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Los abusos, la peor cara del deporte

En los últimos dos años dos entrenadores han sido condenados por delitos sexuales a menores; los procedimientos penales han incrementado y los expertos alertan sobre el caldo de cultivo en el ámbito deportivo

Una gimnasta en un entrenamiento.
Una gimnasta en un entrenamiento.Thomas M. Barwick (Getty Images)
Eleonora Giovio

En los últimos dos años dos entrenadores han sido condenados a más de 15 años de prisión por abusos sexuales a menores. Miguel Ángel Millán, técnico de atletismo, abusó de dos atletas menores a los que entrenaba en Tenerife y de once más que declararon como víctimas-testigos en el juicio (entre ellos el subcampeón olímpico en Barcelona 92, Antonio Peñalver). No pudieron denunciar porque los delitos habían prescrito, pero su testimonio fue fundamental. Millán fue condenado en febrero de 2019. Carlos Franch, entrenador de gimnasia artística de Betxí, un pequeño pueblo de la provincia de Castellón, también abusó durante más de dos décadas de 12 gimnastas, algunas menores de 13 años. Se dictó sentencia a finales de noviembre. Ambos están en la cárcel. Ambos utilizaron su poder para cometer tales acciones durante años y años: en el silencio y con la indiferencia de las federaciones. ¿Estas dos históricas sentencias en tan poco tiempo pueden marcar un cambio en el deporte español? ¿Los deportistas están perdiendo el miedo a denunciar?

Carolina Lluch es fiscal de menores en la Audiencia Provincial de Castellón, en los últimos diez años se ha encargado de formular acusación en varios procedimientos de abusos sexuales y es la que dirigió la acusación contra Franch. “Quiero pensar y quiero creer que sí, que estas dos sentencias y el esfuerzo de esas niñas y niños sirvan para algo. El gran éxito de este procedimiento, además de la condena, es: primero que a las víctimas se les haya escuchado y luego visibilizar lo que está pasando en el deporte, un ámbito que consideramos súper sano y que, desgraciadamente, en algunas ocasiones no lo es. Da pena e indignación que salgan estas cosas en el deporte porque el deporte es solidaridad, compañerismo…”, explica en conversación telefónica. Igual de incómodo es, por ejemplo, cuando se hacen públicos los abusos de la Iglesia.

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“Visibilizar y difundir es extremadamente importante porque hay cosas que la sociedad tiene que saber: tiene que saber que se está denunciando. No sólo lo tiene que saber la víctima, también los agresores. Tienen que saber que la fiscalía existe, que las sentencias condenatorias existen y que si abusas sexualmente de menores te pueden condenar a 15 años y medio de prisión. Hay que ser contundente, no podemos pasar por encima de estas cosas”, añade Lluch.

Esta fiscal es madre de dos hijos deportistas y recuerda cómo por las mañanas asistía a las declaraciones de las menores que habían sido víctimas de abusos en el Club Gymnàstic de Betxí y por la tarde llevaba a sus niños a judo.

La instrucción del proceso a Carlos Franch estuvo precedida por dos casos más de abusos a menores: niñas que residían en centros de protección y eran captadas por personas mayores para abusar sexualmente de ellas y menores con antecedentes delictivos que sufrieron abusos por parte de un policía. Los tres han concluido con sentencia condenatoria y los acusados están en prisión. Lluch reconoce que está habiendo un incremento de denuncias. “No porque haya más delitos porque, por desgracia, se comenten en la sombra, sino porque los menores son más conscientes de que pueden pedir y recibir protección. Hay una sensibilización más grande y una concienciación mayor por parte de la sociedad”.

De 641 a 1.833 procedimientos penales en cinco niños

De 2020 todavía no hay datos que reflejen ese aumento de denuncias porque la memoria anual de la Fiscalía General del Estado se está elaborando en estos momentos. La última, sin embargo, publicada en otoño, recoge un incremento considerable de procedimientos por abusos sexuales a menores (aunque no distingue en qué ámbitos). En 2019 fueron 1.833, por los 1.185 de 2018, los 935 de 2017, los 795 de 2016, los 664 de 2015 y los 641 de 2014. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), uno de cada cinco menores sufre abusos sexuales antes de cumplir los 17 años. El deporte no es ajeno a eso.

