La historia de resiliencia, dolor y éxito de Emily Harrington en El Capitán llega a la gran pantalla
El tremendo documental ‘Girl climber’ podrá verse este viernes en el festival de Montaña de Torelló y, en diciembre, en el Mendi Film de Bilbao


El mismo día que se anunció la muerte del alpinista navarro Iñaki Ochoa de Olza en el Annapurna, el 23 de mayo de 2008, Emily Harrington competía en el Master internacional de escalada Dimarock, en Bizkaia. La escaladora estadounidense, una estrella de la dificultad a sus 22 años, subcampeona del mundo en 2005, vio cómo algunas de las entrevistas que debía conceder aquel día se cancelaron: todas las atenciones se centraron en la desaparición de Ochoa de Olza. Pocos meses después, Harrington empezó poco a poco a separarse de la competición, superó una relación complicada con su peso corporal y se transformó en una escaladora de grandes paredes, en una alpinista incluso. Nadie lo hubiera podido imaginar en 2008. La chica que con apenas diez años de edad pedía cuerdas y arneses en Navidades, la misma que se proclamó cinco veces campeona nacional de escalada, se giró hacia las montañas: “Ya había hecho todo lo que era capaz de hacer en el mundo de la competición”, dijo.
En 2012, se plantó en la cima del Everest (8.848 m), con ayuda de oxígeno artificial, generando en los medios especializados una enorme sorpresa. Por aquel entonces ya había empezado a escalar en hielo y mixto, una transformación que también la llevaría al Ama Dablam (6.812 m), en 2013 y a escalar y esquiar el Cho Oyu (8.201 m) en 2016, junto a su pareja Adrian Ballinger. Su cambio de registro le condujo finalmente hacia un tipo de escalada que no todos son capaces de asumir: la autoprotección en grandes paredes sin seguros fijos. Las del valle de Yosemite, y en especial el Capitán, se convirtieron en su nuevo terreno de juego, en una nueva forma de obsesión, también.
En 2015, permaneció seis días en la vía Golden gate del Capitán hasta completar en libre sus 41 largos, 950 metros de granito vertical y con dificultades de hasta 8 a. Fue la segunda mujer en lograrlo, tras Hazel Findlay (2011)… pero pronto quiso más. Solo tres hombres habían logrado escalar en libre y en el día Golden gate: Tommy Caldwell, Brad Gobright y Alex Honnold, y Emily Harrington se propuso ser la primera mujer. Convenció a Honnold para que le asegurase y se puso a la tarea. Tras dos intentos fallidos, en 2019, más fuerte y motivada que nunca, regresó. Comenzó a escalar en mitad de la noche, a la luz de su linterna frontal, por terreno sencillo, mientras al pie de la pared Honnold le aseguraba. Un grito alteró la rutina de la fría noche. Después, llegaron los lamentos de dolor y la cara desencajada de Honnold, aterrado pero sin perder la calma: fue capaz de escalar hasta su compañera, estabilizarla, proteger su columna y esperar sin separarse de su lado un rescate complejo. En el documental, la oscuridad de la noche impide ver a Harrington, pero sus gritos apagados y la mirada desorbitada de Honnold transmiten mucha más angustia que cualquier plano a la luz del día. Harrington sufrió múltiples heridas, incluido un traumatismo craneoencefálico. Después, le tocó lidiar con un largo trabajo para recuperar la confianza perdida y sacudirse los demonios. Durante su convalecencia, los que años atrás la criticaron por su delgadez ahora le señalaron un supuesto sobrepeso, señalando de paso que nunca sería capaz de igualar a los hombres en semejante reto.

El documental Girl climber puede verse este viernes 21 de noviembre en el marco de la programación del BBVA festival de cine de montaña de Torelló y también se ofrecerá al público del BBK Mendi Film Festival de Bilbao, el próximo 13 de diciembre. La cinta, estrenada el pasado mes de septiembre y muy aplaudida entonces por la crítica, bucea sin filtros en asuntos que la comunidad de escaladores suele evitar, preguntándose por la coherencia de ciertas obsesiones, la resiliencia, o el papel real de las mujeres en el mundo de la escalada. El equipo de filmación siguió a la escaladora desde sus primeras conversaciones con Honnold, quien esta vez cede todo el protagonismo a su amiga, y acabó de filmar años después, cuando Harrington fue madre. Un trabajo de larguísimo recorrido, sumamente cuidado y que tiene el mérito de ofrecer momentos de una intensidad única, como ese plano en el que muy cerca de cumplir su sueño, la escaladora estadounidense cae, se golpea la cabeza quedando fuera de juego (¿por qué no lleva casco?) y todo parece desmoronarse de forma definitiva.
También resultan honestas sus conversaciones con Honnold: su desafío no es un asunto exclusivo de mujeres, de empoderamiento: se trata de amistad, se hace énfasis en el valor de la cordada mixta, está en juego una aventura vital que la protagonista no sabe si puede o no abordar con garantías. Y no le cuesta revelar sus debilidades, la necesidad de alcanzar la mejor versión posible de sí misma para estar a la altura. Es el proyecto de su vida, quizá porque sabe que después su existencia será otra, que las grandes oportunidades habrán quedado atrás. Cuando finalmente logró en 2020 escalar en libre Golden gate en el día, la prensa generalista de Estados Unidos se volcó en la noticia: tenían un nuevo perfil de heroína, algo que Harrington se apresuró en desmentir: “Creo que sobre todo aprendí a fracasar. A lidiar con la incertidumbre, el esfuerzo y la posibilidad muy real de estar trabajando en algo que quizá nunca lograse cerrar. Pero me di margen para, quizá, tener éxito”.

Ahora, con 39 años y un hijo nacido en 2023, Harrington vive una vida serena, con retos de una escala menor. En 2019 obtuvo una respuesta afirmativa a una pregunta que llegó a quitarle el sueño: ¿Realmente era una escaladora apta para medirse a las paredes de Yosemite, o era solo una joven pretenciosa encaprichada con un reto desmedido? La necesidad de ser aceptada en la comunidad local de leyendas del valle californiano le permitió alcanzar su mejor versión, salirse del molde en el que estuvo encasillada en su adolescencia para buscar otro lugar donde reinventarse.
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