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SIN BAJAR DEL AUTOBÚS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Pagar impuestos yo?

Esos futbolistas se volvieron ricos tan rápido que se formaron una idea equivocada de la riqueza

Xabi Alonso, en 2014.Foto: atlas | Vídeo: DANI POZO
Juan Tallón

En el fútbol moderno ocurren a veces cosas terribles, como hacerse rico. Podemos adivinar el malestar de ciertos jugadores que lo consiguen muy rápido, sin tener que amasar una fortuna lentamente, pues viene amasada.

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Ser ricos se vuelve una jugarreta, igual que en esos momentos en que crees vivir una historia para la que no naciste, pero a la que no haces ascos. Poseer mucho dinero ya no requiere un largo aprendizaje, transmitido de padres a hijos, o de tíos a sobrinos. Tal vez antes había que tener costumbre de ser millonario desde los tres años. En fútbol puedes conseguirlo a los 25, casi inesperadamente, a semejanza de la gente a la que le da por probar las drogas a los treinta y tantos. Pero a dónde van estos, piensas tú, que te metes todo desde los 15. Todo sugiere que el mundo ya no se permite pérdidas de tiempo, o vidas enteras de preparación a un bello objetivo. Te cae el dinero sin avisar y tienes que apañártelas.

Casi cada semana conocemos un caso nuevo de futbolista que afronta problemas con Hacienda. Messi, Cristiano Ronaldo, Neymar, Xabi Alonso, Coentrão, Falcao, Di María, Marcelo, Mascherano, Modric, Özil… Se hace un equipazo con jugadores que pagan sus impuestos fatal. No se puede ser bueno en todo, eso está claro. Pagar tus impuestos, sin atajos o audacias, es la clase de cosas en la que sabes que fallas y quizá ya no lo intentas. Eres humilde y admites tus limitaciones. O tal vez cuando tienes mucho dinero es imposible no decirse a uno mismo que es injusto no tener mucho más. Es como si ser millonario no tuviese recompensa. ¿Tienes dinero y aún por encima debes pagar por tenerlo? ¿Es que ahora eres un ciudadano de a pie?

Supongo que te entra, y con razón, añoranza de las fortunas de antes: Carnegie, Gould, Rockefeller, Morgan, Astor, Huntington, Vanderbilt… Qué dinastías. Te pones a leer sobre ellas y descubres que ganaban muchísimo dinero y no pagaban impuestos sobre la renta, que ni siquiera existían. Todo el dinero que se ganaba era para quien lo ganaba. La gente nunca volvió a ser rica como entonces. Me parece normal que la situación actual produzca insatisfacción.

Esos futbolistas se volvieron ricos tan rápido, con total menosprecio hacia el manual de instrucciones, que se formaron una idea equivocada de la riqueza, carente de estilo. Ay. Qué lejos aquellos años en los que Scott Fitzgerald todavía nos mostraba que podías actuar como un rico pese a estar en la ruina. La abundancia tenía que ver con las formas, como cuando en El gran Gatsby Daisy Buchanan llora al ver unas camisas maravillosas.

Pero llegaron los 90. Ya Christian Lacroix advirtió por esas fechas, como el que anuncia algo terrible, que “a menudo la ropa más atractiva es la de la gente más pobre”. Vimos por dónde iban los tiros. Llegaba otra escuela. Te hacías rico de la noche a la mañana y carecías de tiempo y humor para desarrollar tu sensibilidad y aprender a emocionarte ante una buena camisa o a pagar todos los impuestos que deberías.

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