Por cada procedimiento que se instruye hay, lamentablemente, otros muchos que no porque las víctimas no se atreven a denunciar. Y otras/os que ni consiguen verbalizarlo porque ni siquiera son conscientes de que lo están sufriendo. El abuso sexual es un delito que se comete en la sombra, bajo la ley del silencio y el chantaje emocional. Condiciones que en el deporte tienen su caldo de cultivo. “Sobre todo cuando hay una asimetría de poder porque de los entrenadores dependen los logros deportivos de los críos y crías. Y los que abusan lo saben y utilizan la amenaza y el silencio. Por cada niña/o que habla o denuncia hay muchas otras que no, desconocemos muchas cosas que pasan en los clubes, en los centros de alto rendimiento y de tecnificación. En la violencia de género estamos muchos más concienciados ahora, si hay un vecino que ejerce violencia sobre su mujer, llamamos. Sabemos que tenemos que llamar. Pero en el deporte no, nos cuesta mucho trabajo. No se quiere ver lo malo del deporte, no se quiere ver que es terreno propicio para los abusos… y si no se habla de abusos; pues no hay abusos”, reflexiona Ana Arazo psicóloga experta en mujeres y deporte profesional y en abordaje psicosocial de la violencia sexual. Arazo conoce el ambiente de los Centros de Alto Rendimiento porque trabajó en ellos.

María Martínez, psicóloga que trabaja con deportistas de élite (Carolina Marín entre otras, además de triatletas, del equipo de tiro con arco, balomano, surf) cuenta, que, efectivamente, es un tema del que se habla poco. “Es algo que cuesta mucho abordar y no se aborda a no ser que haya sospecha de algo. Es hasta difícil empatizar con las víctimas porque a la mente le resulta casi imposible pensar en la cantidad de daño que podría recibir vivir esa situación”, explica.

Lluch, que ha llevado casos de abusos sexuales a menores de distintos ámbitos, dice que lo que más le ha llamado la atención de los abusos sexuales dentro del ámbito deportivo es el exceso, tal vez, de confianza. “En los anteriores procedimientos (el de las niñas de los centros de menores o los niños víctimas del policía) no tenemos dudas de que las víctimas, además de ser menores, se encontraban en un situación de vulnerabilidad o de riesgo. En cambio, en el deporte cuesta más pensar que igual concurren esas circunstancias. No se nos tiene que olvidar que estos delitos afectan a cualquier clase social, a cualquier nivel cultural y a cualquier persona. El padre o la madre que llevan a sus niños a un club deportivo entienden que los valores del deporte van a estar por encima de todo; y, en este caso, no ha sido así”, analiza.

Ella, que asegura que nunca se ha encontrado la puerta cerrada en la sala de entrenamiento de sus hijos, dice que puertas y ventanas tienen que abrirse de par en par. Algo tan sencillo que, en algunos pabellones –como el de gimnasia del CAR de Madrid, por ejemplo- no sucede. La tutora que reside con las gimnastas en la Blume, sin ir más lejos, no tiene acceso. “Si no están haciendo nada malo, las puertas tienen que estar abiertas para todo el mundo. Y si no, ponemos una cámara y grabamos los entrenamientos de todos los días. A ver si hay alguien se atreve a decirle a un niño/a: ‘eres una caca de la vaca, eres una mierda, te voy a arruinar la vida, soy un espejo y rebota, rebota”, argumenta la fiscal. Frases que las gimnastas de Betxì, por ejemplo, escuchaban día sí y otro también.

“El deporte no mira”

“El problema es que los entrenadores solamente ven atletas, futbolistas, gimnastas, nadadoras… y no es así. Son niños y niñas que practican deporte y tienen un montón de ámbitos de desarrollo; sea en un centro de alto rendimiento o en el equipo del pueblo. Si sólo los vemos así, sólo utilizaremos ese perfil y cuando no nos sirva, los vamos a desechar. Hay dos frases que más se repiten en el deporte y que a mí me sacan de quicio: nunca ha pasado nada y siempre lo hemos hecho así. No es que en el deporte se mire para otro lado en el tema de los abusos, es que directamente no se mira, no existe esa mirada”, afirma Iñaki Alonso, responsable de protección a la infancia en el Athletic (club pionero en contratar a un delegado de protección).

lonso ha trabajado toda su vida en derechos de la infancia llevando proyectos en Save The Children, UNICEF y ACNUR y cree que estamos todavía en una fase muy inicial para que los entornos deportivos sean espacios libres de abusos. “Proteger no significa sobreproteger. Significa tener un espacio de franqueza, confianza y libertad para exponer los problemas, resolverlos y darles soluciones a los niños. Explicarles decisiones que en ocasiones no van a ser completamente alineadas con sus deseos”, insiste.

