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Ona Carbonell: “De pequeña me sentía como un bicho raro”

La nadadora, de 26 años, presenta su libro en el que repasa sus experiencias a lo largo de 15 años de carrera deportiva

Bernat Coll
La nadadora de natación sincronizada, Ona Carbonell, presenta su libro Tres minutos, cuarenta segundos.
La nadadora de natación sincronizada, Ona Carbonell, presenta su libro Tres minutos, cuarenta segundos. Albert Garcia (EL PAÍS)

Ona Carbonell (Barcelona, 26 años) colecciona medallas y experiencias. Y muchos recuerdos acumulados desde que compitió por primera vez en una piscina a los 11 años. Un día se le ocurrió calcular las horas que ha pasado en remojo sumando las horas de entrenamiento: “Tres años y medio”, asegura. Convertida en la capitana y uno de los iconos de la natación sincronizada, con dos platas olímpicas en Londres 2012, Ona ha presentado su primer libro, Tres minutos, cuarenta segundos (Crossbooks y Fanbooks), en el que repasa con tintes íntimos su carrera deportiva, su relación con el agua y su crecimiento personal. “No hablo de medallas y éxitos, sino de vivencias y de maneras de ver las cosas y de afrontar la vida”, explica.

Pregunta. Estructura el libro a partir de cuatro momentos clave de su vida. ¿Qué haría diferente si volviera a empezar?

Respuesta. Creo que no cambiaría nada. Todo es aprendizaje y experiencias. Cualquier decisión de tu vida te lleva a otro momento. No cambiaría ni los malos momentos. Soy como soy por mi familia y por las decisiones que he tomado a lo largo de mi vida.

De pequeña me preguntaba: ¿Y si me ahogo? ¿Y si me muero?

P. Nos presenta a una niña de 11 años que empieza a competir y tiene miedo de ahogarse.

R. ¡Miedo total! Las apneas son de las cosas más difíciles cuando eres pequeña y asusta mucho. Incluso ocurre cuando compites. Hay una frase que sale en el libro: ¿Y si me ahogo? ¿Y si me muero? Me respondían: “Tranquila que ya recogeré”.

P. A lo largo de su infancia se siente como una extraña, en medio de un entorno infantil que la mira mal por querer seguir entrenando cuando las sesiones acababan. ¿Se ha sentido en algún momento incomprendida?

R. Creo que no. De pequeña era más insegura, con menos personalidad. Todo te asusta más. No podía celebrar las medallas o las victorias porque no quería destacar ni crear envidias. El inicio me costó, pero las experiencias del deporte, que te reta y obligan a superarte, permiten que cojas fuerza y personalidad.

P. A los 14 años entra en el Centre de Alto Rendimiento (CAR), donde es muy feliz.

No celebraba las medallas  porque no quería destacar ni crear envidias

R. ¡Súper! Mis padres me decían que levitaba. Era mi sueño. Es el sitio donde te ponen todos los medios para que entrenes las 24 horas al día. Y aquello era mi obsesión. De pequeña solo quería entrenar y mejorar.

P. Allí se da cuenta de un cambio de carácter. “Soy sociable y no lo sabía”, escribe.

R. En mis primeros años de sincronizada, en la escuela o el instituto, compartía mi afición al deporte con gente que no vivía el deporte de esta manera. Era como un bicho raro. Y en el CAR todo el mundo lo vive así, como yo. Era un sueño hecho realidad.

P. Usted se separa de su compañera de habitación, Kiki, porque la competencia para entrar en la selección les afectó personalmente. ¿Se pueden tener amigas en la alta competición?

R. Ahora con Kiki hablamos muchísimo. También con Andrea hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Al final vives cosas tan potentes que siempre eres amiga. Hay gente que simplemente es tu compañera, pero durante esta etapa, hasta que no vives sola, la mayoría de tus amigas son de la sincronizada. Solo vives este mundo.

Albert Garcia

P. Anna Tarrés le firmaba muchos justificantes para saltarse la escuela y seguir entrenando. ¿Se está preparada para afrontar tan joven estos métodos de entrenamientos y la exigencia?

R. En la vida nos preparamos mientras vivimos. Nadie te prepara para cualquier problema. Cuando entro en el CAR no estoy preparada para nada. Soy una niña que sueña en estar allí. Pero la vida te da golpes y aprendes.

P. Usted tenía prisa para hacerse mayor y bebía café para aparentar madurez.

R. Mi deporte y mi seleccionadora [Anna Tarrés] lo requerían. He escuchado millones de veces que era pequeña o que tenía cara de niña. Y no quería que eso fuera una desventaja para no estar en el equipo nacional. Quería cambiar radicalmente. Para algo entrenaba diez horas al día.

P. ¿Quedarse fuera de los Juegos de Pekín en 2008 es su peor momento?

R. Sí. No por no ir a los Juegos, sino por cómo fue todo. Había dedicado mucho tiempo y esfuerzo.

En Nepal descubrí que era una parte muy insignificante de este planeta 

P. Después de Londres 2012 se fue de viaje al Nepal. ¿Necesitaba redescubrirse?

R. No. Allí pasé de la burbuja donde todo es perfecto y acabo de ganar dos medallas olímpicas, a relativizarlo todo. Descubrí que era una parte muy insignificante de este planeta y que había cosas mucho más importantes, como la familia, ayudar a la gente… En Nepal me di de bruces con la realidad.

P. ¿Qué le pasa a la sincronizada española?

R. Lo que le pasan a todas las selecciones menos a Rusia, que es invencible. Hay cambios generacionales. Le ha pasado a Japón, que era de las mejores, se pasó muchos años sin medalla y ahora vuelve a estar arribar. Esto ocurre en todos los países. Si tienes la suerte de que un equipo crezca junto, después tienen que venir las jóvenes. Y ahora son muy jovencitas.

P. Has tenido cinco compañeros de dúo a lo largo de los últimos años. ¿Es un reflejo de un problema deportivo?

R. Así es el deporte, no solo la sincronizada. ¿Cuándo volveremos a tener a un Rafa Nadal, a un Pau Gasol? Estas cosas pasan...

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Sobre la firma

Bernat Coll
Periodista centrado actualmente en la información sanitaria. Trabaja en la delegación de Catalunya, donde inició su carrera en la sección de Deportes. Colabora en las transmisiones deportivas de Catalunya Ràdio y es profesor del Máster de Periodismo Deportivo de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

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