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Ona Carbonell: “Es un reconocimiento para la mujer estar ahí con Phelps y Lochte”

La nadadora española explica lo que supone para ella, para la sincronizada y para el deporte femenino sus retos, sus logros y la forma en que los ha afrontado

Robert Álvarez
Ona Carbonell posa en el CN Sabadell, el club al que pertenece.
Ona Carbonell posa en el CN Sabadell, el club al que pertenece.JUAN BARBOSA

Ona Carbonell va con sus tres últimas medallas en el bolso, de allá para acá, regresa de una recepción del Ayuntamiento, un día después de haber sido recibida por los Reyes, posa para la entrevista y sube a la cuarta planta de las instalaciones del CN Sabadell. Allí se reúne con el centenar y medio de niñas que disfrutan en su campus. La barcelonesa de 29 años es la ondina de las 23 medallas, el récord femenino en la historia de los Mundiales, solo superada por dos hombres, dos superfiguras, Michael Phelps, con 33, y Ryan Lochte, con 27.

Pregunta. ¿Su carrera ha entrado en otra dimensión?

Respuesta. Era el séptimo Mundial consecutivo para mí. Cada vez me impone más respeto seguir estando ahí arriba, porque soy más mayor, las rivales cada vez son mejores… Y este año con el hándicap de que llevaba meses parada. Ese récord me hace muy feliz. Es una señal de que el trabajo está bien hecho.

P. ¿Es más difícil ser reconocida practicando la sincronizada?

R. Lo más bonito es poder aportar a la sincronizada y, sobre todo al deporte femenino, un reconocimiento, un estatus y un prestigio. Es buenísimo en todos los sentidos que una mujer esté con Phelps y Lochte, entre los tres mejores del mundo.

P. ¿No se aprecia lo que cuesta ganar cada medalla?

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R. Cuando ganas una de oro, una plata te sabe a menos. En la sincro sufrimos un bajón. Yo seguí en el medallero, pero la sincro pasó por momentos difíciles. Durante un tiempo sentimos que, de alguna manera, habíamos fracasado. No sé. Como les pasa a las del waterpolo femenino. Son tan buenas y lo han ganado todo, de manera que si no ganan el Mundial es ya como que… Y, jolín, es que a veces pasan estas cosas.

P. ¿Cuándo fue eso?

R. A partir de 2014. No pudimos ir como equipo a los Juegos de Río. Entonces oyes: ‘la sincro española está bajando mucho’. En cambio, este año, con Mayu (Fujiki, seleccionadora), todos vuelven a confiar en nosotras. Eso nos da un gran impulso.

P. Usted tiende a minusvalorarse… Hasta pensaba que era patética cocinando.

R. No es que lo pensara, es que era patética. Cuando hice el casting de MasterChef no sabía ni freír un huevo, literalmente. Cuando afronto un reto, sea el que sea, me lo tomo tan en serio que me vuelvo loca… No dejé de cocinar día y noche, estudiaba como si fuera la selectividad, y con la sincro igual. No es que me minusvalore, veo cuando estoy mal.

P. ¿No es peligroso ser tan perfeccionista en la sincro?

R. Lo es. Acabas no disfrutando de las cosas. He trabajado con psicólogos y mental coachs una de las cosas que más he aprendido es que, cuando trabajas mucho por algo y lo consigues, no pensar ya en lo siguiente, sino en disfrutar de ese momento. Y también, a relativizar y a entender que la obsesión es buena porque te ayuda a trabajar, pero hay un límite muy fino que es malo, que no te ayuda.

P. ¿Qué les explica a las niñas en su campus?

R. Ayer casi me quedo a dormir con ellas tirándonos cojines. Les digo, por ejemplo: ‘yo me pogo nerviosa, yo lloro, yo he perdido, no siempre he ganado, porque tendemos a engrandecer nuestros referentes‘. Y todos somos humanos, incluso las rusas. A mí lo que me ha llevado a conseguir estos éxitos es soñar a lo grande, desde muy pequeña. Y trabajar para hacerlos realidad, y no renunciar nunca a mis sueños y a mis retos por el miedo al fracaso. Un problema de esta sociedad es que nos da más miedo el fracaso que la ilusión de intentarlo. Te entra el vértigo cuando ves que tal vez no lo consigas. He sido atrevida, porque siempre me he puesto retos muy, muy difíciles. En Londres para mí un bronce era un fracaso. ¿A quién le dices, en su sano juicio, que un bronce olímpico es un fracaso? Y yo me hubiera muerto si hubiera sacado un bronce. Por suerte, saque la plata. Para mí sí o sí era mi objetivo. Las niñas no tienen que ponerse límites, porque a lo mejor no tengan las piernas perfectas o porque les den miedo las apneas. Han de luchar. Muchas veces no lo conseguirán, porque nadie es perfecto, pero muchas sí.

P. ¿No se frustra ante rivales invencibles como Romashina?

R. Es importante valorar a tus rivales. Cuando me tiro a la piscina para mí todas son rivales, hasta la que queda última. Las rusas por mucho que lo tengan todo para ganar, para mí son mis rivales y sé que puedo intentar batirlas. Es mi objetivo. Si voy a por el tercer puesto, quedo cuarta, seguro. Son unas megacracks, que prácticamente nunca fallan, una gran potencia…. Admiro muchísimo a Romashina, pero, vaya, ella también me dice: ‘bueno tú tienes el récord, y yo no’.

