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Defensora del lector
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lenguaje bélico para los anuncios de Trump

Varios lectores tildan al periódico de alarmista por la cobertura de la política internacional y sus efectos sobre la economía

DEFENSORA
Soledad Alcaide

El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha desatado en apenas dos meses un huracán informativo en el mundo. En este tiempo, sus anuncios y amenazas han llevado a reorganizar el mapa de las relaciones internacionales, han dado la vuelta a la política de defensa de la UE, han forzado a urgentes conversaciones de paz en las guerras en Gaza y Ucrania, ahora aparcadas y, de momento, han culminado en el levantamiento de un muro arancelario con tal repercusión en el comercio global que, ante las primeras señales de recesión, Trump lo ha puesto parcialmente en suspenso con una tregua de 90 días.

EL PAÍS ha reaccionado a esta cascada de acontecimientos históricos con el despliegue de la Redacción para proporcionar contexto y explicaciones en todos los formatos. El epicentro de esta cobertura recala en la delegación de Washington, pero se extiende por varias secciones y corresponsalías del periódico, pendientes, al igual que los mercados financieros y los gobiernos de todo el mundo, de cada deriva de Trump.

Sin embargo, hay lectores que se quejan de este foco permanente y reprochan al periódico el “alarmismo”. Teodoro Bernardino cuestionaba hace dos semanas cómo se había cubierto la noticia de que la Comisión Europea ha pedido que los ciudadanos se preparen ante una emergencia, ya que al anuncio en sí le siguieron varias informaciones sobre cómo preparar un kit de supervivencia. “La sucesión de noticias relacionadas sirve al fin de justificar la inversión en rearme”, afirma en un correo.

En los últimos días, han arreciado los mensajes de lectores que reclaman que el periódico deje de usar un lenguaje cargado de connotaciones bélicas. “Desde el 1 de marzo, día en que el titular de portada dejaba pocas opciones a la duda (‘Trump humilla a Zelenski’) al inicio de abril, cuando arrancó la llamada ‘guerra arancelaria’ (no conflicto, ni disputa, ni amenaza, sino guerra), las expresiones ‘plan de rearme’, ‘gasto en defensa’, ‘plan militar’ o ‘gasto militar’ han aparecido destacadas en la primera página unas 15 veces”, señala Noelia Rubio.

“Un medio como EL PAÍS, uno de los más consumidos en España, tiene una responsabilidad con los lectores y no es la de arengar al belicismo, sino todo lo contrario. Ya está el mundo suficientemente crispado como para echar más leña al fuego”, añade Andrej Hillebrand. “Por favor, sean la voz de la cordura”.

El lenguaje bélico aplicado en otros ámbitos distintos a la guerra tiene la ventaja de ser eficaz. Comunica muy bien, porque es directo. Al denominar el extenso paquete fiscal de Trump como “guerra de aranceles” o “guerra comercial”, el interlocutor entiende con precisión y de forma concisa que hay dos partes en conflicto y la gravedad de los hechos. “La metáfora de la guerra es vieja y no hay que tomársela en sentido literal”, afirma Pedro Álvarez de Miranda, filólogo y miembro de la Real Academia Española, quien explica que está tan extendida que se ha convertido en parte del léxico y se aplica a muchas cosas, de forma que casi ha desaparecido el sentido recto del término. No añade, por tanto, una carga mayor al lenguaje utilizado.

El redactor jefe de Economía, Jesús Sérvulo González, defiende que “guerra comercial” es la definición más ajustada a lo que está ocurriendo, cuyas consecuencias a largo plazo son más graves en términos económicos que lo que sucedió durante la pandemia. “La pandemia fue muy grave, pero duró relativamente poco tiempo. Esto amenaza con cambiar las relaciones económicas globales”, explica.

Otro aspecto de este debate es que las guerras ya no se celebran solo en el campo de batalla y con armas, sino que las campañas de desinformación y propaganda, el espionaje, el uso controlado de la migración para desestabilizar fronteras, la manipulación del suministro de energía, los ciberataques y la coerción económica se consideran instrumentos de la denominada “guerra híbrida”, a los que la misma OTAN equipara en sus documentos internos a una agresión armada.

Claudi Pérez, director adjunto del periódico, admite que pueda haber algún exceso en la cobertura del periódico, pero defiende que la Redacción ha hecho su trabajo de señalar que el mundo está viviendo una situación excepcional, con una guerra comercial con Estados Unidos que no se vivía desde el proteccionismo de los años treinta del siglo pasado, y con Europa preparando un plan de defensa, al que es difícil no denominar “plan de rearme” sin caer en el eufemismo. Él defiende que en el trabajo diario ya se echa mucho el freno y se toman decisiones con mesura en la elección de los titulares o de los gráficos e imágenes que se muestran. Pero los hechos, añade, obligan a EL PAÍS a llamar a las cosas por su nombre.

El fin de un periódico es contar lo que ocurre sin paños calientes. A veces no queda más remedio que ejercer este papel con cierta osadía, aun a riesgo de ser tildados de alarmistas. Esta situación me recuerda a los días previos a la pandemia de covid-19, cuando los lectores reprochaban lo mismo al periódico. Y, sin embargo, el análisis de la información de entonces a la luz de hoy muestra cuán cortos se quedaron todos los medios, no solo EL PAÍS. “El mundo está mejor preparado que nunca para detener el coronavirus de Wuhan”, titulaba The Economist en enero de 2020.

Me queda la duda de si, en el caso de atender esta petición de rebajar la gravedad de los titulares, no habría otros lectores que reprocharan al periódico justo lo contrario, que no ofreciera claridad y precisión. Y si llegan las consecuencias que se están apuntando, nos preguntemos entonces por qué EL PAÍS no advirtió suficientemente del peligro.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 
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