Después de la sentencia a Carlos Franch, dos gimnastas de rítmica del CAR de León denunciaron trato vejatorio y lo hicieron público. Un canterano del Valencia, también menor de edad, ha denunciado a Pedro Cortés, ex presidente del club, por haber, presuntamente, abusado de él. Dar el paso no es nada fácil. “A mi despacho han venido menores a contarme abusos, pero luego no han querido denunciarlos. Porque sienten vergüenza, se dan asco a sí mismos. Y lo peor: piensan ¿quién me va a creer a mí que soy una cría?”, cuenta Lluch. Y recuerda los llantos de las víctimas de Betxì que denunciaron siendo ya mayores. “Carolina es todo por mi culpa, si hubiera denunciado, esto no habría pasado”, cuenta que le repetían.

Culpabilidad y vergüenza

María Martínez, psicóloga deportiva, corrobora lo complicado que es el proceso interior con el que lidian las víctimas de abusos sexual. “La mente está preparada para sobrevivir y para protegernos de los peligros, del daño y del sufrimiento y cuando vivimos situaciones de ese tipo y continuadas en el tiempo, la mente tiende a cerrar, aparcar. Sabes que lo estás viviendo, pero no te sientes capaz ni de pensar en ello; ni mucho menos de hablarlo. Lo vives y lo sufres y encuentras algún mecanismo de supervivencia en ese momento y convives con el agresor en una relación de intimidación. Tu valía está condicionada a que esta persona te haga caso y cuando te hace caso te hace daño. Es un circulo dificilísimo. Cuando la víctima se hace consciente de ello, se avergüenza; y cuando sientes vergüenza lo último que quieres es contarlo, quieres que te trague la tierra”, describe.

Las contundentes e históricas sentencias a Millán y Franch han dejado claro que los delitos de abusos sexuales tampoco quedan impunes en el ámbito deportivo. ¿Qué se puede hacer para erradicar el problema de raíz y hacer que el deporte sea un espacio sí de exigencia pero saludable y libre de abusos? “Los protocolos sirven si se aplican; hay que formar en educación sexual y en protección. Si tú tienes a niños que saben que su cuerpo no se toca y con herramientas de prevención de abusos sexuales, otro gallo cantaría. Reduciríamos el porcentaje de abusados porque hablarían antes, porque los padres estarían más atentos, porque habría instituciones más pendientes y preocupadas. Es un problema sistémico en el que todos tenemos que poner su granito de arena”, apunta Arazo.

Iñaki Alonso está de acuerdo. “Lo que falta es un compromiso y una responsabilidad real por parte de los agentes que nos movemos en el mundo del deporte de base para asegurar el bienestar de los niños y de las niñas. Soy muy radical, pero creo que todas las personas que se mueven alrededor del deporte de base de cualquier nivel, competitivo o de barrio, tienen que tener una formación mínima en materia de prevención”.

Lluch reconoce que es un trabajo de todos. “Claro que a los cuerpos policiales les dolió mucho ver que había un policía que había abusado de menores. Claro que a la administración autonómica de la Comunidad Valenciana le dolió saber que hubo señores que estaban yendo a los centros a captar a niñas. ¿Pero qué es lo que está pasando ahora? Que ante cualquier tipo de comportamiento extraño se denuncia y la maquinaria se pone a funcionar. En Castellón estamos todos en alerta; la sección de menores [de la fiscalía] visita los centros, a veces les damos charlas, y en algunas ocasiones tras una charla deciden denunciar que han sufrido abusos. ¡Es que para eso vamos! La fiscalía en estos delitos es una desconocida; es un trabajo muy de pico y pala, de estar a disposición de”, apunta. ¿Y el deporte? “A las niñas y niños les dará seguridad cuando la información se la de la Federación… porque entonces entenderán que la federación está para protegerlos”, concluye


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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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