El presidente ausente
Se cumplen 80 años del nombramiento como máximo dirigente del Barcelona de Josep Suñol, fusilado por las tropas del general Francisco Franco
Se cumplen hoy 80 años del nombramiento como presidente del Barcelona de Josep Suñol (Barcelona, 1898; Alto del León, 1936). Fue político, defensor de la libertad, de la democracia y del catalanismo y por ello murió fusilado en la sierra de Guadarrama, el 6 de agosto de 1936 siendo presidente del Barça. Sin embargo, los soldados fascistas que le balearon solo sabían que era diputado republicano y catalán. Murió víctima del fanatismo, según aseguró el historiador Josep María Solé i Sabaté, catedrático de Historia Contemporánea de la UAB, en el homenaje que le tributó el Barcelona. “La vitalidad moral de un país tiene que ver con la altura moral, la categoría de sus individualidades, y la capacidad que tengamos de reconocerlas y admirarlas. Porque son esos referentes los que hacen subir la autoestima y empujan las voluntades”, aseguró. Seguramente por eso desde el Barça se ha impulsado la idea del año Suñol. En su honor, el club le ha dedicado el palco del Camp Nou, que desde hace unos meses lleva su nombre, y un espacio en el Museu Josep Lluís Núñez.
La figura de Suñol trasciende al barcelonismo y así se han encargado de reconocerlo cuantos han glosado su memoria, en los diferentes libros y artículos que se le han dedicado. La suya fue una línea de actuación política, en la que su vinculación con el deporte y el periodismo son meros caminos para conseguir una sociedad más libre y, por encima de todo, una Catalunya culta, demócrata e independiente. Así lo han reconocido siempre todos los trabajos realizados para recordarle. Por ejemplo, el volumen que le dedicaron en la colección editada por Barcanova durante el centenario del FC Barcelona y que firmaron Lluis Durán y Magda Oranich, titulado Suñol y el Barça de su tiempo, el libro escrito por Jordi Badia, Josep Suñol i Garriga. Viure i morir per Catalunya, de editorial Pages, o los trabajos de Jordi Finestres, David Salinas o Xavier García Luque. Fue un hombre de estado al que la casualidad y la guerra lo mataron prematuramente.
Nacido el 21 de julio de 1898 en el seno de una de las más acaudaladas familias de Barcelona, rica por el negocio del azúcar, Suñol mostró pronto sus inquietudes sociales y su proximidad al Barça, que fue más intensa desde que Milans del Bosch suspendió durante seis meses al club por una pitada al himno de España, en un partido homenaje al Orfeó Català celebrado en Les Corts. Quienes estudiaron su trayectoria lo definen como un hombre “moderno, viajado y audaz”. Era carismático y muy cercano a la ciudadanía. Siendo candidato de Esquerra Republicana, recibió en dos sufragios más votos que Macià o Companys. “Era un hombre de popularidad extrema”, le reconoce Solé i Sabaté.
De su bolsillo salió dinero para fichar a Balmanya, para pagarle a Manuel Blanco, un intrépido navegante, una travesía por el Atlántico, o los fondos que financiaron la carrera del púgil Gironés, campeón de Europa y capaz de llenar el estadio de Montjuïc. También fue el editor de La Rambla y de La Nau dels Esports, semanarios de referencia. En la sede de La Rambla, frente a la Font de Canaletes, instaló una pizarra donde se advertía a los paisanos de los resultados del Barça.
Por su tendencia política fue bautizado como “el otro noi del sucre”. El ‘noi’ original era activista anarquista de la CNT, pero Suñol era un industrial, probablemente el más potente del estado español por sus plantaciones de remolacha en Aragón. La influencia política del joven Suñol deriva de su tío Isidre, cuestión que le enfrentó a su padre, propietario de la azucarera que llevaba su nombre, donde trabajaron como dependientes de la tienda Daniel Cardona, fundador de Estat Català y el poeta Joan Salvat Papaseit. Le movió la intención de llegar a un público mayoritario para transformar la sociedad y por eso escogió como camino el deporte, consciente de que siempre sería más fructífero conseguir adeptos en un campo de fútbol que en una biblioteca. “Visca el Barcelona, visca la Catalunya Esportiva”, escribe en un discurso, convencido de que era posible mejorar las condiciones de vida desde el deporte. Defendió la idea de “deporte y ciudadanía” a rajatabla un axioma revolucionario y dogmático para la época. Reclamado en 1934 como presidente del Barcelona no aceptó, pero diseñó la junta. Incluyó en ella a la primera directiva en España, Anna Maria Martinez-Sagi. Un año después, el 27 de julio, convencido de que es una manera de hacer país, después de haber saneado al club financiándolo económicamente y encauzándolo ideológicamente, finalmente, accede a ser presidente, por aclamación.
Nunca creyó que el golpe de estado fascista llegaría muy lejos, así que en agosto del 36 se dispuso a fichar jugadores para el Barcelona. Por eso, dicen, viajaba a Oviedo con 25 pesetas en el bolsillo, previa escala en Valencia y Madrid. Tras dormir en el hotel nacional de la capital española, se disponía a viajar a Asturias en un Ford, con un chófer y un periodista. El vehículo tenía un banderín catalán, antes había querido arengar a las tropas republicanas. En el kilómetro 51 de la sierra de Guadarrama, entre Cercedilla y el Espinar, en una casa de peones un grupo de soldados le da el alto. Él cree que son fieles a la República, pero son fascistas. Sin juicio, es fusilado. El expediente dice: “Miembro destacado de la izquierda diputado a cortes, le hicieron prisionero y las autoridades le condenaron a la última pena”. Nadie sabía que al tiempo, ejecutaban al presidente del Barcelona.
La Federación Española crea la Columna Suñol, en Gracia le dedican una calle y se forma la centuria Suñol. Sus palabras siguen vigentes a través de su fundación y la asociación de los Amigos de Josep Suñol; también del Barcelona, que le recordó desde su ejecución como el “presidente ausente”. “Tenemos el deber ineludible de canalizar la fuerza deportiva para ser el pueblo más culto y deportivo del mundo, un cuerpo sano reporta una inteligencia despierta”, dijo Suñol, mucho más que un presidente del Barça. Por el Barça peleó; por Catalunya murió quien un día como hoy, hace 80 años, se convirtió en presidente del Barcelona. Desde el 4 de agosto de 1996 una placa en el punto donde fue fusilado recuerda aquel asesinato. La descubrió Joan Reventós, siendo presidente del parlamento de Catalunya, acompañado, entre otros, del historiador Jaume Sobrequés, entonces directivo del Barcelona.
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