Lo que dura la gloria

Hay victorias que duran toda una vida. Suelen ser las primeras. Las que no se esperaban. Las que llegaron en el momento en el que la gente más las necesitaba. Las que ayudaron a abrir los ojos y sirvieron de motivación a miles de personas. Sí, esto también se puede. Aunque nunca antes hubiera sucedido. Aunque pareciera imposible. Los que vengan detrás de ese éxito pionero tendrán, por lo menos, el mismo mérito deportivo, pero la gloria de permanecer en la memoria sentimental de la afición con un extra de nostalgia le corresponderá a los que golpearon primero. Eso sí, esa gloria durará, muy probablemente, lo que duren sus coetáneos.

El triunfo del ciclista Federico Martín Bahamontes en el Tour de Francia de 1959 supuso muchas cosas para España y, por extensión, para los españoles. Incluido el dictador Franco, al que una victoria en Francia, un 18 de julio —fecha en la que dio su golpe de Estado—, el año en el que el régimen había puesto en marcha su Plan de Estabilización, le llegó como una excelente campaña de comunicación. Tanto, que envió hasta 14 bandas militares de música para la celebración en Toledo de la victoria de Bahamontes. Para los españoles de a pie, significó que su país estaba realmente de vuelta al mundo exterior. También un chute de autoestima. Para las siguientes generaciones de ciclistas, algo parecido a la obsesión por las carreras por etapas. Y por la montaña.

Porque más allá de su histórica victoria en la ronda francesa, Bahamontes dejó un impresionante legado de victorias en las etapas de montaña, clasificación que lideró seis veces en la prueba gala, dos en la Vuelta a España y una en el Giro de Italia. Y, sobre todo, incrustó en la memoria de miles de personas, a golpe de pedal, aquellos poderosos ataques.

El águila de Toledo (Libros de Ruta) es el libro en el que el periodista británico afincado en España Alasdair Fotheringham repasa la trayectoria y vida del ciclista. Desde la infancia que nunca tuvo a la tienda de bicicletas que abrió una vez retirado. De sus victorias en las montañas, los recibimientos multitudinarios y la gloria de ser un ídolo mediático al liderazgo organizativo de la Vuelta a Toledo. De ser todo, a repartir octavillas con su foto y su palmarés para los nuevos aficionados, ajenos a sus logros. Una leyenda que sigue viva como se lo resumió un taxista toledano a Fotheringham: “¿Bahamontes? Hoy en día ya queda poca gente que sepa quién es, pero en sus días fue el más grande”.

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