El teatro se mete en las casas de la ‘banlieue’ de París para reflejar la realidad del extrarradio
El colectivo Théâtre de la Poudrerie ofrece representaciones a domicilio que dialogan con el territorio y sus habitantes


No hay telón ni escenario. Tampoco butacas ni billete de entrada. Solo sillas colocadas a un lado y otro del salón, reacomodado para dar cierto espacio a los actores. Las representaciones se parecen a las de cualquier teatro. Pero aquí en Sevran, una localidad del extrarradio de París, están basadas en sus habitantes. En su imaginario poético. En su relación con el territorio, sus problemáticas, sus miedos o sus deseos. Las obras, gratuitas, se presentan en sus domicilios. Tanto en las grandes torres habitacionales que suelen caracterizar a la banlieue como en las pequeñas casas que también conforman estas zonas periféricas. Espacios complejos donde, al igual que en el resto del mundo, no siempre es fácil entablar diálogo y debatir. Algo que el Théâtre de la Poudrerie (Teatro de la Pólvora) busca invertir.
Sevran se encuentra en Seine-Saint-Denis, el departamento más pobre de Francia y el que más población inmigrante y de origen extranjero tiene. A la localidad, de 55.000 habitantes, se llega con el RER B, la línea de cercanías que conecta el centro de París con los barrios periféricos del norte. La ciudad, con una tasa de pobreza superior al 30%, no tiene teatro. Sus habitantes tampoco suelen acudir a espectáculos. Pero desde 2011, un proyecto le ha dado la vuelta a esta situación. Si la población no va al teatro, el teatro va hacia ellos. Un teatro de los habitantes para los habitantes. Lo que Valérie Suner, la creadora de la Poudrerie, llama “el teatro de la socialidad”.

Gilles y Catherine Kujawski, dos jubilados que viven en Sevran desde hace décadas, han decidido acoger una función en su casa. No es la primera vez que lo hacen. El tamaño de la vivienda no importa: solo deben ser los anfitriones de la noche e invitar a sus vecinos. Los actores llegan unas horas antes. También la directora y un técnico, que instala los equipos de sonido mientras los comediantes, ya vestidos, realizan un calentamiento vocal. Todo está instalado. Una decena de sillas han sido colocadas en media luna frente a una mesa y una gran rama que representa a un árbol. “Ya llegó el primero”, grita Gilles, mientras se dirige a la puerta.
La obra a la que asistirán hoy se llama Avec les pieds (Con los pies) y trata de una familia a la que le crece un árbol en pleno salón. La pieza, dirigida por Jeanne Desoubeaux, reflexiona sobre la curiosidad, el apego y el cambio. Para escribirla, su autora, Nicole Genovese, recorrió las calles de Sevran con un cuestionario. El objetivo era sondear el espíritu poético de los habitantes y el resultado se ha integrado en la creación. Durante el espectáculo, vecinos y actores están a menos de dos metros. Unos observan mientras otros actúan. A veces hay silencios. Otras, risas.

Los habitantes de la zona están en todas las obras de La Poudrerie. El teatro, de esta manera, participa en los debates sociales y permite que surjan de otra manera. Las temáticas son múltiples, pero siempre vinculadas al territorio. Abordan cuestiones como la prostitución de menores, la presencia de las armas, el racismo o el privilegio blanco. También las revueltas como las de los chalecos amarillos que inundaron Francia en 2018 o los disturbios que sacudieron las banlieues —incluido Sevran— a finales de junio de 2023 y en octubre de 2005. Para una de las piezas, los creadores entrevistaron a jóvenes que participaron en estos movimientos, desencadenados por la muerte de adolescentes que huían de la policía, Zyed Benna y Bouna Traoré en 2005, y Nahel Merzouk en 2023.

Suner cita la noción de resonancia del filósofo y sociólogo alemán Hartmut Rosa para describir el propósito del proyecto. “Hay un grito que se lanza, una palabra que se da y de repente alguien tiende el oído, escucha y recibe esa palabra. El objetivo es intentar entrar en diálogo e intercambiar ideas a partir de esas palabras y transformarnos. No seguir cada uno por su lado, divididos, separados en puntos de vista que, como vemos hoy, son cada vez más complicados de poner en diálogo”, explica.
Es uno de los aspectos que más le gustan a Eric Ceprani, de 55 años. Es uno de los vecinos invitados por Gilles y Catherine Kujawski. “Para mí, lo más interesante viene después”, explica. “Es el hecho de poder hablar con todos, de poder intercambiar opiniones con los actores”, señala. Vive en Sevran desde finales de los años ochenta y también ha acogido una obra en su casa. Antes, asegura, tenía prejuicios contra el teatro, que veía como algo “anticuado”. Pero el que se hace en la zona, insiste, es diferente. El proyecto busca que el teatro sea accesible a todos. Busca romper las barreras culturales entre cierta élite y los barrios más populares.

Entre 100 y 120 representaciones se organizan al año a domicilio. Después de cada espectáculo hay debates. Y después de los debates, momentos de convivencia en los que se ofrece bebida y comida a los invitados. Los vecinos se van conociendo e intercambian reflexiones sobre la obra que acaban de ver. Algunos repetirán la experiencia. Otros decidirán acoger una obra en su propio hogar. Esta vez fue en un área de casas con jardín. Pero la próxima semana, la obra se presentará en Les Beaudottes, una de las zonas prioritarias de la localidad. Aquí funciona el boca a boca. Aunque para Gilles Kujawski, La Poudrerie es ya “toda una institución”.
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