‘The End’: un sombrío y tedioso musical posapocalíptico de fondo ecologista
Joshua Oppenheimer, hasta ahora celebrado documentalista con ‘The Act of Killing’ y ‘La mirada del silencio’, pone a cantar a un gran reparto canciones feas y peor entonadas

En dos formidables secuencias de sendas películas en cierto modo hermanas, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, de Stanley Kubrick, y Punto límite, de Sidney Lumet, nacidas en el año 1964 en torno a la Guerra Fría y a la posibilidad de un holocausto nuclear, sus personajes elucubraban acerca de quiénes deberían ser los seres humanos supervivientes, los encargados de conformar una nueva civilización tras la hecatombe. “Un ordenador debería decidir teniendo en cuenta factores como edad, salud, fertilidad e inteligencia, aunque sería vital incluir a gobiernos de primera línea y a militares para impartir los ideales de liderazgo y tradición. Con un promedio de 10 mujeres por cada hombre, se reproducirían prodigiosamente en poco tiempo”, afirmaba el demente personaje de aires hitlerianos interpretado por Peter Sellers en la película de Kubrick, uno de los peligrosos asesores del presidente de Estados Unidos. Mientras, en la de Lumet, el rol de Walter Matthau, otro de los ideólogos del presidente, contestaba: “Deberían sobrevivir los peores presos posibles y los más vulgares oficinistas. En esa lucha por controlar los pocos medios que queden, los primeros pondrían la violencia, y los segundos, el orden”.
No sería extraño que el estadounidense afincado en Dinamarca Joshua Oppenheimer hubiera extraído de aquellas dos secuencias la idea esencial de The End, su primera película de ficción tras una serie de prestigiosos documentales. De hecho, como en ¿Teléfono rojo?, sus protagonistas sobrevivientes del fin del mundo habitan en el fondo de una mina, en este caso de sal. “Donde la radioactividad no penetra a miles de pies de profundidad”, decía Sellers en su discurso final. Sin embargo, su interesante punto de partida está narrado de un modo tan plomizo y extravagante que la película resulta una losa de unas innecesarias dos horas y media.

Pocas ideas más de calidad en este The End de Oppenheimer, producción estrenada en el concurso del pasado Festival de San Sebastián, y encabezada por un reparto de lujo con Tilda Swinton, Michael Shannon, George MacKay y Tim McInnerny. Si acaso, la verdadera identidad de esa familia que, dos décadas después del fin del mundo tal y como lo hemos conocido, vive en un lujoso búnker lleno de obras de arte. Eso sí, esa identificación llega tan tarde, y con un desarrollo tan leve, que su supuesto ingenio queda sepultado por todo lo anterior.
¿Y qué es todo lo que lo antecede? Nada menos que un musical de feas canciones compuestas por Joshua Schmidt, con letras que poco aportan a la trama ni al interior de los personajes, mal cantadas por intérpretes que no acaban de afinar, y con unos puntuales y extraños bailes (si se les puede llamar así), que obviamente no serán improvisados pero que dan la impresión de serlo. Un afligido musical postapocalíptico de fondo ecologista, que podría haber quedado en valiente apuesta por lo anticonvencional, pero que desemboca en una cuesta arriba narrativa llena de diálogos vacuos y sin la armonía expresiva necesaria para completar un musical sombrío.
El autor de los excelentes documentales The Act of Killing y La mirada del silencio, ambos sobre el genocidio anticomunista en Indonesia de los años sesenta, apenas abunda en los conceptos de culpa e incumbencia. Oppenheimer ha dado un osado brinco desde el documental a la ficción recogiendo dos fascinantes temas de La mirada del silencio (la responsabilidad en un genocidio y la identidad de los supervivientes), pero obviando las formas musicales que ha decidido explorar, y el sentido de la narración de un relato que lleve a cualquier tipo de emoción.
The End
Dirección: Joshua Oppenheimer.
Intérpretes: Tilda Swinton, Michael Shannon, George MacKay, Moses Ingram.
Género: musical. EE UU, 2024.
Duración: 148 minutos.
Estreno: 25 de abril.
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