Un acueducto romano para reescribir la historia de un pueblo blanco de la Sierra de Cádiz
Investigadores de la Universidad de Granada documentan en Zahara de la Sierra una infraestructura hídrica de dos kilómetros que salvaba hasta 540 metros de altura


El frondoso olivo cuajado de aceitunas alivia el calor seco de la Sierra de Cádiz y pregona la recogida que se acerca. A su sombra y en una empinada ladera de tierra suelta que complica la estabilidad, la arqueóloga Mar Castro se asoma al pozo de decantación recién desenterrado. Es el último vestigio hallado que confirma una concatenación de sospechas e hipótesis llamadas a reordenar la historia de Zahara de la Sierra, un pueblecito blanco de la Sierra de Cádiz que hasta ahora ha exhibido con orgullo su pasado medieval. Pero esa estructura cilíndrica confirma que la localidad tuvo un acueducto romano de, al menos, dos kilómetros que salvaba una altura de 544 metros. Y, a su vez, esa infraestructura hídrica apuntala la idea de que Zahara tuvo un pasado como una urbe romana, de nombre ignoto por ahora, con suficiente potencia para encargar semejante obra civil.
“Hemos corroborado que era una urbe romana con entidad como para gestionar esa infraestructura”, confirma el arqueólogo Luis Cobos, colaborador en la investigación, junto a su compañera Esperanza Mata. El profesional lleva años siguiendo las migas de pan, en forma de hallazgos arqueológicos, que hablaban de un pasado romano poco documentado en el pueblecito serrano, una villa de postal de 1.300 habitantes articulada en torno a un cerro coronado por una fortaleza medieval. Fue el caso del candelabrum —una pieza extensible única en la Península vinculada a un lugar de culto— que Cobos y Mata encontraron en 2020. También de una cisterna romana localizada por Cobos en 2023, que hasta ahora se creía diseñada para aguas pluviales; o los restos de sillares cuadrados en el camino de subida a la villa medieval, que encajan con usos de muralla o de sustentación.

Pero faltaba la prueba definitiva que encajase el puzle romano de Zahara. Y esa ha llegado con la campaña de excavación realizada durante la primera semana de septiembre dirigida por Mar Castro, investigadora del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Granada. Orientada por antiguos textos de investigación que hablaban de la posibilidad de que existiese un acueducto en la zona y de las propias orientaciones descubiertas por Cobos de sus tres décadas de estudios en el pueblo, Castro y su equipo han realizado catas en los alrededores del pueblo que han confirmado la existencia de una infraestructura hídrica posiblemente realizada en torno al siglo I d.C., en época altoimperial.
El equipo de arqueólogos ha descubierto restos dispersos en el territorio que parecen apuntar a que el acueducto partía del manantial de Altabacar, ubicado a 545 metros de altura, y recorría una distancia de dos kilómetros, en los que tenía que salvar una importante vaguada hasta elevar el agua a los 544 metros de altura, donde Cobos ya tenía localizados restos de una infraestructura hídrica romana en el cerro de la villa medieval. “Para salvar esa vaguada tendría que haber o un sifón que aplicase la ley de los vasos comunicantes o transcurrir sobre arcadas”, razona Castro. Aunque por ahora no se han localizado restos que despejen esa duda, sí que se han encontrado vestigios a las afueras del pueblo del recorrido del acueducto y de un pozo de decantación, ubicados en un olivar hoy privado y cerrado al paso.
La presencia de un acueducto implica que en la zona existía una ciudad de tipo rural con el suficiente peso y habitantes como para tener recursos para construir esa infraestructura. “Corrobora que debía ser una urbe porque tenía que haber una magistratura que lo encargase y lo mantuviese. Debía ser una ciudad con entidad, aunque no clásica”, apunta Castro. Los investigadores desconocen cuánto tiempo estuvo en uso, aunque se da por hecho que ya no estaba activa en la época medieval y musulmana de Zahara, la más conocida de la localidad por la importancia que cobró en este periodo y por la conquista cristiana del enclave en 1483 de manos de Rodrigo Ponce de León, primer duque de Cádiz.

Como suele ocurrir con los hallazgos arqueológicos, la resolución de una incógnita da paso a otra. Una vez demostrado que Zahara tuvo un pasado romano como ciudad, la duda está en cuál era su nombre. “En el siglo XVIII, se la identificó con Lastigi, basándose en textos de Plinio. Sin embargo, esta ciudad se corresponde con otro yacimiento en la provincia de Sevilla”, explica Cobos, intrigado por el nuevo reto investigador que se abre ahora. También está por resolver en qué zona exacta del cerro se ubicaba la ciudad y qué cisternas llegaba a abastecer, ya que hay algunas localizadas bajo la cota de la infraestructura y otras por encima, que se interpreta que solo podrían ser pluviales. “Es un asentamiento complejo porque se han aprovechado paredes para ocupaciones posteriores”, añade Cobos.
Castro y su equipo —integrado por investigadores de la Universidad de Granada, de Jaén y del Instituto Geológico y Minero de España— culminaron el pasado 5 de septiembre su trabajo de campo. Ahora les queda el análisis del vasto material recopilado, que incluye fotogrametrías con vuelos de drones y analíticas de concreciones —restos solidificados— tomadas del acueducto y dataciones por termoluminiscencia. El objetivo es “buscar paralelismos en medidas” con otras obras hidráulicas similares de la Hispania romana y avanzar en el conocimiento del uso e importancia que este tipo de infraestructuras tenían en las zonas rurales de la Bética.
“Verificamos que el conocimiento se ponía en práctica también en asentamientos menores. La pericia técnica es intrínseca en el mundo romano”, aclara Castro. De hecho, su investigación en Zahara se enmarca dentro del proyecto HydroRemote, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, y que persigue analizar cómo era la gestión hídrica de las ciudades romanas en altura. El estudio incluye, además de la localidad zahareña al yacimiento de Ocuri (en Ubrique, también en Cádiz), el de Laderas de Morana (en Lucena, Córdoba) y al municipio de Martos (Jaén). “En todas ellas conseguir el abastecimiento de agua era un verdadero reto”, zanja Castro.
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