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Muere Björn Andrésen, protagonista de ‘Muerte en Venecia’ y “el chico más bello del mundo”

El intérprete sueco, fallecido a los 70 años, saltó a la fama a los 15 años con la película de Visconti. Un documental de 2021 ilustró cómo el filme destruyó su vida

Gregorio Belinchón

Björn Andrésen, el actor y músico sueco famosísimo por encarnar a Tadzio, el joven objeto del deseo en Muerte en Venecia, ha muerto a los 70 años. Su fallecimiento, ocurrido el sábado, lo ha anunciado en el periódico sueco Dagens Nyheter el cineasta Kristian Petri, codirector de El chico más bello del mundo, un documental de 2021 sobre la caída a los infiernos del actor. No se ha hecho pública la causa de su muerte.

Andrésen fue seleccionado por Luchino Visconti en unas pruebas de reparto a sus 15 años, cuando el cineasta buscaba un protagonista rubio y bellísimo para su Muerte en Venecia, adaptación de la novela homónima de Thomas Mann. Andrésen interpretó a Tadzio, con quien se obsesiona un hombre mayor interpretado por Dirk Bogarde.

Hungría, Polonia, Finlandia… Visconti llevaba mucho tiempo y muchos kilómetros por Europa a la búsqueda de su Tadzio perfecto. Mann lo describió de una belleza fría como una estatua y con ojos “color del agua”, una hermosura que obsesiona al compositor Gustav von Aschenbach (encarnado por Dirk Bogarde) cuando ambos se cruzan en una Venecia decadente infectada del cólera. El cineasta italiano lo encontró en Estocolmo, tras negarse los padres de Miguel Bosé (ahijado de Visconti) a que participara en la película. Fue el sexto chaval —había acudido empujado por su abuela— que entró en la sala en la que realizaban las pruebas. Un poco mayor de lo buscado (15 años), un poco más alto de lo planeado, pero Visconti, en el estreno del filme en 1971 en el festival de Cannes, confesó: “No tuve dudas de que era él”. No tardó ni un minuto en pedirle que se desnudara ante la cámara.

Y eso se sabe porque aquellas imágenes de un adolescente retraído, muy tímido, se muestran en el documental que el mismo Visconti filmó sobre su búsqueda (Alla ricerca di Tadzio), y porque así arranca el documental El chico más bello del mundo (2021), que relata el dolor sufrido por Andrésen; medio siglo después de su debut en el cine, delgadísimo, con largas melena y barba, no era aún capaz de mirar a la cámara de los cineastas Kristina Lindström y Kristian Petri. Por cierto, el apodo del chico más bello del mundo también nació de Visconti en aquel Cannes.

Björn Andrésen en 'Midsommar' (2019) y en 'Muerte en Venecia' (1971).

Tiempo después, Andrésen contó sus experiencias negativas con Visconti y con la fama mundial que le cayó al momento. El sueco, por ejemplo, relataba que el italiano lo había llevado a un club nocturno gay con un grupo de adultos cuando tenía solo 16 años. Andrésen, que era heterosexual, aseguraba que no era homófobo, pero que la forma en que lo trataron allí, tan joven, le hizo sentir “muy incómodo”, como si fuera “un apetitoso plato de carne”. Y que fue “el primero de muchos encuentros de este tipo”. Por cierto, acabada la promoción, Andrésen y Visconti nunca más volvieron a hablar. En una entrevista en The Guardian en 2003, aseguraba que la etiqueta de “el más bello” le afectó personal y profesionalmente: “Me sentí como un animal exótico en una jaula”.

Andrésen era un chico frágil, moldeado por la muerte de su padre y el suicidio de su madre cuando él tenía 10 años, y por una abuela obsesionada con que fuera actor famoso, negándole su verdadero placer: la música. “Nunca he visto tantos fascistas y gilipollas como en el cine y el teatro. Luchino era el tipo de depredador cultural que sacrificaría cualquier cosa y a cualquier persona por su trabajo”, aseguró en la promoción del documental sobre su vida.

Después del éxito de Muerte en Venecia, su abuela decidió que irían a Japón, donde la película había sido un éxito rotundo. “Pensó que tenía mucho talento y que debía ser mundialmente famoso”, contaba dolido décadas más tarde. En Japón, en pocas semanas, grabó dos canciones pop y apareció en varios anuncios. Le drogaron durante ese tiempo para que no bajara el ritmo.

Su ambición era formar una big band de jazz. Pero a su vuelta a Europa, le presionaron para que aceptara otros papeles en el cine. Estuvo en París —tratado como “un objeto sexual”, dice en el documental— durante un año, esperando a que Malcolm Leigh hiciera una película, How Lovely Are the Messengers, un proyecto que nunca se materializó. “Puedo resumir mi carrera en una palabra”, decía. “Caos”.

Finalmente, se mudó a vivir con su novia a Copenhague, a la búsqueda de estabilidad y cierto anonimato. Sin embargo, la sombra de Tadzio le persiguió constantemente, hasta casi acabar con su carrera musical, porque a priori nadie pensaba que un chico así pudiera tener talento en este arte.

Andrésen continuó actuando, apareciendo en más de 30 películas y series de televisión, la mayoría rodadas en su Suecia natal. “Mi carrera es una de las pocas que empezó en la cima y luego fue descendiendo”, contaba. “Fue muy solitario”.

Tuvo dos hijos con su exesposa, la poetisa Susanna Roman: una hija, Robine, y un hijo, Elvin, que murió de síndrome de muerte súbita del lactante a los nueve meses de edad. Según el informe judicial, Andrésen estaba acostado junto a su hijo, borracho, cuando murió. El actor entró, tras su divorcio, en un período de depresión y alcoholismo.

Cuando los directores Lindström y Petri contactaron con él, Andrésen se negó a ser filmado. Necesitaron cinco años para convencerle y rodarle, para hacer “una película con él, no sobre él”. Vivía en un apartamento devorado por el síndrome de Diógenes, y solo una novia le salvaba de la ruina. Al menos pudieron acompañarle al rodaje de Midsommar, de Ari Aster, donde apareció en un pequeño papel como un anciano al que le destrozan la cara con un mazo mientras se sacrifica en una ceremonia pagana. Andrésen rodó encantado con el papel: “Que lo maten en una película de terror es el sueño de cualquier niño”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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