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El 9 de julio el Tour de Francia celebra San Federico Martín Bahamontes

El Águila de Toledo cumple 94 años y la ronda gala lo celebra: un estudio concluyó que los corredores de su época viven un 17% más que la población general

Carlos Arribas
Tour de Francia
Bahamontes, en el Tour de 1954.Keystone-France (Gamma-Keystone via Getty Images)

Cumple 94 años Federico Martín Bahamontes y durante la travesía de las montañitas jurásicas que separan y unen por el Este a Francia de los lagos suizos, en el Tour lo celebran. Desde Radio Tour, el responsable de la comunicación de la carrera se lo recuerda a toda la caravana y aplaude los seis reinados de la montaña del Águila de Toledo y su victoria final en el Tour del 59. San Federico, el alocado, el cabezota, un Pogacar quizás porque se empeñaba en ideas caprichosas y fantasiosas, aunque solo fuera por el placer de demostrar que siempre tenía razón, es el decano de los ganadores del Tour. El segundo más viejo de entre los vivos es el neerlandés Jan Janssen, que acaba de cumplir 82 años, 12 menos. Lucien Aimar, el francés de la Costa Azul que ganó el Tour de 1966, tiene 81, y el cuarto más viejo, al pie de este podio, es Eddy Merckx, 77 años en junio.

Pero solo Ferdi Kübler, el loco suizo ganador del Tour de 51 y muerto a los 97 años, puede rivalizar en longevidad como Bahamontes, ingresado desde hace meses en un centro sanitario de Valladolid. Son los dos únicos ganadores de Tour que han cumplido más de 90 años. Y solo otros cuatro, Maurice Garin, el primer ganador, en 1903, Lucien Buysse, Roger Lapébie y Gino Bartali, llegaron a cumplir más de 85.

Otro ciclista español que se ilustró en el Tour, el oriolano Bernardo Ruiz, El Pipa, cumplió 97 años en enero. Fue tercero en el Tour de hace 70 años, por detrás de Fausto Coppi y Stan Ockers, y en la mítica foto del Télégraphe en la que Coppi y su archirrival italiano Gino Bartali, se pasan un bidón de agua, allí, a su rueda, se intuye la sombra del robusto ciclista español, aún lúcido. En el Tour de 1951 ganó dos etapas. Corrió en La Perle, y sus maillots de merino y seda, con Darrigade y Anquetil y en el Faema con Van Looy. Y su edad, su 97 años, también los ha cumplido Raphaël Geminiani, que se hizo más famoso como director de Anquetil y de Julio Jiménez que como ciclista. De su misma quinta, de 1925, aunque cumplirá los 97 en diciembre, es el más viejo portador del maillot amarillo vivo, el francés Jacques Marinelli. Más de 100 años ya los ha cumplido, el 19 de julio, dentro de 10 días, serán 102, otro francés, Émile Idée, ganador de una etapa en el Tour de 1949, el primero de Coppi. Ningún vencedor de etapa más viejo que él.

Sus largas vidas confirman la tesis avanzada hace una decena de años en el estudio de los fisiólogos de la Universidad de Valencia José Viña y Fabián Sanchís Gomar, de que ser corredor de Tour es sinónimo de longevidad y calidad de vida. Los investigadores efectuaron un análisis demográfico que comparaba la vida y la muerte de 834 corredores franceses, belgas e italianos nacidos entre 1892 y 1942 y que terminaron al menos un Tour entre 1930 y 1964, con la del resto de la población de esos países. El resultado es nítido. Mientras el índice de supervivencia de la población general es del 50% a los 73,5 años, casi el 70% de los participantes del Tour aún estaban vivos a esa edad, y el índice del 50% lo alcanzaban a los 81,5 años, lo que significa, según los autores, un 17% de incremento en longevidad media.

“Quizás por todas las noticias negativas asociadas al dopaje, la creencia general era que el Tour era malo para la salud, pero hemos medido lo que viven los corredores del Tour entre los años 1930 y 1964. La curva demuestra que los corredores del Tour viven más que la población general. Este estudio, publicado en el International Journal of Sport Medicine, rompe el paradigma”, explicaba en EL PAÍS el catedrático José Viña.

Una de las razones de esta longevidad la avanza el fisiólogo de la Universidad Europea Alejandro Lucía. “En el paleolítico se modeló nuestra huella genética, y los ciclistas, que son unos exagerados, miles de años después no solo la mantienen, sino que la han corregido para aumentarla”, explica Lucía. “Durante una etapa del Tour, un ciclista puede gastar hasta 6.000 u 8.000 calorías. Por mucho que coma es muy difícil, claro, que recupere lo gastado, así que acaban el Tour en los huesos”. Muy delgados y muy sanos, como Bahamontes, que, hasta que la pandemia rompió sus rutinas en 2020, y ya había cumplido 91, llevaba una vida plena y activa.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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