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Colombia pierde la sede de la Copa América en medio de las protestas

La Conmebol anticipa que reacomodará los partidos que se iban a disputar en territorio colombiano. Argentina sigue en pie como organizador

Santiago Torrado
Jugadores de la selección colombiana al final del partido por eliminatorias que perdieron 6-1 frente a Ecuador, en Quito, el pasado noviembre
Jugadores de la selección colombiana al final del partido por eliminatorias que perdieron 6-1 frente a Ecuador, en Quito, el pasado noviembre.Rodrigo Buendia (AP)

El estallido social de Colombia ha terminado por llevarse por delante la sede de la Copa América. La Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) ha rechazado este jueves casi de inmediato la petición de último momento del Gobierno de Iván Duque, que solicitó que se pospusiera el torneo al final de una jornada en la que varios medios habían anunciado, sin confirmación oficial, que era inminente la decisión de que se dispute solo en Argentina, el otro coanfitrión.

“Por razones relacionadas al calendario internacional de competiciones y a la logística del torneo, resulta imposible trasladar la Copa América 2021 al mes de noviembre”, señaló la Conmebol en un breve comunicado que publicó en su página web. Después de agradecer el “entusiasmo y empeño” del presidente Duque, apuntó que informará en los próximos días la “relocalización” de los partidos que debían disputarse en Colombia, sin llegar a confirmar si Argentina asumirá la totalidad de esas citas.

“El Gobierno de Colombia solicitará formalmente a la Confederación Suramericana de fútbol, a través de la Federación Colombiana de Fútbol, el aplazamiento de la Copa América”, había declarado poco antes desde Bogotá el ministro del Deporte, Ernesto Lucena, sin aludir a las movilizaciones sociales. “Creemos que lo más importante en un evento de esta magnitud es el aforo de público”, añadió escudándose en los estragos del coronavirus. La imposibilidad de los hinchas en los estadios “hace que la Copa no sea un evento con el que todos soñamos”, razonó a la salida de una reunión con otros miembros del Gabinete en la Casa de Nariño, la sede de Gobierno. La respuesta no se hizo esperar, con lo que la Conmebol le puso punto final al improbable anhelo del Ejecutivo de Duque, cercado desde hace tres semanas por las protestas.

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A pesar de la crisis, el Gobierno había insistido en la necesidad de que el país andino albergara el próximo mes el torneo de selecciones más antiguo del mundo, al que veía como un factor de unión en medio de la zozobra. Cuando la organización del torneo se había puesto en duda, Duque había defendido que era parte del difícil proceso de reactivación económica después del embate del coronavirus. “Sería absurdo que no se juegue la Copa América acá cuando sí se va a jugar la Eurocopa”, llegó a afirmar el mandatario cuando las protestas apenas cumplían su primera semana, pero la situación ha escalado desde entonces.

Aunque el presidente argentino, Alberto Fernández, se había mostrado algo menos entusiasta de organizar el torneo en medio de la pandemia, el martes insinuó que su país podía ser la única sede. “Si cumplen todos los protocolos, nosotros estamos dispuestos a ver la posibilidad de organizarlo solos”, le dijo a Radio 10. Argentina, sin embargo, tampoco lo tiene fácil. Este mismo jueves anunció un confinamiento de nueve días para evitar el colapso hospitalario y el alcalde de Buenos Aires se ha mostrado en desacuerdo con que se juegue en los estadios de la capital.

La inédita Copa América de Colombia y Argentina, que por primera vez se iba a disputar en dos sedes de dos países diferentes, está programada entre el 13 de junio y el 10 de julio, pero sigue cargada de incertidumbre. Aunque ambas naciones afrontan un momento crítico de la pandemia por el repunte de casos, lo que ya había sembrado dudas sobre la viabilidad del torneo, fue la delicada situación interna de Colombia la que terminó por frustrar los sueños del Gobierno. El país acumula medio centenar de muertos en el marco de todo tipo de protestas, disturbios y enfrentamientos entre manifestantes y policías.

Lo deportivo ha pasado a un segundo plano. La semana pasada, varios partidos de la Copa Libertadores de clubes se disputaron en medio de interrupciones por los gases lacrimógenos que llegaban desde la calle, en unas imágenes que se transmitieron en directo a todo el continente. El duelo entre América de Cali y el brasileño Atlético Mineiro tuvo que detenerse en cinco ocasiones, y el enfrentamiento entre Junior y el River Plate argentino también estuvo suspendido por varios minutos, ambos en la ciudad caribeña de Barranquilla. En Pereira, el juego de Atlético Nacional de Medellín y Nacional de Uruguay empezó una hora tarde por los manifestantes. Incluso las barras de los clubes colombianos se han sumado a las protestas para reclamar que no se realice el torneo.

El propósito manifiesto de esta inusual edición ha sido homologar calendarios de modo que pase a disputarse en paralelo con la Eurocopa. Como el torneo europeo de selecciones, también debía disputarse el año pasado y ya fue postergada hasta 2021 por la pandemia. Después, a poco más de un mes de que rodara el balón, Colombia entró en ebullición por una amalgama de reivindicaciones y movilizaciones sociales que acabaron por trastocar los planes de los dirigentes, que hasta esta semana insistían en que la sede estaba en firme. Colombia pretendía albergar 15 partidos, incluida la final en Barranquilla.

Desde la irrupción del coronavirus hace más de un año, las medidas de varios Gobiernos sudamericanos para contener su propagación –como restringir el ingreso de extranjeros a sus países, cerrar fronteras y prohibir eventos masivos– han tenido un fuerte impacto sobre las competencias regionales. Un efecto dominó que ya había alcanzado también tanto a la Libertadores como a las eliminatorias al Mundial de Catar 2022, que marchan con retrasos. La octava fecha, en la que Colombia debería recibir a Argentina precisamente en Barranquilla el próximo 8 de junio, también permanece teñida de incertidumbre.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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