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Kyrgios aparta a Medvedev de Nueva York (y del número uno)

El australiano, finalista en Wimbledon, derrota al defensor del título (7-6(11), 3-6, 6-3 y 6-2) y reafirma su voluntad ganar un grande: “Antes salía por ahí cada noche”

Kyrgios celebra la victoria contra Medvedev en la Arthur Ashe de Nueva York.Foto: DANIELLE PARHIZKARAN (USA TODAY SPORTS) | Vídeo: Reuters
Alejandro Ciriza

Nick Kyrgios clava la mirada al frente y se encoge de brazos. Acaba de sentenciar con un ace a Daniil Medvedev, al que asesta una doble estocada fulminante: aparta al ruso de la lucha por el título –que defendía tras el éxito del año pasado, en el que se impuso a Novak Djokovic– y lo destrona. Es decir, a partir del próximo lunes habrá nuevo rey. El 7-6(11), 3-6, 6-3 y 6-2 (en 2h53) que culmina su plan redibuja el torneo neoyorquino y reduce la carrera por ocupar la poltrona mundial a tres nombres: Rafael Nadal, Carlos Alcaraz y Casper Ruud. Uno de ellos será el nuevo número uno.

Kyrgios descabalga al campeón de hace un año y hace toda una declaración de intenciones: sí, la cosa va en serio. Ya lo insinuó a principios de verano en Wimbledon, donde logró aterrizar en la final y solo pudo ser detenido por Djokovic, y reafirma su voluntad –más o menos duradera, fugaz o no, ya se verá– de convertirse en un tenista de verdad y responder a aquellas expectativas que genera su enorme potencial. Kyrgios sigue siendo Kyrgios. Continúa el show y deja alguna que otra salida de tono, pero al parecer no va de farol. Los hechos de los dos últimos meses así lo confirman.

El australiano, de 27 años, decidió borrar de su calendario la gira sobre tierra batida y concentrar sus esfuerzos en la hierba inglesa y el cemento norteamericano. De momento, la apuesta no le ha salido nada mal, toda vez que es el jugador que más triunfos (26) ha registrado desde junio; obtuvo una recompensa en Washington –ATP 500, por debajo de los majors y los miles en el baremo–, se abrió paso en el santuario de Londres y progresa ahora con convicción en Flushing Meadows, donde se postula a lo máximo. El siguiente escollo para él será Karen Khachanov, verdugo de Pablo Carreño.

“Hoy he jugado muy bien; de hecho, lo he hecho durante los dos últimos meses”, se congratula. “Todavía estoy tratando de descubrir cuándo hice clic en mi cabeza. Intento trabajar duro cada día, ir a cada entrenamiento, dormir bien... Antes, probablemente estaría por ahí cada noche. Tengo una gran novia que me ayuda, ya sabes, y mi equipo. Es todo por ellos”, prosigue a pie de pista, después de plantear una tormenta cuasi perfecta (57 golpes ganadores) y dejar una escena insólita, al rematar de manera innecesaria una bola que no entraba invadiendo el otro lado de la pista. La normativa lo prohíbe, claro.

De nuevo, lo absurdo

“Todavía no me creo lo que ha pasado en ese punto. Pensaba que era legal. Va a salir por todas partes y voy a parecer un idiota”, dice. La reacción de Medvedev, el graderío y la jueza ha sido de incredulidad. Es la nota surrealista (y absurda) de un partido que decanta con autoridad y que incide en su preponderancia sobre el ruso, al que ha batido cuatro de las cinco veces que se han cruzado; dos en menos de un mes.

Dotado de unas condiciones superlativas en el tiro, su mecánica deja mucho que desear, y desde ese ángulo su juego se resiente. Lo fía todo a la inspiración y la improvisación, aunque si coge ritmo es complicado frenarle. Peleado con el mundo –“muchos entrenadores me decían que no iba a ser bueno”–, ha mejorado pero su comportamiento sigue dejando mucho que desear. Sin ir más lejos, en la segunda ronda lanzó un salivazo a la pista porque, alegó, “olía a marihuana” y es asmático, así que le costaba respirar cuando corría de un lado a otro.

No obstante, Kyrgios nunca ha sido ni mucho menos un ejemplo de profesionalidad. Ha confesado en numerosas ocasiones que ha pasado largas temporadas sin entrenarse, e incluso se jacta de ello. Durante el pulso con Medvedev no duda en sacar un refresco gaseoso —nada de bebidas isotónicas— y dar un largo sorbo cuando el partido atraviesa por un tramo decisivo. También se recuerda el polémico episodio de hace tres años en Wimbledon, cuando antes de enfrentarse a Nadal en la segunda ronda fue captado en el pub más popular de la zona (el Dog & Fox) entre chicas y cervezas.

“Llevo fuera de casa cuatro meses, todos tenemos familias que queremos ver y no quiero decepcionarles”, asegura, habiéndose garantizado su presencia entre los 20 mejores del circuito. “Este es el último viaje antes de regresar a Australia. Voy partido a partido, aunque quiero llegar hasta el final si es posible”, continúa, “pero no voy a pensar en ello. Estoy contento por mostrar al fin a Nueva York mi talento; no he tenido grandes viajes en esta ciudad ni he jugado muy buen tenis [su límite es la tercera ronda], así que estoy feliz por poder mostraros el trabajo y la dedicación. Me ha costado 27 años”.

MEDVEDEV Y EL AIRE ACONDICIONADO

A. C. | Nueva York

En sentido opuesto al de su ejecutor, Medvedev abandonaba las instalaciones contrariado. “Es una pena, pero hoy estaba un poco enfermo, es la verdad. Creo que es por el aire acondicionado que ponen aquí, es una locura”, argumentó el de Moscú, que esta temporada solo ha podido celebrar un título menor en Los Cabos (México); “pero no quiero que suene a excusa en absoluto; Nick jugó muy bien, ya me ganó en Montreal y allí no estaba enfermo. Pierdo el número uno, sí, pero tampoco voy a irme a llorar a mi habitación. Me motiva para hacerlo mejor”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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