El cante alentejano se sacude los prejuicios y se pone de moda
Buba Espinho, que actuará el lunes en Madrid, triunfa con su recuperación de la música tradicional de los jornaleros portugueses, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad hace una década
Cada vez que Buba Espinho y sus amigos adolescentes comenzaban a entonar en los restaurantes de Beja, en el Alentejo portugués, aquellas canciones que hablaban de jornaleros desafiados por el hambre y el sol, eran conminados a callarse o abandonar el local. “Pensaban que ya habíamos bebido demasiado, que íbamos a romper cosas y fastidiarles la noche, cuando solo éramos unos jóvenes con ganas de cantar”, recuerda. Hace quince años en los restaurantes alentejanos no gustaba el cante alentejano, una música asociada a borrachos y comunistas.
Buba Espinho (Beja, 29 años) y sus amigos, que habían formado en 2011 el grupo Os Bubedanas, parecían empeñados en cantar lo que pocos querían escuchar. “Aunque era muy joven, yo ya creía en el potencial de nuestro cante. Era difícil porque nadie quería saber de aquel tipo de música, la industria solo aceptaba canciones de dos minutos y treinta cuando las del cante alentejano duran cuatro”, revive durante una entrevista en el antiguo convento franciscano del siglo XIII, ahora convertido en hotel en el centro de Beja. “No siento rencor hacia las personas que me dijeron que no, comprendo que también era un riesgo invertir en un artista que no era conocido”, añade el cantante y guitarrista, que el próximo lunes actuará en el Teatro Bellas Artes de Madrid dentro de los Summum Concert Series
Algo ha pasado para que, en enero de 2025, el mismo músico haya transformado al público del Coliseu dos Recreios en Lisboa en un multitudinario coro alentejano. El Coliseu es un tradicional termómetro usado en Portugal para medir la popularidad de un artista. Buba Espinho dio dos conciertos en un solo día y, ante la demanda de entradas, ha programado otros dos para el 8 de marzo. Entre el desdén de hace quince años y el entusiasmo actual han ocurrido cosas como la declaración del cante alentejano como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2014, siguiendo los pasos del fado, el flamenco, el tango o el rebetiko griego. Las instituciones y las discográficas comenzaron a mirar para aquel género con otros ojos. “Nuestra misión es mostrar que el cante alentejano es mucho más que una cantiga”, defiende.
También ayudó el éxito de otros precursores alentejanos como António Zambujo, Luís Trigacheiro y Vitorino, empeñados en reivindicar el valor de unas letras que salieron de la lucha y de sacudirle los prejuicios. El Alentejo ha sido la tierra de los sin tierra y su música tradicional habla de todo eso y también del sentido de comunidad. “El cante alentejano es un desahogo, un grito de protesta, un pueblo hablando desde el corazón”, sostiene el músico. “Mi generación ya no trabajó en el campo y no padeció las dificultades de mis abuelos o bisabuelos, pero el cante sigue teniendo sentido porque para los jóvenes continúa siendo muy difícil afirmarse profesionalmente cuando naces aquí”, añade.
En Beja faltan oportunidades y sobra abandono. Los niños de varios cursos comparten aula, las embarazadas que se ponen de parto el fin de semana deben desplazarse al Algarve o Setúbal, a unos 150 kilómetros, y la carretera principal es una pista de socavones. Buba Espinho lamenta que tengan el presupuesto para cultura más bajo de todo el país. De alguna forma, se relaciona con el cante no solo como un género musical sino como un motor para cambiar la desidia actual.
En los colegios de la región hay alrededor de 10.000 alumnos que estudian cante alentejano, una asignatura que forma parte del currículo escolar desde 2013. Además, ha dejado de ser solo patrimonio masculino. “Antes del 25 de Abril [Revolución de los Claveles de 1974] las mujeres no podían formar grupos de cante. Luego se crearon coros femeninos y ahora pienso que ya no hay prejuicios. Tienen una forma diferente de cantar y un repertorio que me impresiona mucho porque habla de la guerra y de la incertidumbre sobre el regreso de sus maridos. Y solo fueron escuchadas después del 25 de Abril”.
A diferencia del flamenco o el fado, el cante alentejano tiene un carácter comunitario muy acusado. “Adoro el fado y el flamenco, pero tienen otros propósitos, hablan de algo más introspectivo, mi dolor o mi tristeza; el cante alentejano es una forma de estar en comunidad, sentir los dolores y las alegrías unos de otros”, compara.
Buba Espinho ejerció de profesor durante un tiempo, antes de poder dedicarse profesionalmente a la música. Aunque procedía de una familia con antecedentes artísticos −su padre, Luís Espinho, perteneció a varios grupos y es un compositor popular−, no fue fácil convertir la música en un medio de vida desde que abandonó los estudios a los 17 años. Fundó su primer grupo y hacía pequeños conciertos por la región. Eran los días en los que les expulsaban de los restaurantes, pero también había otros indicadores más positivos. El primer vídeo que mostraron en Internet se convirtió en un éxito inesperado. “Toda una nación alentejana comenzó a mirarnos por haberles evocado su propia infancia. La generación de mis abuelos decía que ellos cantaban como protesta y que nosotros lo hacemos con alegría. Esto le da una frescura especial”.
Espinho publicó su primer disco en 2020, todavía con un pie en el fado y algo maniatado “por los miedos de los noes”. Será su tercer álbum e incluirá momentos como los vividos en el Coliseu dos Recreios. Será su trabajo más libre. “En 2020 todavía tuve miedo de hacer el álbum que estoy haciendo ahora y no tenía la madurez para entender que a las personas le gusta escuchar lo que nosotros somos y yo soy: Alentejo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.