Ezequiel Dos Santos, el último hijo del ‘potrero’ argentino
El futbolista vive en una villa miseria, trabaja de albañil y es el héroe del club Sacachispas
Existe en el sur de la ciudad de Buenos Aires un club de fútbol que llama la atención sólo por su nombre: Sacachispas. Es una pequeña institución acostumbrada a sobrevivir en las categorías más chicas del fútbol profesional de Argentina y que este año ascendió por primera vez a la Primera B, la tercera categoría. Lo hizo gracias al optimismo de sus jugadores, que se vistieron de superhéroes y lograron torcer la malograda historia con buen fútbol. Uno de esos paladines es Ezequiel Dos Santos, a quien todos llamaron “loco” tras una decisiva definición por penales donde tuvo el desplante de pincharla para convertir el gol y eliminar de la Copa Argentina a Arsenal, el equipo de primera división fundado por el expresidente de AFA Julio Grondona. Agallas no le faltan a este mediocampista de 22 años que vive en la villa y hace changas de albañil para poder cuidar de su familia.
Una visita de lujo vino a ver al campeón ! Gracias @javierzanetti pic.twitter.com/26T4yKpomr
— Sacachispas (@SacachispasOK) July 5, 2017
“Días después de la consagración alguno me preguntó si al pibe no le dio miedo picarla en la cancha. ¡Por favor! Vive en Ciudad Oculta, las balas le pasan cerca de la cabeza todos los días, le ofrecen merca (cocaína) cada un minuto... Y este chico está afuera de todo eso, es sano. Vive en un sitio bravísimo y ¿va a tener miedo de picar un penal?” Eso respondió el entrenador de Sacachispas, Noberto D’Angelo, al diario deportivo Olé días después de que Ezequiel y sus compañeros dieran el gran batacazo de la temporada. El triunfo representó un suculento cheque de 560.000 pesos (unos 28.500 dólares), muy oportunos en épocas de retrasos salariales.
Ezequiel camina por Ciudad Oculta y no parece que pueda pasarle nada malo. Conoce de memoria los pasillos de la villa, angostos y oscuros como los de una medina árabe. En uno de los muros se lee una leyenda tachada: “Prohibido fumar pipa”. La referencia es clara, el enemigo de siempre, el consumo de pasta base de cocaína o paco, que se lleva vidas jóvenes a diario. La villa 15, o Ciudad Oculta, tiene en su haber la condena a un narcotraficante por la denuncia de madres organizadas. Hace poco cayó abatido Nazareno, un joven conocido por el futbolista, por las balas de un patrullero que lo perseguía en un raid delictivo. Era otro pibe más de los que consumen y roban. Otro de los que los domingos van a jugar a la pelota o tomar una cerveza en el gran predio del barrio, la enorme cancha que se extiende a la sombra del edificio Elefante Blanco, y que fue construida con el aporte millonario de la fundación de Lionel Messi.
Apenas salta al potrero, un predio improvisado de tierra que ahora se ha convertido en un lujoso campo de césped sintético, los pibes reconocen a Ezequiel. Le gritan “Ey, Saca” y una pelota aparece rodando al instante, como si buscara la suela de su botín. “No sabés lo que era esto después del partido con Arsenal, la gente me felicitaba y todos me nombraban a Abreu”, recuerda él. Aquel penal que el delantero uruguayo Sebastián Abreu le pinchó al arquero Kingson para eliminar a Ghana en el mundial de Sudáfrica 2010 es la referencia directa para los argentinos en cada definición desde los 12 pasos. “Yo mantuve la cabeza fría. Siempre lo hice en el barrio y me identifica. La gente ya me conoce así y mis compañeros también, el día anterior, en la práctica, también la pinche”, dice Dos Santos. Hace tres meses que Ezequiel no aparece por los partidos que se juegan en los potreros del barrio. El ya es un jugador profesional y muchas veces, “los que te marcan en el potrero no saben las mañas y te lastiman de brutos nomás”.
Todo lo bueno que le pasa, se lo atribuye a Lelia Martínez, su mamá. La mujer falleció hace poco más de un año por un cáncer de mamas. “Más que nunca, en ese momento el fútbol me ayudó”, afirma. Luego reconoce que pensó en largar todo. El éxito también hizo que otro club, Deportivo Italiano, pusiera los ojos en su ficha. Escuchó la oferta directamente porque no tiene representante, todavía no piensa en ello y la desechó. Eran 10.000 pesos más (570 dólares) que lo que gana actualmente, pero significaba volver a jugar en la C.
Es en Sacachispas donde Ezequiel quiere estar y, algún día, terminar su carrera. “Mi sueño es jugar en River, esa es mi meta”, confiesa. La aclaración no hacía falta, la pequeña casilla que comparte con su padre Daniel -trabajador de uno de los frigoríficos cercanos a la villa- y uno de sus hermanos, Orlando, -con retraso madurativo- está repleta de tazas, banderines y objetos con la banda roja. “Es que yo, salvo a mi hermano, no tengo a nadie a quien cuidar, no tengo apuro. A veces los futbolistas tienen familia desde muy chicos, incluso a mi edad capaz ya tienen uno o dos chicos. Entonces no deciden por ellos solos cuando aparece una chance de afuera”, opina, y se esperanza con una promesa hecha por el presidente del club, de conseguir una casa en Parque Patricios, fuera de la villa: "Espero que se de pronto, porque mi hermano lo necesita. Quiero que tenga un patio para poder jugar".
Sacachispas fue fundado, entre otros, por el periodista uruguayo Ricardo Lorenzo Borocotó el 17 de octubre de 1948, tres años después del mítico día de la Lealtad Peronista. Fue el propio Juan Domingo Perón quien gestionó la cesión del terreno donde hoy se emplaza el pequeño estadio con capacidad para 5.000 personas y que supo tener un palco de prensa improvisado en un contenedor. Está ubicado en el inicio una larga y angosta villa que tiene a una autopista como único techo.
La camiseta de Sacachispas es extraña, de color lila. Evoca a unas glicinas que crecían en el centro del campo de juego, toda una delicadeza para un rectángulo árido y poceado por los pisotones de cientos de futbolistas. Lo que sí floreció fue el sentido del humor. Una ocurrencia de otro de los jugadores, Eduardo Dos Santos, contagió al plantel entero, que aceptó disfrazarse para saltar al campo. Gorros de Santa Claus para diciembre y vestidos de conejo para las pascuas. Formaciones en pirámide, un propio haka y, por último, caretas y pose de superhéroes fueron parte de un repertorio que conquistó a todas las pantallas de Argentina y atrajo la atención de los niños. “Quieren ser felices dentro de la cancha”, resume en una frase el entrenador D’Angelo.
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