El edificio-barrio de Liu Jiakun
La gran obra del último premio Pritzker ofrece una alternativa a la agresiva urbanización de las nuevas ciudades chinas

Al este de Chengdu, una ciudad en el centro de China, una de las manzanas no es como las demás. Allí no hay rascacielos ni edificios que ocupen el espacio. No hay inmuebles con poco más que calles y parterres rodeándolos. Allí el protagonista es el lugar de convivencia, el espacio público. El nuevo premio Pritzker, el arquitecto Liu Jiakun (1956) conoce bien la ciudad. Creció en ella. La vio cambiar. Por eso en 2015 hizo una propuesta que alteraría tanto el urbanismo de la metrópolis como su propia trayectoria como arquitecto.
Su West Village, que recibe el nombre por ubicarse al oeste de la ciudad de Chengdu, es un edificio-barrio, una manzana urbana que concentra las viviendas y los comercios en el perímetro de un gran patio central. En realidad, convierte la manzana urbana en patio. Esa estructura —que recuerda una de las unidades del ensanche que Idelfonso Cerdà proyectó para la ampliación de Barcelona— resulta en una convivencia entre el ocio y la vivienda, entre las instalaciones deportivas y los juegos comunitarios y, sobre todo, entre la vegetación y la construcción.

El resto de la ciudad no ha conseguido cuajar esa cohabitación. Y, por lo tanto, la vida cotidiana de los ciudadanos es menos rica. Está menos aireada y menos soleada. También menos acompañada. Son varias las escaleras, pasillos, puentes y senderos por los que se accede al barrio que no es un lugar aislado del resto de la ciudad. El edificio es accesible y permeable. Sus campos de futbol y baloncesto son lugares de entrenamiento para equipos locales que, de no ocupar ese espacio, precisarían infraestructuras infrautilizadas, durante las horas muertas, en otro lugar de la ciudad.
El hueco, el vacío, es aquí ocupado por esas instalaciones deportivas y, a la vez, proporciona aire y luz a los vecinos. Aquí hay espacio y distancia. La suma de edificios, levantados con hormigón y con las huellas del encofrado vistas, que rodean ese patio central, sirve como oficinas, comercios y viviendas. Las cubiertas se utilizan como paseo, mirador o pista de atletismo. En el interior del patio, jardines chinos conviven con claros para juegos y cine nocturno. Y la vegetación, en fachadas, atenúa el impacto del sol y el viento, ofrece cierta intimidad y actúa, también, de barrera acústica.

Con la construcción de este proyecto, Liu Jiaukun demostró que la utopía, defendida por el arquitecto protagonista de su novela Project Moon, Ouyang Jiangshan, puede ser un buen punto de partida para la re-humanización de la arquitectura. Y de las ciudades.
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