Ocho medallas para 50 millones de personas
Los países de Centroamérica juntan una población y una superficie equiparables a España, pero la cintura de América solo ha logrado ocho medallas olímpicas en su historia
Mientras la pequeña delegación de deportistas costarricenses cumplía sus últimos preparativos para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, el país recordaba con nostalgia aquella competencia en Atlanta 1996 en la que una tica ganó la única medalla de oro de este país. Los noticiarios repasaron con añoranza y algo de desazón el video de los 200 metros estilo libre de la nadadora Claudia Poll; las imágenes se ven viejas ya. Han pasado 20 años y el logro de ese momento sigue ahí solitario, en las bitácoras.
Es la historia que se repite en Centroamérica, región formada por seis países que en conjunto acumulan solo ocho medallas, dos de ellas doradas: la de Poll y la del panameño Irving Saladino en el salto largo, en los juegos de Pekín 2008.
Con casi 50 millones de habitantes en un territorio de 522.760 kilómetros cuadrados, los volúmenes de Centroamérica la hacen comparables con España. La rodean países que sí han cosechado decenas de preseas, como México (62 medallas) o Colombia (19), las atléticas islas del Caribe y, más al norte, la potencia de Estados Unidos. Pero acá, en este istmo delgado, violento y pobre, las conquistas deportivas suelen ser casi milagros o resultados de proyectos particulares.
El mejor ejemplo está en Costa Rica, cuyas cuatro medallas las aportaron entre Claudia Poll (oro en Atlanta y dos bronces en Sidney) y su hermana mayor Silvia, que antes había alcanzado la plata en Seúl 88. Ambas fueron producto del terco proceso de un entrenador llamado Francisco Rivas, metódico e inclemente en sus métodos, frente a las nadadoras que supieron responder con su físico de genes alemanes y las ganas de mostrar que era posible colocar a Costa Rica en el podio, a pesar del desamparo federativo y gubernamental.
El otro país centroamericano presente en el medallero del Comité Olímpico Internacional (COI) es Guatemala, cuyo marchista Érick Barrondo obtuvo la plata en la prueba de 20 kilómetros en Londres 2012. Ahora es la mejor carta chapina en una delegación de 21 deportistas, de los cuales ocho pertenecen a esta disciplina que se ha ido posicionando en suelo guatemalteco con un creciente apoyo público y privado.
Con la presea de Barrondo, las cuatro de la natación femenina tica y el oro del panameño Saladino, las otras dos medallas hay que buscarlas en las hemerotecas más añejas, pues las logró el velocista de origen jamaiquino Lloyd LaBeach en las justas de Londres 1948, ambas de bronce.
Hasta ahí la cosecha de medallas desde la primeros juegos olímpicos modernos, en Atenas en 1896. El Salvador, Belice, Honduras y Nicaragua están en cero. Los intentos abundan y las frustraciones también, con deportistas talentosos pero sin el suficiente acompañamiento profesional, ni la infraestructura necesaria, ni el apoyo decidido de los gobiernos, salvo alguna excepción, a pesar de su necesidad de tener referentes internacionales o figuras modélicas en su interior. Lo lamentaba esta semana el ciclista Andrey Amador, ficha del equipo español Movistar y mimado del público tico para los juegos de Rio. “Hablaré un poco de la realidad que sufrimos los deportistas de élite respecto al apoyo que recibimos, las irregularidades e injustos tratamientos del deporte costarricense. La verdad me siento decepcionado”, publicó en su cuenta en Twitter sin más precisiones.
Para el periodista e historiador deportivo Rodrigo Calvo, hay un elemento adicional e imprescindible para explicar la carestía de medallas: el juego político. Los comités olímpicos y las federaciones deportivas se contagian finalmente de los vicios de la política en la región y suelen estar dirigidos con cálculos personalistas. “Las Poll tuvieron ese éxito por su propio mérito, de su entrenador y del club privado donde entrenaban. El Comité Olímpico y el Gobierno solo aparecían cuando había que juramentarlas y poco más”, señala el especialista.
Ahora Costa Rica alista una delegación de solo diez deportistas, la mitad que Guatemala. Honduras lleva una nadadora, un nadador, un boxeador y su equipo de futbol Sub 23, que logró una de las dos plazas disponibles en Centroamérica, Norteamérica y el Caribe. El Salvador acude con siete participantes, Panamá con diez, Nicaragua con seis, Belice con tres. Si se suman los 18 futbolistas hondureños, son 75 los deportistas centroamericanos citados para Río de Janeiro. Si volvemos a la comparación con los volúmenes de España, la conclusión es triste para el istmo, pues asistirán 305 españoles.
Las expectativas son conservadoras para las competencias en Brasil. “Mi corazón dice que podemos traer dos medallas, pero mi cabeza solo me asegura que habrá un buen desempeño”, dijo a El PAÍS Juan de Dios Reyes, dirigente de la Federación de Atletismo en Guatemala, pesar del buen proceso que acumulan los marchistas. Costa Rica, ya sin las poderosas hermanas Poll, pone sus esperanzas en la pista, con el corredor Nery Brenes, aunque con la cautela que deparó un fracaso suyo en Londres. Los panameños se ilusionan con un nuevo salto de Saladino, pero viene de lesiones que obligan a reservarse el pronóstico. También hay esperanza en el velocista Alonso Edward y la taekwondista Carolena Carstens, sin que nadie se atreva a apostar.
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