Construir la calle desde la arquitectura
Por delante de los edificios, la calle. Y por delante de la ciudad, el ciudadano. Eso cuida Chipperfield en la ampliación del conjunto Morland Mixité Capitale que ha concluido en París
Dar prioridad a la calle, a la ciudad y al ciudadano. ¿Cómo? Desde la arquitectura. También desde la reparación. El flamante nuevo Pritzker lo había hecho ya en Berlín —donde entre las prioridades cabe sumar hacer visibles también todas las capas de la historia— y en Venecia, flexibilizando la arquitectura de la Plaza de San Marcos. Mientras le han encargado que lo haga de nuevo en Atenas, acaba de concluir la ampliación y restauración del edificio Morland Mixité Capitale en París. Aquí, junto al Sena, por encima de la arquitectura, se cuida la ciudad. Y por encima de la ciudad, al ciudadano. ¿Cómo? Que la arquitectura se relacione con la calle ofreciendo cobijo, pasaje y sombra en lugar de solamente fachada y perímetro es cuidar al ciudadano. Es entender que son los ciudadanos los que dan vida a la ciudad.
Es la arcada la que ofrece cobijo y sombra al viandante. Y esa cubierta a pie de calle es, además de la marca de la ampliación, el resultado de mostrar la estructura portante, de arraigarla a pie de calle. Así, desnudando la estructura y convirtiéndola en galería abierta, el edificio se convierte en un pasaje, en lugar de en un obstáculo, entre las márgenes del río Sena y el Boulevard Morland.
Por encima de los edificios, la calle: en el 4º arrondissement de París, el edificio original del que partió el británico lo había firmado el arquitecto Albert Laprade en 1960. El inmueble tenía 16 plantas y estaba flanqueado por dos torres, de siete plantas menos, que formaban una plaza orientada hacia la calle, el boulevard. Era esa altura, y una fachada cerrada y repetitiva lo que, en el barrio, convertía el edificio —que albergaba despachos de la administración municipal— en una gran pared, y por ende, en una muralla frente al Sena.
Como parte del proyecto municipal Réinventer Paris, arquitectos, promotores, urbanistas y paisajistas fueron llamados a consulta. El equipo capitaneado por Chipperfield —donde también colaboran los arquitectos franceses Calq architecture y el promotor francés Emerige— ganó uno de los concursos bajo un lema que sintetiza el objetivo, más que la idea, de su propuesta: La Félicité. Reparar no es solo restaurar, es repensar la relación que un edificio quiere construir con la ciudad. En París, este inmueble pasó de la introversión a la extroversión, del encierro y el muro a la transparencia y la porosidad.
Hoy el edificio ya no aloja despachos. Hoy es un complejo de viviendas —públicas y privadas— que se puede atravesar de la calle al río. Aquí, además, un albergue de juventud convive con un hotel. Y pisos de mayor tamaño con apartamentos —de inversión pública, de menor—. Es así, mezclando objetivos ya en el programa, cómo los arquitectos buscan redibujar una ciudad más sociable y social en el siglo XXI. La forma lo anuncia: sean bienvenidos, ahora se puede pasar. La ciudad se interrumpe menos. Reutilizado y restaurado, el edificio, lejos de imponer su presencia en la calle, ofrece cobijo, pasaje y sombra.
Construye continuidad urbana, produce una ciudad más caminable, atravesable. Por eso invita a descubrir una urbe que no se queda en las fachadas. Y no hablo de metáforas o intenciones. Más allá de la calle, las últimas plantas acogen una instalación de Olafur Eliasson y un restaurante, una corona accesible, no solo para comer, también para elevarse y contemplar París, desde el cielo bajo de la ciudad. Poder recorrer un edificio, atravesándolo de delante a detrás o de arriba abajo es integrar la arquitectura en la ciudad, acoger al ciudadano en la ciudad.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.