Slackline, un deporte que da el salto
Este fin de semana se celebra en Brasil el Mundial de una modalidad de equilibrio que no para de crecer en España
Salta y hace piruetas desafiando la gravedad sobre una cinta elástica de apenas 50 milímetros que, enganchada a unos árboles, se levanta medio metro sobre el suelo. Hace apenas unos años, Roberto Pérez (Madrid, 1992) era incapaz de dar unos pasos sin caerse, pero a base de muchas horas de entrenamiento ha logrado ser todo un experto en slackline, un deporte de equilibrio que a pesar de ser un auténtico desconocido para la mayoría de los ciudadanos, está en pleno crecimiento en España.
"Probé la primera cuerda y no era capaz de dar más de dos pasos encima. Ahora doy volteretas. Solo hay que poner ganas, motivación y según vas probando, avanzas", asegura Pérez. Comenzó a practicar slackline en 2010 y en una semana, "ya era capaz de andar por encima", rememora. Ahora es el mejor deportista español en esta especialidad. A pesar de lograr la clasificación para el Mundial, un certamen que se celebra anualmente, este fin de semana no estará en Brasil, donde 32 deportistas (entre ellos, dos mujeres) se disputan la corona de mejor equilibrista del planeta. Han tenido que afanarse para conseguir la clasificación, pero sobre todo para pagar los gastos que supone competir. Los favoritos son los brasileños, y no solo por jugar en casa, también porque llevan años desarrollando sus habilidades.
Los problemas de los participantes llegan porque este deporte es aún amateur, apenas tiene seguidores, se mueve poco dinero y, por tanto, los patrocinadores escasean. El suyo es una marca estadounidense de cintas y útiles de slackline para la cual también trabaja desde Cercedilla (Madrid). Desde allí vende material para toda España y otros puntos de Europa. Pérez lleva con el negocio desde 2012 y asegura que, por una cantidad que oscila entre los 50 y los 100 euros, cualquiera puede tener un equipo de slackline, que incluye cinta elástica y protecciones.
Mientras levita y realiza acrobacias sobre la cuerda, Pérez explica que el slackline tiene varias modalidades, pero que son básicamente tres las que más se practican. Comienza desgranando las particularidades del trickline, que es el tipo más difundido de este deporte y el que él mismo realiza. En esta modalidad la cinta "se coloca a poca distancia del suelo, bien tensa, y sobre ella se dan saltos, piruetas y giros, pero no se puede tocar el suelo con ninguna parte del cuerpo", describe. El waterline es su adaptación en piscinas, donde Pérez, recuerda, hizo sus primeros pinitos. Otra variedad es el longline, en la que se preparan cintas con 30 metros de longitud. El objetivo es cruzar de lado a lado realizando diferentes posturas en equilibrio. La modalidad más extrema que existe es la del highline, en la que la cinta se coloca a más de 20 metros de altura. El equilibrista, en ese caso, suele portar un arnés enganchado a la cinta.
Pérez como cualquier amante de slackline, espera que pronto se cree un reglamento que les permita practicar este deporte en cualquier lugar público. No hay por el momento ninguna legislación que la regule. Ahora suelen realizar sus saltos en el Parque del Oeste de Madrid, pero cuando los agentes municipales les descubren, les animan a recoger las herramientas y a marcharse. Otro sueño es la creación de una federación internacional. De momento, el máximo organismo mundial corresponde a una asociación que ha creado un sistema de puntuación que consiste en asignar una calificación a cada ejercicio. A partir de ahí, se realiza un ránking, cuenta el español Óscar Romero, juez internacional.
La práctica del funambulismo se extendió hace años por Estados Unidos y América Latina, cuenta Joaquín Ruales, un adolescente ecuatoriano que ahora vive en Madrid. Siempre que puede, acude a los puntos donde se concentran los amantes del slackline en la capital para entrenarse con ellos. Le costó dar con ellos, pero ahora aprovecha que el deporte está en pleno auge en España. Hace tan solo un par de años, se contaba con los dedos de las manos las personas que usaban una cinta a medio metro del suelo para hacer piruetas. Hoy hay varios miles, la mayoría de ellos en grandes poblaciones como Madrid y Barcelona. "Hicimos un grupo hace un año y ya somos 418 inscritos", relata Mikel Ros, responsable de la comunidad en la Ciudad Condal.
Ese crecimiento lo confirma Roger Freixas (Barcelona, 1985). Suya es la primera tienda que se abrió en España, en 2011. Hasta ese momento Freixas, que estudió Empresariales, se dedicaba a la banca. "Era un mundo poco humano, no me gustaba. Un día vi un programa de aventuras en televisión y conocí el slackline", relata. Apasionado por los deportes, quiso comprar las cintas para practicar y se dio cuenta de que solo las vendían en el extranjero. "Contacté con un distribuidor en Alemania y me lancé al mercado. El primer año tuvimos un volumen de negocio de 20.000 euros y, en lo que va de 2015, ya hemos superado los 60.000".
El origen de un deporte extremo
Fueron dos escaladores, Adan Grosowsky un Jeff Ellington, sin quererlo, quienes alumbraron el slackline, un deporte en continuo crecimiento. A principios de los años 80, estos alpinistas comenzaron a andar sobre cuerdas flojas y cables como forma de entretenimiento. En poco tiempo el slackline se propagó por el Valle de Yosemite, en California (EE UU) y desde ahí se extendió por todo el mundo.
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