El camino en viñetas de Edurne Pasaban desde la depresión a la conquista de los 14 ‘ochomiles’
Un cómic repasa la trayectoria íntima y frágil de la himalayista guipuzcoana, primera mujer en la cima de las cumbres más elevadas del planeta


Al otro lado del teléfono, Edurne Pasaban se presentó y se ofreció a quedar, tomar un café y charlar. A fin de cuentas, ambos habían nacido en Tolosa, Gipuzkoa, lo que facilitaba mucho las cosas. Ocurrió hace menos de un lustro y por aquel entonces Julen (nombre figurado) pasaba horas oscuras sin un diagnóstico claro para una enfermedad misteriosa que le había sumido en el pozo de la depresión, una forma de angustia similar a la que la propia Pasaban había conocido años atrás, en la espiral de escalar los 14 ochomiles del planeta. No se conocían, pero Julen accedió a verse, charlaron de forma distendida y cuando se despidieron la enfermedad seguía ahí pero matizada por una decisión: pelear sin la tentación de acabar con todo de forma radical. Hoy en día, completamente recuperado, Julen sigue pensando que aquel gesto define a Edurne, mucho más que el título de primera mujer que escaló los 14 ochomiles. Un cómic recoge ahora la vida de sube y baja de la alpinista vasca, viñetas y textos breves que hilan sus ilusiones y sus episodios negros, el camino sembrado de obstáculos hasta convertirse en una de las grandes referencias femeninas del montañismo.

El cómic Edurne Pasaban (ediciones Sua y mendifilm) con texto de Ramón Olasagasti e ilustraciones de César Llaguno, Felipe H. Navarro y Pedro Villarejo, se sale del molde de los relatos clásicos de montaña para abordar cuestiones como el machismo, el papel de las mujeres en la historia del alpinismo, su soledad en un mundo de hombres y un sufrimiento que, en el caso de Edurne, llegó a pesar más que la dicha de las cimas.
Treinta años atrás, cuando ella escalaba o caminaba en el Txindoki, el Cervino vasco, lo hacía rodeada de hombres como parte del porcentaje diminuto de mujeres que salían a la montaña. Hoy en día, en el mismo Txindoki se ven abundantes grupos de mujeres, cordadas femeninas también, la mayoría espoleada por el ejemplo de Pasaban y por el cambio de mentalidad operado durante la pandemia. El camino ha sido largo, pero hoy en día las mujeres de este país cuentan con sólidos referentes, necesidad que en su día Edurne cubrió visitando a mujeres como Pili Ganuza, o revisitando la herencia de la desaparecida alpinista Miriam García Pascual.
Para generar el texto del cómic, Ramón Olasagasti pasó horas charlando con la protagonista, que no se guardó nada, sinceridad que se refleja en la obra y que sorprende al lector desprevenido. Para empezar, sus primeras expediciones al Himalaya estuvieron marcadas por su relación con el italiano Silvio Mondinelli, un hombre casado y con dos hijos de los que nunca se separó: “¿qué hubiera pasado si Edurne hubiese sido la mujer casada y con familia que disfrutaba de una aventura extramatrimonial en las expediciones?”, se pregunta Olasagasti. La hubieran crucificado, seguramente los mismos que se ensañaron con Pili Ganuza cuando empezó a viajar a las grandes montañas pese a ser madre. En el cómic, nunca se pinta a Edurne como una gran escaladora, ni como una mujer excepcional, aunque lo fuese convertirse en la primera en pisar las 14 montañas más elevadas del planeta: es esta desmitificación lo que da un valor adicional a su lectura. El sentido del alpinismo tiene mucho más que ver con el interior de sus protagonistas que con lo que proyectan en sus redes sociales.

Pasaban escaló el Everest en 2001, su primera gran cima y en 2004, en el K 2, estuvo cerca de perder la vida. Agotada durante el descenso, Juan Vallejo la condujo hasta la seguridad del último campo de altura, salvando su vida. Pero la fragilidad de Edurne no tenía que ver con su desempeño físico sin con la presión autoimpuesta y la ejercida desde fuera, voces que le recordaban que estaba fuera del redil, lejos de los estándares sociales que la preferían siendo madre, en casa, atenta a crear una familia. Empezó a preguntarse por qué no lograba relaciones estables de pareja, a cuestionar lo que la montaña le daba y le quitaba, a verse sepultada por pensamientos oscuros, a una forma de soledad que parecía irremediable. Quiso quitarse la vida. Le ayudaron a no hacerlo, igual que ahora ella aporta su grano de arena. Después, empezó una verdadera competición entre varias mujeres para ser la primera en adjudicarse las 14 famosas cimas, un asunto nimio viniendo de donde venía. Edurne fue segunda, en 2010, pero apenas unos meses, hasta que se supo que la coreana Oh Eun-sun no había alcanzado la cima del Kangchenjunga.

El ejemplo de Edurne, pero también el de sus rivales Gerlinde Kaltenbrunner, Nives Meroi o Oh Eun-sun, puso fin al aura mágica de la colección de los 14 ochomiles ahora mismo terreno de expresión (en sus rutas normales) de turistas y compañías de viaje. Edurne invirtió nueve años en completar la lista. Reinhold Messner, el primer hombre en lograrlo, dieciséis. Pero el alpinista surtirolés cerró dicho capítulo en 1986: un margen de más de dos décadas que ilustran el abismo existente entre la presencia masculina y femenina en la montaña, un agujero un poco más pequeño ahora.
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