Ruud, las pistas y el mal ejemplo de nuestro deporte
Que las admirables características de Casper no basten para atraer la atención del aficionado demuestra que ha perdido el interés por el juego a favor de lo más accesorio


Todos los torneos del circuito tenístico profesional, y con mayor magnitud los Grand Slam, cuentan con pistas de muy distinto rango. Las más modestas, de pequeña grada para el espectador, albergan los partidos de los jugadores peor clasificados en ambos cuadros. Los grandes estadios, en cambio, tienen personalidad propia, reconocimiento mundial y el prestigio de haber acogido todas las finales de nuestro deporte.
La Arthur Ashe, la más grande del mundo, es una de las más reconocidas del tour junto con la Philippe Chatrier de Roland Garros, la Rod Laver Arena del Open de Australia y La Central de Wimbledon. No hace falta explicar que son estas, y las que les siguen en aforo, las que están reservadas para los mejores jugadores del momento, los que ocupan las primeras plazas de la clasificación mundial o para tenistas, como ha sucedido este año, como Serena Williams que lógicamente ha jugado todos sus partidos en la pista principal por su anunciada retirada y, por supuesto, como merecido tributo a su gran trayectoria.
De igual manera sería impensable que Roger Federer, por poner un ejemplo que se dará cuando vuelva a las pistas, fuera relegado a jugar en canchas de menor importancia por el hecho de que haya perdido su posición en la clasificación.
Por eso, me quedé sorprendido hace unos días cuando después del entrenamiento del jugador con el que colaboro, Felix Auger-Aliassime, con Casper Ruud, el padre de este último me comentó amargamente cómo su hijo, siendo el quinto cabeza de serie y uno de los aspirantes al trono mundial el próximo lunes se veía desplazado a jugar su partido en la pista 12, la quinta en entidad en el Corona Park.
Creo, sin duda, que es una falta de consideración a los méritos adquiridos por este gran jugador noruego dentro de las pistas en los últimos años. Evidentemente, entiendo que los responsables del torneo tienen que ser algo solícitos con los jugadores que levantan más expectación y que atraen las miradas de los aficionados, pero no sé si hasta el punto tan poco ético de mandar al quinto preclasificado a pistas tan poco relevantes y que este tenga que ver cómo su lugar es sustituido por jugadores que crean admiración no solo por su juego, sino sobre todo por sus continuos desplantes y conductas poco ortodoxas.
Casper Ruud es, sin duda, uno de los jugadores con un comportamiento más modélico del circuito profesional. Nunca le he visto un desaire a sus oponentes ni una mala cara a su propio equipo. Su progresiva y sólida evolución lo ha llevado a ser el gran tenista que es en la actualidad: un deportista muy completo, sin puntos débiles, dueño de uno de los mejores golpes de derecha del circuito y con la capacidad de ejecutar puntos de gran brillantez. Su seriedad durante los partidos garantiza, además, que jamás bajará los brazos ni defraudará al público. Y es además, por si lo han olvidado los dirigentes del US Open, el vigente finalista de Roland Garros.
El hecho de que en un partido de tenis no prevalezcan los golpes ejecutados por los jugadores, sus desplazamientos en la pista o las estrategias elegidas para ganar los puntos, creo que habla bastante mal de los dirigentes de nuestro deporte.
Que las admirables características que reúne un jugador como Casper no basten para atraer la atención del aficionado demuestra que éste se ha convertido en un simple espectador que ha perdido el interés por la esencia del juego a favor de lo más accesorio o llamativo. Probablemente, un reflejo más de la sociedad en la que vivimos, donde en demasiadas ocasiones damos más valor a lo que menos lo tiene.
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