‘Maldita suerte’: el brillo del director de ‘Cónclave’ no sostiene una decepcionante historia de autodestrucción y casinos
Edward Berger tiene mano, pero en este ‘thriller’ con Colin Farrell hay una ausencia de importancia de lo que se está contando

Los directores que no escriben, o que simplemente supervisan en última instancia los guiones de otros, parten de un obstáculo creativo: deben buscar (o esperar) libretos a la altura de su talento para la puesta en escena, y cuando estos no aparecen, conformarse con historias menores con las que ir tirando hacia delante, o engrandecer hasta lo sublime materiales de andar por casa que en manos de otros serían la nada.
Durante los años ochenta y los primeros noventa, un puñado de cineastas vivió este proceso de eclosión y progresiva caída posterior alrededor de los premios Oscar: encumbrados por algún título emocionante, luminoso o popular que los llevó hasta la primera fila, posteriormente se fueron diluyendo sin remedio. La lista no es corta: Hugh Hudson (Carros de fuego); John Madden (Shakespeare in Love); Mark Rydell (En el estanque dorado, Cuando el río crece); Martin Brest (Superdectective en Hollywood, Esencia de mujer); Andrew Davis (El fugitivo) y Roland Joffé (Los gritos del silencio, La misión).
Una situación que viene a la memoria cuando uno se coloca ante una película tan vistosa pero tan decepcionante como Maldita suerte, nuevo trabajo de Edward Berger, presente en la sección a concurso del festival de San Sebastián, y producido por Netflix, que lo exhibe ahora en su plataforma dos semanas después de uno de esos estrenos técnicos en apenas un puñado de salas y a horarios intempestivos. El cineasta alemán, desconocido internacionalmente hasta Sin novedad en el frente (2022), magnífica nueva adaptación de la novela de Erich Maria Remarque, y que repitió triunfo con la también excelente Cónclave (2024), basada en el libro de Robert Harris, se está dando prisa viviendo en las alturas. Diecisiete nominaciones a los Oscar y cinco premios avalan la reciente trayectoria de Berger, pero la historia y la escritura de Maldita suerte, ambientada en los casinos y hoteles de Macao en torno a un jugador de bacarrá, está muy por debajo de su brillante visualización.

La casualidad ha hecho además que el último de los nombres de la lista inicial de aspirantes al Oscar que se acabaron desmoronando, el de Roland Joffé, quede unido a Maldita suerte: el guionista es su hijo Rowan, que adapta una novela de Lawrence Osborne. Un sufridor Colin Farrell interpreta a un alma en pena, a un ludópata que va de lord inglés y que ha perdido hasta la dignidad en un mundo de prestamistas y usureros, ambiciones y remordimientos, lujo y autodestrucción, supersticiones etéreas y derrotas palpables. Un universo luminoso por fuera y lúgubre por dentro, que desvela unos cuantos prejuicios de clase en dos de sus protagonistas, que podrían estar dando ese salto mortal que les lleve a habitar dormitorios de lujo durante el resto de sus vidas o a lanzarse al vacío desde uno de sus balcones.
Sin embargo, las imágenes y sonidos de Berger, comandados por una formidable fotografía contrastada de James Friend y una altisonante banda sonora de Volker Bertelmann, siempre están muy por encima de la ausencia de importancia de lo que se está contando. Quizá era el único modo de ilustrar (y de salvar) un material tan endeble, en el que la deriva mental y sobrenatural del último tercio es, de nuevo, un juego de apariencias sin mayor enjundia. Y aunque Maldita suerte no sea una obra del todo desdeñable, la pregunta es qué se le ha perdido a Berger aquí. Quizá sea un trabajo de transición (le esperan proyectos grandes, ya anunciados, en los dos próximos años) o puede que el primer síntoma de que necesita parar un poco y seleccionar mejor para no caer, como tantos otros, en el vacío del olvido.
Maldita suerte
Dirección: Edward Berger.
Intérpretes: Colin Farrell, Tilda Swinton, Fala Chen, Alex Jennings.
Género: drama. Reino Unido, 2025.
Plataforma: Netflix.
Duración: 101 minutos.
Estreno: 29 de octubre.
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