P. ¿Los jueces de la sincro tienden a ser muy conservadores?

R. Pues no sé, porque yo estaba cagada con mi innovación sobre Mandela (ejecutó en individual al son de su discurso y logró la medalla de plata) y la valoraron muy bien. A veces la gente necesita de alguien que haga algo muy diferente para abrir una puerta. Nunca perdí de vista que lo más importante era una ejecución impecable con unos elementos técnicos, pero aparte de eso, el deporte es infinito, una herramienta increíble para toda la sociedad, por los valores que representa, de hecho, por todo lo que dice Mandela en su discurso. Y después de seis mundiales pensé ‘¿por qué no hago algo diferente y aprovecho que estoy compitiendo en un Mundial, que tengo muchas medallas, para, además de dar la máxima exigencia deportiva, aportar algo más?‘ Fue un poco eso.

P. La carga emotiva debe ser enorme.

R. Siempre que das un mensaje te emocionas y eso agota. Solo escuchar a Mandela, Sport has the power to change the world (el deporte tiene el poder para cambiar al mundo…), ya me emocionaba. Sabía lo que representaba y lo que yo quería transmitir. Y cuando vino todo el equipo de Sudáfrica llorando, la tele de Sudáfrica… Me he sorprendido con todo lo que ha representado eso.

P. ¿En qué punto está la sincro española?

R. Desde que entró Mayu ha hecho un cambio. Todos empiezan a confiar en nosotras, empezando por nosotras mismas. Es el mejor equipo humano con el que he entrenado, y he pasado por muchos equipos, tanto de nadadoras como de staff técnico, todos vamos a la una en todo. Hemos hecho unas coreografías muy buenas, que nos las han valorado y que se pueden perfeccionar. La sincro española está subiendo cada vez más rápido.

P. ¿Y los Juegos de Tokio?

R. La medalla es muy difícil. Pero lo primero es clasificarnos, que ya sería un paso respecto a los anteriores Juegos. Y después, no perder el tiempo mirando a nuestras rivales, sino focalizarnos en nosotras mismas.

P. ¿No tiene unos límites, unas líneas rojas?

R. Nunca hubiera pensado que mi carrera podía durar tanto. He querido tirar la toalla muchas veces, he estado al límite muchas veces. Pero no me quiero poner un tope porque yo misma me sorprendo a mí misma y, no sé, intento vivir al momento.

P. ¿No llega un momento en que dice basta?

R. Lo más duro es el camino, más que competir. Pero llevar 15 años en la selección española levantándome cada día a las seis de la mañana, entrenando diez horas al día, ocho horas en el agua, seis días a la semana tener muy pocas vacaciones, no podemos subir las escaleras tranquilas temiendo por si tal vez me tuerzo un tobillo, llegar a casa y ponerme el hielo, ir con el pañuelo para que nunca me constipe porque si no me saltaré el entrenamiento. Es que no tengo una vida normal, porque toda mi vida la prioridad número uno es eso. Pues eso lo más duro para mí.

“Los retos ajenos al deporte me hacen ser mejor deportista”

Ona Carbonell diseña, dibuja, imparte charlas de motivación en empresas, escribe libros (Tres minutos, cuarenta segundos y Sueños de agua). Y dirige dos campus, en el SEK Catalunya, en Barcelona, en La Garriga y en el CN Sabadell. En ellos participan más de 150 jóvenes de entre 7 y 18 años. El Elite Camp ha incluido clases magistrales con otras dos figuras mundiales de la sincro, la francesa Virginie Dedieu y la rusa Vlada Chgireva.

Pregunta. ¿Que le impulsa a realizar tantas actividades?

Respuesta. Las personas de mi entorno me han hecho entender la importancia de culturizarse y de ver cosas ajenas a mi mundo. El deportista vive en su burbuja y llega un día en que explota esa burbuja, te retiras y no tienes nada y pasas a ser nadie. Lo he vivido con muchos excompañeros míos. Desde siempre he tenido claro que llegará un día en que dejaré de ser 'Ona la estrella'. Y seré una persona normal que busca trabajo. Ver otras cosas, tener otros retos y aprender de otros mundos me aportan mucho para ser mejor deportista. MasterChef me hizo perder la vergüenza, aprender de un mundo guapísimo como es el de la cocina, con una innovación, con un perfeccionismo… Me hizo ver que hay mundos más duros que el mío. Todas las experiencias que vivo, el campus por ejemplo, me dan más tablas, me hacen aprender ciertas cosas más que 15 días de entrenamiento.

P. ¿Qué le interesa más?

R. El diseño, mi colección de bañadores, los campus, las charlas para empresas. Te das cuenta de que el deporte mueve montañas y ayuda a muchas personas. El dibujo me gusta, me encanta la pintura, soy fan de Miquel Barceló, tengo la suerte de conocerle y de haber estado en su estudio. Cuando viajo intento ir a los museos. El arte me apasiona. Y el cine, porque la sincro es interpretación. Una persona me ha dicho que comunico muy bien y doy bien ante cámara. He hecho alguna pequeña cosa, y me gusta. Aprendes de ti misma.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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