La respuesta vitalista del trail a la dana en la Sierra de Tramontana
La carrera con la que Mallorca se estrena en el circuito del Ultra Trail del Mont Blanc ajusta su calendario al temporal en una muestra de resiliencia de más de 2.000 corredores
El trail ha enarbolado su máxima vitalista como respuesta a un drama inabarcable. La isla de Mallorca preparaba su triunfal estreno como parte del circuito del Ultra Trail del Mont Blanc –la carrera de 171 kilómetros de Chamonix que da la vuelta al techo de los Alpes– y tuvo que conformarse con probar su resiliencia al otro lado de la dana. Unos 2.000 corredores combatieron el miedo y el luto en esa montaña dura y envuelta de mar que es la Sierra de Tramontana en su puesta de largo internacional. “Es la Mallorca real, no la turística, la que conoce todo el mundo”, resume pionero del trail en la isla, Tofol Castanyer, honrando el lugar en el que sobrevivan sus abuelos, convertido por ello desde 2012 en Patrimonio Mundial de la Unesco. Allí convivió su deporte con la meteorología más cruel.
Castanyer, segundo en UTMB en 2014, lidera al grupo de corredores que diseñó los recorridos con meta en Port de Sóller, el epicentro turístico de la sierra. Los chafó la dana, que canceló las largas distancias, de 146 y 100 kilómetros: alerta naranja y barrancos ahogados. Había 3.400 corredores inscritos, todos los dorsales agotados, el 54% de ellos extranjeros, un mapa con 70 nacionalidades. El requisito para entrar en el sorteo de UTMB es completar una de las pruebas pasarela el año anterior. Así que para muchos esta era la última oportunidad. Y solo pudieron salir 2.000, repartidos en las distancias de 47 y 26 kilómetros, programadas para el sábado, ya con un sol estival, y el domingo. Allí se reciclaron los participantes élite de las largas distancias; no así los amateurs, pues la normativa ambiental limitaba a 1.100 el número de atletas por día.
Yoel de Paz contuvo a duras penas las lágrimas tras cruzar el primero la meta después de hacer 47 kilómetros con 2.300 metros de desnivel positivo en 4h18m25s. “He estado toda la carrera dándole vueltas. Me sentía hasta mal por estar contento. Voy a ganar, pero vaya mierda de situación tengo en la cabeza”. El drama de Valencia y el recuerdo del volcán de La Palma, su tierra. “No hubo tantos muertos, ni mucho menos, pero fue muy triste. Somos insignificantes; viene un temporal y se va todo al carajo. Por eso hay que valorar cada momento y estar agradecidos”. El viernes, a horas de su salida, la isla estaba en alerta naranja y él no decidió hasta pasadas las 11 de la noche que sí, que corría, aunque el martes le espere su trabajo en la construcción y una lesión le dejara sin sueldo. “Mi familia no quería, sufro mucho por mis problemas de equilibrio”. Solo tiene un 37% en el lado izquierdo. “También es verdad que si no lo hago no tengo derecho a mejorar, pero el miedo no me lo quita nadie. Y lo típico, salí. Al final esto me quita estrés, aunque también lo da”. Ganó a grandes como Miguel Heras, Aritz Egea o Dakota Jones.
Tampoco fue un día fácil para Rosa Lara Feliu, ganadora tras 5h10m17s. “Cuando vinimos en el avión, pensaba que no llegábamos”. Turbulencias y vueltas por el cielo mallorquín a la espera de un aterrizaje seguro. En su camino a por el dorsal, en el corazón de la tormenta, buscó resguardo en la gasolinera. Pero se empeñó en estar en la salida. “A mí el deporte me ha ayudado muchísimo en todos mis momentos más duros, ha sido mi salvación, yo lo veo como una vía de escape”. Esa piedra mojada que asustaba a Yoel infló su confianza, pues esta alicantina entrena en la roca erosionada mediterránea. Así combatió a la dana. “La vida es un instante y tenemos que aprovechar todos los momentos. Sufro mucho por los demás y ha sido duro, tengo amigas con amigos que no saben dónde están. Pero el destino quería que yo estuviera aquí, al final siempre resurgimos”.
Dominaron como nadie esos caminos que daban ese sustento de vida cuando no existía el turismo. “Esa Mallorca se está perdiendo. Las normativas son súper restrictivas en zonas de montaña, pero en una playa puede haber 40.000 guiris y no pasa nada”, critica Castanyer. El reto era diseñar circuitos respetuosos y que relataran la esencia de la sierra. El valle de Sóller como centro neurálgico y sus imponentes rutas hacia el norte. La subida al Puig Mayor, el techo balear con 1.445 metros sobre el nivel del mar, no es accesible por ser un enclave militar, pero se pasa justo por debajo. Sí se corona la Masanella (1.364) y Puig Tomir (1.102). Y pasos icónicos como el Barranc de Biniaraix, cuatro kilómetros de escaleras de piedra de creación árabe para vencer 700 metros de desnivel. “Es nuestra realidad de montañeros. Aunque estemos colapsados de gente, nos apetece enseñar nuestra isla”. Solo vieron una pequeña parte, como los 26 kilómetros con 1.100 metros de desnivel positivo del domingo, que coronaron a Eduard Hernández (2h01m46s) y a Judith Wyder (2h13m46s), el gran nombre internacional del fin de semana, y una subcampeona de las Golden Trail Series que necesitaba esa pasarela para el año que viene.
La consiguió en una montaña más dura de lo que dicen los datos. Terreno calcáreo, mucha piedra, nada cómodo de correr. Cuando Castanyer llevaba allí a los corredores de Salomon Internacional para sus concentraciones, gente acostumbrada a prado y grandes pendientes, alucinaron. “Se cagaban en todo, sobre todo en las zonas altas. Hierba cero. Se convierten en carreras no muy largas ni muy técnicas, pero acabas con los pies destrozados porque la roca agrede mucho”. Un peaje que se paga con gusto a cambio de las vistas: el mar como alfombra, el consuelo de las montañas isleñas.
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