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Del cacao a los balines: una historia de tiro deportivo en El Salvador

La salvadoreña Lilian Castro se estrena en los Juegos Olímpicos

Diego Mancera
Lilian Castro durante una competencia de tiro deportivo.
Lilian Castro durante una competencia de tiro deportivo.Comité Olímpico de El Salvador

En junio de este año, dos meses antes de participar en sus primeros Juegos Olímpicos, la atleta salvadoreña Lilian Castro, reina del tiro deportivo en su país, modalidad de pistola de aire, dio a luz a su primogénita. Su esposo y ella la llamaron Raquel. No había pasado una semana cuando volvió a los entrenamientos. Lilian Castro viajaba hora y media cada mañana para ejercitarse, como había hecho casi hasta el momento del parto. A las ocho, su marido la dejaba en la sede de la federación de tiro en San Salvador y empezaba a entrenar. Primero el trabajo físico, series de sentadillas. Luego, la pistola. La semana en que Raquel nació, Lilian disparó balines cada día durante cincuenta minutos.

Dos días después de volver a los entrenamientos, empezó a competir. Lilian se hizo la maleta, agarró un avión y aterrizó en Azerbaiyán para participar en el Campeonato mundial de tiro. “Los puntajes no fueron los mejores”, dice. “Un día antes de la competencia llegó mi arma, no pude entrenar con ella”, se disculpa.

Castro es una atleta precoz. A los tres años, sus padres le apuntaron a clases de natación. Después dio un salto al ciclismo y luego al remo hasta que los horarios de las competencias y su carrera universitaria en Odontología se lo impidieron. “Cada día que pasaba en bus hacia la escuela veía la entrada de la federación de tiro. Un día pregunté por los requisitos y me quedé”, recuerda. Era 2009. Tenía 22 años.

“En El Salvador hay un tabú por utilizar un arma. La gente cree que esto no es un deporte”.

Su primera decisión fue elegir entre una pistola y un rifle. “Fue cuestión de tin marín, al azar”, responde por teléfono mientras suelta una risa momentánea. Desde que agarró la pistola supo que eso era lo suyo. No le tembló la mano.

Cinco años más tarde, Lilian Castro ya era una campeona. En octubre de 2014 ganó la medalla de oro en el Campeonato de las Américas, superando a las mejores tiradoras del continente. “Al ver mi foto en el primer lugar, el corazón me empezó a latir fuerte. Busqué a Ninfa –su entrenadora–, pero no la dejaban pasar en ese momento”, dijo entonces al Diario 1 de su país. Lilian puede presumir también de ser la primera atleta de El Salvador que acude a una cita olímpica por su propio mérito. Hasta ella, todos iban con invitación.

La vida de Lilian oscila entre el tiro y el cacao. Lleva tres años al frente de Mundo Cacao Santa Ana, donde produce y vende chocolates artesanales. Su hermano menor, Gerson, se encarga de repartirlos. “Fue idea de mi esposo. Mis suegros tienen cultivos de cacao. Me sugirió que hiciera chocolates, investigué cómo hacerlos. Aún trabajo en ello”. En ocasiones ha tenido que suspender la producción por sus competencias.

Su primera decisión fue elegir entre una pistola y un rifle

En la panadería de sus padres, en Santa Ana, un pueblo a 20 kilómetros de la capital, ya han colgado pancartas de apoyo a su hija. “A los clientes les cuentan que voy a competir”, dice. Lilian cuenta también que es muy difícil conseguir patrocinios en El Salvador. “No recibimos apoyo de las empresas privadas. Nos decían que dábamos una mala imagen, como si con el tiro deportivo apoyáramos la violencia”, reclama Castro y continúa: “en El Salvador hay un tabú por utilizar un arma. La gente cree que esto no es un deporte”.

Este mes de agosto, Lilian Castro agarrará su pistola de aire y competirá como lo ha hecho desde que empezó. Luego, dice, a la vuelta, volverá a la universidad y acabará la carrera de odontología.

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Sobre la firma

Diego Mancera
Es coordinador de las portadas web de la edición América en EL PAÍS. Empezó a trabajar en la edición mexicana desde 2016 escribiendo historias deportivas. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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