Ona Carbonell: “La conciliación en el deporte no existe”
La nadadora y excapitana del equipo de sincronizada aspira a clasificarse para los Juegos de Tokio seis meses después de ser madre
Ona Carbonell (Barcelona, 30 años) asegura que antes de entrar en Masterchef su plato estrella era la ensalada: “No sabía hacer nada más”. Pero aplicó en la cocina la misma disciplina, tozudez, orden y ambición que le encumbraron dentro de una piscina. Su embarazo y posterior maternidad han seguido las mismas pautas. No hace ni seis meses que nació su primer hijo, de nombre Kai, y la nadadora de sincronizada ya es una experta madre multitareas que cuida, amamanta y se entrena para clasificar al equipo español para los Juegos de Tokio.
Cuando decidió tomarse un descanso en verano de 2019 —”toda mi vida había priorizado la sincronizada; me di cuenta de que no estaba disfrutando de la familia”—, Carbonell no contaba con volver para disputar una competición a la que ya había renunciado. Cosas del coronavirus. Su regreso será más pronto de lo que imaginó. Estará en el Preolímpico a primeros de mayo y aspira a competir en sus terceros Juegos.
La excapitana del equipo nacional de sincronizada —con el récord femenino de 23 medallas en los Mundiales de natación; 37 en total entre Juegos, Mundiales y Europeos—, prácticamente no tiene horarios, cansada y ojerosa de tan pocas horas de sueño y descanso que le ofrece a su cuerpo. A las 7.30 ya está en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat; y a las 13.30 vuelve a casa, en el Masnou, en Barcelona.
Quiso que Kai se alimentara solo de leche materna. Y eso es sacrificado. “Un show”, dice. “Me paso todo el día con el sacaleches. Me entreno tres horas, salgo del agua, me enchufo el sacaleches, congelo la leche en una nevera que tengo al lado de la piscina y me vuelvo a tirar al agua. Mientras, en casa, a Kai le dan biberón. Y yo cada vez que me saco leche me tengo que meter un batido de proteínas porque acabo muerta”. Optar por la lactancia materna exclusiva ha sido lo más difícil, confiesa ella, que mantiene la charla con EL PAÍS por videollamada y con el bebé al pecho.
“No hay prácticamente casos de deportistas de élite que volvieran tan rápido a entrenarse y mucho menos así”, concede. Dar el pecho complica la organización y afecta a su estado físico: las hormonas prolactina y oxitocina, disparadas en una madre lactante, potencian la flexibilidad, pero también implican un mayor riesgo de lesión. Ella no se queja. Solo pretende visibilizar el momento que está atravesando, intentar que cambien algunas cosas: “La maternidad es todavía uno de los hándicaps que tiene la mujer en el deporte. Quedarse embarazada no es una lesión. Hablé con otras deportistas, con mi amiga Teresa Perales [también nadadora], por ejemplo; se quedó sin ingresos, sin nada, no tenía ni un carril para nadar, nadie confiaba en ella. Me di cuenta de que eso de la conciliación en el deporte no existe”.
Y asumió su maternidad como un nuevo reto. “Quería volver a competir después del parto como reto deportivo, pero sobre todo como un deber moral”. Su posición y estatus a ella sí se lo permitían.
Apoyo y planificación
Todos sus patrocinadores la apoyaron y la federación le puso todas las facilidades. La entrenadora del equipo nacional, Mayuko Fujiki, le dejó las puertas abiertas para regresar en cuanto se sintiera preparada; siguió su vuelta a las piscinas al mes y medio de dar a luz y coordinó todo el trabajo con el preparador físico, Juan José Andújar, que se formó a conciencia para recuperar a la deportista con rapidez y seguridad, sin descuidar un solo detalle. Ona empezó entrenándose en casa para facilitar la conciliación y hasta alquiló un carril en la piscina municipal de El Masnou, por donde se la vio correr por la playa con carrito y bebé incluidos.
