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El impactante primer Tour de Bahamontes

Fue noticia en la ronda gala de 1954: “Así no ha subido nunca nadie, ni Coppi”, dijeron de él y L’Équipe le apodó ‘El Águila de Toledo’

Bahamontes en una subida del Tour de 1954.
Bahamontes en una subida del Tour de 1954.Keystone-France (Getty Images)

En vísperas del Tour 1954 se hablaba de la ausencia de Coppi, reñido con el organizador, y de Loroño, debutante y ganador de la Montaña en 1953, ausente por una mala caída. Se confiaba en Bernardo Ruiz, tercero en 1952. El equipo, de diez, llevaba un novel que prometía mucho en las cuestas: Bahamontes. Tenía 25 años y había dado grandes tardes en la Vuelta a Asturias y la Volta, y acababa de ganar la subida al Mont Agel, de prestigio internacional.

El Tour (Vuelta a Francia decíamos entonces, porque utilizar palabras extranjeras estaba mal visto y en los medios ni pensarlo) arrancaba con diez etapas llanas, que como era tradición en la época, provocaron descalabros entre los españoles. Alomar y Bernardo Ruiz se defendieron a medias, los demás, muy mal. Bahamontes se hizo fama de chorlito metiéndose en alguna larga escapada sin venir a cuento. No estaba donde se le pedía, rodando tranquilo para apoyar a Bernardo Ruiz hasta llegar a la montaña, donde ya podría lucirse. Era caprichoso y quejica, exigía, protestaba: “Siempre su cama era más dura y su filete el peor”, me decía años después Bernardo Ruiz. Enfadaba a los compañeros. A España llegaron rumores de disensiones, incluso de intento de marcharse de los hermanos gallegos Emilio y Manuel Rodríguez.

Al fin se llegó a la montaña, undécima etapa, el 19 de julio. Alomar iba el 16º, a 15′, Bernardo Ruiz el 23, a 17′, Bahamontes el 60, a 40′; el resto, perdidos más atrás. Al menos solo hubo una baja, Langarica, atropellado por una moto. “A ver qué hace hoy este, a ver si compensa tanta bulla”, comentaban entre sí Berrendero, director de equipo, y Bernardo Ruiz. El único puerto, el Aubisque, estaba a 135 kilómetros de la salida. La idea era llegar sosegadamente y volcarse en la subida, pero en cuanto vio la primera escapada de unos pocos se metió en ella y anduvo fugado 100 kilómetros. El pelotón les alcanzó, él se descolgó por un pinchazo, alcanzó a duras penas, tuvo otro pinchazo a pie de puerto y Massip le dio la rueda.

Entonces empezó la traca que resonó: tiró para arriba, fue recogiendo cadáveres, a un kilómetro de la meta alcanzó al grupito cabecero y entonces voló, dejándoles atrás con una facilidad nunca vista. Pero una vez ganada la cima, bajó muy despacio, por miedo a la niebla. Le pasó mogollón de gente. En el llano final se desfondó porque se había olvidado de comer. El héroe de la jornada llegó el 33, a más de 6 minutos, y agotado.

El día siguiente encadenaba Tourmalet, Aspin y Peyresourde. Esta vez Fede aguanta y sube con los mejores hasta que a un kilómetro de la meta se va con la misma extrema facilidad de la víspera y corona en cabeza para locura de muchos españoles con banderas que esperaban en la cima. En el descenso es rebasado, en el llano pierde terreno, entra en el Aspin retrasado… y remontando, remontando, consigue pasar cuarto. De nuevo pierde posiciones en el descenso y en el Peyresourde le toca recuperar. A un kilómetro de la cima pilla al trío mandón, Bobet, Bauvin y Mallejac y ahí los deja, con otra aceleración casi sobrenatural.

En su esfuerzo por seguirle, Bobet revienta. El trío llega a Luchon y Bahamontes es segundo. Ya es la noticia en el Tour: Así no ha subido nunca nadie, ni Coppi, sentencia la cátedra. El presidente de la Federación, Del Caz, y el Embajador de España, lo han seguido en el jeep de Goddet, director de L’Équipe. Al pie del Peyresourde este se disculpó: “Como Bahamontes se ha quedado, les dejo en el coche y yo voy en moto a seguir a Bobet”. ¡Y tuvieron que reembarcarle a un kilómetro de la cima!

Falta ver qué pasará en los Alpes. Y en los Alpes lo que pasa es lo de La Romeyère, cuando coronó en cabeza y se tomó un helado, porque una piedra escupida por un coche le rompió dos radios, la rueda le bailaba, tuvo que aflojar el freno para subir y esperó la ayuda técnica, que se retrasó. Eso hará leyenda. “Sube el primero y luego se sienta a tomar un helado para esperarles”. Y pasa también que se exhibe en más puertos, entre ellos el Galibier, techo del Tour. Y pasa que se queda en todos los descensos y recupera en todas las subidas.

El balance final asusta: de 22 puertos ha pasado 11 y bien colocado el resto. Gana la montaña con 95 puntos, por 53 de Bobet, segundo. Solo es el 25º en la general, penalizadísimo por los descensos y los esfuerzos mal controlados, pero es el nuevo ídolo en España y en Francia. L’Équipe le apoda ‘El Águila de Toledo’.

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