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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más no se puede hacer

Madrid llega al límite de sus fuerzas a la elección de los Juegos Olímpicos de 2020 La crisis, clave para decidir el triunfo de la candidatura

Más no se puede hacer. Lo dicen en la propia candidatura. Madrid llega al límite de sus fuerzas a la elección de los Juegos Olímpicos de 2020. Tiene el mejor proyecto de siempre, pero lo hace en el peor momento. La crisis es la clave. Mala suerte. Ganar unos Juegos en medio de una crisis sin fin claro tiene su riesgo y esa espada de Damocles puede ser la primera ruina en la votación del sábado en Buenos Aires.

Pero nada está perdido, nunca se sabe. Vota demasiada y variopinta gente, que dice una cosa y hace otra. Siempre ha pasado. El festival olímpico tiene muchos matices y otros factores pueden compensar. Esta vez, al menos, no existen deudas perversas a saldar como la envenenada de Río de Janeiro hace cuatro años.

Cada elección olímpica es un mundo proceloso interno, de detalles. Pero externamente también las épocas son distintas y en esta ocasión la economía y la seguridad pesan más. Estambul parece sentenciada en sus peligrosos laberintos nacionales y de los vecinos. Es la candidata más perseverante, ha mejorado mucho, pero frente a su idílica propaganda de ciudad en dos continentes sigue siendo, como se comprueba cada cierto tiempo, un eterno polvorín étnico, social y religioso. Tokio, la rival a batir, ofrece su poderío, pero también que podría esperar para 2024 a su tercer intento consecutivo, al que Madrid llega ahora. Además porque ya organizó los Juegos de 1964 y el propio país, Japón, dos ediciones más de invierno, Sapporo, 1972 y Nagano, 1998. Y si es por detalles negativos la gravísima situación inacabada de la central de Fukushima tampoco seduce a bastantes miembros.

Pero de Madrid, sin discutir la calidez y simpatía españolas, no olvidan la situación. Algunos creen que en todos los sitios hay problemas y que las crisis no son eternas. Por algo la comisión de evaluación creyó las promesas de Madrid de que no habría problemas. Pero según otros la realidad es ya una ciudad muy endeudada y que sólo se garantizan más gastos, aunque la mayoría de inversiones estén hechas. Los beneficios parecen cada vez más difusos. Tras lo vivido, el temor de que sea para unos cuantos, pero no para muchos más y que se convierta en un calvario de problemas. Y el COI nunca quiere eso. No siempre compensa ya el maná olímpico, según han indicado los últimos ejemplos y existen análisis económicos nada desdeñables.

Eso sí, un triunfo revitalizará al estilo de Barcelona 92 el deporte olímpico español, en barrena con los malos tiempos. “Felipe tendría que haberse implicado mucho más en la candidatura” le dijo a Pilar de Borbón un miembro del COI que expresa muy bien como ejemplo lo importante que es la imagen en esta pasarela. “¿Y si perdemos?, le contestó la hermana del Rey. “Pues Gustavo de Suecia ha perdido muchas veces con Ostersund y Are para los Juegos de Invierno y sigue siendo rey”, le replicó el miembro. Felipe, tras el visto bueno del padre, se implicó y es la cabeza más visible. Pero ya antes ni los padres bastaron.

La Reina perdió en Singapur para 2012 y el Rey en Copenhague para 2016. Sólo con imagen o sentimiento no se gana un juego lleno de detalles, intrigas, intereses y deudas. Y esencialmente anglo, que no es el nuestro. Tony Blair sí ganó en Singapur. No es que haya sorpresas, que las ha habido demasiadas veces, sino muchísimo mar de fondo. Y ya se ha demostrado históricamente que las opciones españolas se han ahogado salvo aquella ocasión, un 17 de octubre de 1986, cuando Samaranch tenía el mayor prestigio y, sobre todo, el poder para aupar sólo con su presencia a Barcelona hasta 1992.

Ahora, Madrid llega entre favorita y perdedora, entre tarde y nunca, entre la maldición y la mala suerte. Todo muy raro, enredado. Como el propio país.

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