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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
música
Columna
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La trinidad Nueva York-Lorca-Morente: un huracán de inspiración

El cantaor creó “una hermandad” entre la ciudad, el poeta y su cante, tal y como recordó su hijo Kiki Morente en el Flamenco Festival de Nueva York

Kiki Morente (izquierda), con su padre, Enrique Morente.
Fernando Navarro

A Kiki Morente la ciudad de Nueva York le despierta el recuerdo salvaje de su padre. “Conocí esta ciudad con él”, confiesa el cantaor, guitarrista y compositor. Y su padre le trae el recuerdo también salvaje de Federico García Lorca: “Conozco a Federico a través de la voz de mi padre”. Y Lorca es Granada, pero también Nueva York. El recuerdo del poeta universal conecta con Nueva York y con Morente, como si fueran partículas de una misma espiral emocional que se revuelve extraordinaria en el interior de Kiki Morente. Una espiral que puede revolverse igual de extraordinaria en el interior de cualquiera que entienda la grandeza de la unión que aguarda en la santísima trinidad que forman Nueva York, Lorca y Morente.

El hijo del maestro Morente cuenta esta conexión en el interior del camerino de Elebash Recital Hall (CUNY Graduate Center), cuya puerta de entrada, con su escalinata en la Quinta Avenida en pleno corazón del Midtown, mira a un Empire State sublime y luminoso como si fuera la gran inmensa “roca blanca” que, como rezaba el verso de Lorca en Panorama ciego de Nueva York, “está ayudada por la luna” en la ciudad que no duerme. Y el cantaor y guitarrista cuenta la conexión, quizá más bien nombrarla como el huracán de inspiración, justo después de rendir tributo a la trinidad Nueva York-Lorca-Morente en un concierto dentro del Flamenco Festival de Nueva York, que en los pasados días de marzo se ha celebrado y este año está dedicado al legado de Lorca casi un siglo después de su viaje a la Gran Manzana.

Kiki, que ha heredado de su padre la intuición para actualizar el flamenco sin renunciar a los orígenes, ha tocado acompañado de Carlos de Jacoba, guitarrista conocido por su estilo innovador, y el percusionista Juan Carmona. Un trío de ases para crear un diálogo entre la rica herencia del flamenco y el alma lírica de Lorca. Previamente, a la salida del hotel y dentro de la furgoneta por la Sexta Avenida, se pusieron a dar palmas los tres como si quisieran evocar espíritus antes de su emotiva actuación. “Hay mucho corazón cuando se canta a Federico García Lorca y, en mi caso concreto, me acuerdo mucho de mi padre. Cantar a Federico es todo un reto para cualquier flamenco. Y más en un largo repertorio como el nuestro”, afirma Kiki. “Para mí, Lorca siempre ha sido los Reyes Magos gracias a mi padre”, sentencia.

Kiki Morente, a la izquierda, y Carlos de Jacoba, a la derecha, a los que acompaña el percusionista Juan Carmona, en el centro, en el concierto de Nueva York.

Los Reyes Magos son la ilusión salvaje, la posibilidad de la magia, la inspiración por encima de la inspiración. Evocarlos con palmas, pero también guitarras, percusiones y cantes son métodos gloriosos al servicio del arte. Por eso, conviene recordar cómo Enrique Morente creyó en ellos para su propio arte, para su propia búsqueda de la inspiración. Los Reyes Magos que Lorca representaba en Enrique, pero también que fue Nueva York. “La historia de mi padre con Poeta en Nueva York y con esta ciudad es brutal. Esta ciudad le apasionaba, le encandilaba. Se creó una hermandad entre Granada y Nueva York y mi padre supo apreciarla y elevarla no sólo en nuestra familia, sino para el mundo entero”, recuerda Kiki. Además de esta hermandad, es el detonante, la grandeza de la pérdida para encontrarse.

Cuenta la biografía de Enrique Morente que quiso ser torero, pero un viaje a Nueva York en 1964 determinó su carrera, imparable y renovadora para el flamenco. La bailaora Mariemma lo oyó cantar y se lo llevó a Nueva York con su ballet a la Feria Mundial. Fue su primer viaje al extranjero y determinó su carrera como cantaor. En Manhattan, cantó a la bailaora Trini España y al bailaor Juan Quintero, con quien en el futuro habría de colaborar en más de una ocasión. Y, según las biografías, se convenció de ser cantaor y se olvidó del toreo.

Si fue así, Morente prefería quitar retórica y mito a su propia historia, aun fuera esta relacionada con Nueva York, de la que luego crearía la hermandad. En sus propias palabras, no se acordaba de tanta trascendencia y de haberse “comío Nueva York”, pero sí reconocía que fue a la ciudad a perderse. “Me perdí en Nueva York buscando a Pablo el Americano, que era un escritor judío que había conocido en Málaga y lo llamábamos así…”. Y, de su pérdida, aprendió a pasear por “la ciudad monstruosa”. “Lo fácil era sentirse allí como una hormiga, pero yo me sentía allí como el botón de una camisa. Fue un viaje apasionante. Porque, en aquella época, yo estaba empezando en el cante y estaba luchando”.

Actuación de Morente junto a Lagartija Nick en Nueva York en noviembre de 2003.

En Nueva York, Lorca halló los mejores alimentos terrestres para su poesía, con una emoción que fue legítima y caudalosa y quedó plasmada en Poeta en Nueva York. A Morente le pasaría igual. El joven cantaor, aún en ciernes, se perdió por la ciudad de los rascacielos y las multitudes que vomitan y orinan y encontró inspiración para su vocación. Cantó y se alimentó, en silencio y asombrado como el poeta granaíno, de su poder salvaje, de sus auroras y danzas de la muerte.

Con esa voz que salía del fondo de la tierra y que unía orillas, Morente no dejó de cantar a Nueva York y Lorca durante toda su carrera. Ahí está un disco tan maravilloso como Nueva York-Granada junto al gran Sabicas, pieza esencial del flamenco grabado. Y también ahí está Omega, la revolucionaria obra que brotó con Lagartija Nick. Un disco del que Morente decía: “Es mi visión flamenca de Poeta en Nueva York”. Su hijo Kiki, todavía en el camerino tras su homenaje a su padre, a Lorca y a Nueva York, lo recalca: “Creó la hermandad, la vivió de una forma flamenca”. Como si los Reyes Magos existiesen, y esa trinidad Nueva York-Lorca-Morente fuera un huracán de inspiración.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros 'Acordes Rotos', 'Martha', 'Maneras de vivir', 'Todo lo que importa sucede en las canciones' y 'Algo que sirva como luz'. Es de Madrid.
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