llamado Benoit Chamoux, que poseía la plusmarca desde el fatídico 1986.

Escalar el K2, con sus 8.611 metros de altitud, en apenas medio día… Sigue pareciendo ciencia ficción, tanto como el registro medio de ascenso de casi 300 metros de desnivel a la hora firmado por Védrines. Hace dos años, logró un registro aún más alucinante al escalar el vecino Broad Peak en 7 horas y 28 minutos, con un promedio de 420 metros de desnivel a la hora. Pero el Broad Peak tiene prácticamente 600 metros menos de desnivel, y entre los 8.000 y los 8.600 metros sobre el nivel del mar el salto hipóxico es brutal. “El 28 de julio de 2022 no estaba listo para medirme al K2. Me faltaba madurez. En la montaña uno debe aprender a crecer y ahora puedo decir que estoy muy orgulloso de haber sabido enfrentarme a mis miedos”, declaraba el alpinista francés estos días.

Védrines, pasando bajo el gran serac del cuello de botella, en el K 2.
Védrines, pasando bajo el gran serac del cuello de botella, en el K 2.Col. Védrines

Durante dos años, Védrines ha preparado con esmero su asalto al K2, casi una obsesión, una incógnita fisiológica. En su estrategia de preparación viajó al Mediterráneo para aprender técnicas de respiración: “El mundo de la apnea me seduce y posee numerosos puntos en común con la altitud extrema. Mi idea es aprender a moverme en apnea en el agua y transferir lo aprendido por encima de los 8.000 metros para ser capaz de mantener la lucidez a la hora de tomar mis decisiones cuando el aire se enrarece”, explicaba el pasado mes de junio.

Para poder afrontar su récord, Védrines precisaba una buena huella para poder avanzar con solvencia. Bloqueado en el campo base durante semanas a la espera de la llegada del buen tiempo, el francés salió del campo base avanzado (5.350m) a las 00h10 del pasado día 28, exactamente desde el mismo lugar del que arrancó, 38 años atrás, Benoit Chamoux. Sus circunstancias nada tenían que ver entre sí. Chamoux aspiraba entonces a convertirse en el tercer hombre en escalar los 14 ochomiles tras Messner y Kukuzcka. Le gustaba la velocidad. Casi diez años después de su fulgurante K2, en el otoño de 1995, Chamoux se encontró con 13 ochomiles escalados, y a falta del Kangchenjunga para cerrar el círculo. Pero a los pies de esta formidable montaña, el suizo Erhard Loretan le esperaba también a falta de uno para acabar la carrera. El 22 de septiembre de 1995, ambos coincidieron en el campo 4 a 7.800 metros. Loretan tenía un mecenas que le pagaba un sueldo y las expediciones, y le daba igual ser el tercero o el cuarto en la carrera de los 14. Junto a Troillet deseaba intentar una ruta más compleja, pero las enormes nevadas que acaban de caer le obligaron a retirarse hacia la ruta normal. Chamoux, en cambio, necesita patrocinadores, ansiaba ocupar el tercer cajón del podio. Estresado, vigiló de cerca los movimientos de los dos suizos, pero estos fueron mucho más rápidos y cuando regresaban de la cima, Chamoux se encontraba aún a varias horas de su objetivo: viajaba cansado y tarde, acompañado por Pierre Royer y por varios sherpas, entre ellos su fiel Rikou. Nada iba como era debido: Chamoux empezó a sentirse derrotado. Rikou se sentó a descansar, resbaló en la pendiente y cayó al vacío falleciendo en el acto. Falto de reflejos, Chamoux decidió seguir hacia la cima… que nunca alcanzó. El viento y el frío arreciaron, y vivaqueó de mala manera junto a Royer. Al día siguiente, los suizos pudieron verles y trataron de guiarlos hacia su tienda. Pero los franceses nunca bajaron, despareciendo para siempre. Ya no existen competiciones de este tipo en el Himalaya. El negocio y la seguridad solo dejan margen para alpinistas superlativos como Védrines, tipos que han entendido que solo el entrenamiento científico les permitirá mejorar lo establecido. O para aventureros como los japoneses Kazuya Hiraide y Kenro Nakajima, cuya pérdida reciente en la oeste del K2 resulta tan dolorosa que ninguna autoridad se atreve a certificar su muerte.

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