“Aun así, la de hándicaps que tienes desde el punto de vista económico y de logística son bestiales. En casa hemos tenido que contratar a una persona para que cuide de Kai. Yo estoy siete horas fuera y mi pareja también trabaja; llego a casa destrozada, no puedo ni mover el brazo de lo agotada que estoy físicamente, no duermo por las noches… Hacer lavadoras ya es un imposible”. Los viajes son otro problema añadido. Cuando se reincorporó a la disciplina del equipo, en diciembre, fue a una concentración en Canarias. Y lo hizo con su bebé de cuatro meses. “Nadie te financia todos esos gastos. Es una pasta”, cuenta.
Por suerte, la nadadora contó con el entusiasmo de Mayu y Juanjo. De hecho, la primera reunión a tres bandas para planificar su regreso se celebró antes incluso de dar a luz. “Si mi entrenadora y mi preparador no hubieran puesto tanta pasión, esto hubiera sido imposible. Psicológicamente estaba cagada. Acababa de ganar más medallas que nadie en la historia de los Mundiales y me daba cosa quedarme embarazada por lo que fuera a pensar la gente. Todo cambia cuando tu entrenadora te dice: ‘da igual que hayas parido, que hayas estado meses con un barrigón, que tengas un bebé, volverás a estar como estabas”.
Y ha vuelto.
“Después del parto tenía michelines y celulitis. Tenía la barriga súper fofa”, confiesa. No podía hacer fuerza abdominal (esencial en la sincro), se sentía impotente; pero adaptó los movimientos a su condición postparto. Hoy, tras una recuperación exprés, ha mejorado en altura: “Floto más, quizá porque tengo más grasa”, ríe. Y aunque dice no ser “la Ona de Corea”, por esos últimos Mundiales de los que regresó con tres medallas, técnicamente se sintió muy bien desde el primer día. Eso sí, le cuesta más recuperarse tras los esfuerzos. “Antes, al volver a casa, me sentaba en sofá y me ponía hielo en las piernas. Ahora tengo a Kai, que pesa siete kilos. ¡A ver quién lo coge!”.
Claro que no está sola. Este es un proyecto que comparte con Pablo Ibáñez, su pareja. Exgimnasta, siempre estuvo ahí cuando a Ona le entraron las dudas y le atacó la culpa: “Hace tiempo que mi madre me recordó que cuando yo tenía tres meses y medio ella estaba operando en el hospital y haciendo guardias. ‘No eres la única’, me dijo. Sé que hay mujeres con niños muy pequeños que trabajan, pero he tenido mis momentos. Mi marido me ha hecho ver que tengo que sentirme orgullosa. Cuando Kai sea mayor esto habrá sido un reto muy bonito”.
Los precedentes de Serena Williams y Allyson Felix
Al igual que hizo antes de entrar en las cocinas de 'Masterchef', Ona Carbonell estudió el terreno en el que se metería al querer compaginar maternidad y deporte. Visionó a conciencia el documental 'Being Serena', en el que la tenista Serena Williams relataba las dificultades que vivió en el postparto y el regreso a las canchas. Y asumió que aunque había unos cuantos precedentes, mantener la lactancia no sería fácil. La misma Serena confesó que se vio forzada a dejar la lactancia porque no conseguía bajar de peso ni recuperar su estado físico. Como Williams, que volvió cuatro meses después de dar a luz, otras deportistas trabajaron en esa conciliación casi imposible. Como la kayakista Maialen Chourraut, madre en 2013 y oro olímpico en Río 2016; y la piragüista Teresa Portela, madre en 2014 y sexta en Río.
En los últimos años, grandes atletas han peleado con su ejemplo para defender sus derechos como deportistas y madres. El verano pasado, la campeona olímpica Allyson Felix ganó la batalla a Nike, que finalmente asumió su deber de proteger a las deportistas en 18 meses de embarazo y maternidad. En ese tiempo ya no podrá ni rescindir el contrato ni reducir los ingresos de sus representadas.
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