_
_
_
_

El año nuevo se celebró durante siglos el 25 de marzo ¿Por qué acabó triunfando el 1 de enero?

El principio de año actual se estableció como fecha definitiva en el siglo XVI

Ensayo del fin de año, el pasado 18 de diciembre en Nueva York.
Ensayo del fin de año, el pasado 18 de diciembre en Nueva York.Michael M. Santiago (Getty Images)
Guillermo Altares

Es imposible saber desde cuándo la humanidad mide el tiempo de forma organizada; pero seguramente sea mucho antes de la invención de la agricultura: el ritmo de las estaciones marca la vida de los nómadas, que tienen que prepararse para el frío y la carestía del invierno en algunas latitudes y, en otras, para las estaciones lluviosas y secas. Saber con antelación cuándo llegaba el frío o volvía el buen tiempo podía ser esencial para la supervivencia y para eso era necesario contar los días. Desde el neolítico, hace unos 10.000 años, los ciclos de la agricultura, la siembra y la cosecha, dividían el trabajo del campo en periodos muy claros. El calendario más antiguo fue descubierto en Aberdeenshire (Escocia) y tiene unos diez milenios. Desde entonces se han producido grandes cambios, quizás el mayor fue el paso del Calendario Juliano al Gregoriano en gran parte de la cristiandad en el siglo XVI.

El Calendario Juliano tenía un cierto decalaje con respecto al sol y, a lo largo de los siglos, la diferencia entre los días y la realidad en la naturaleza se hacía cada vez más evidente. Por eso, cuando se aplicó el Gregoriano saltaron unos cuantos días y se pasó de golpe de la noche del 4 de octubre de 1582 a la madrugada del 15 de octubre. Sin embargo, ese nuevo calendario, que no se instauró en el mundo ortodoxo, tuvo una consecuencia mucho más universal: el 1 de enero se impuso en unas décadas como el día de Año Nuevo.

La Navidad, como las Saturnales durante la antigua Roma, coincide con el Solsticio de Invierno, el día más corto del año, un momento que tiene un enorme poder simbólico porque desde la antigüedad se interpreta como una victoria de la luz frente a la oscuridad, el principio de una nueva época. Pero eso no quiere decir que el año siempre acabase y empezase en invierno. De hecho, durante una parte importante de la Edad Media y el principio de la Edad Moderna, hasta el siglo XVI, muchos países de la Europa cristiana celebraban el fin de año el 25 de marzo, día de la Anunciación. El 1 de enero se fijó a lo largo del siglo XVI, en los años previos o posteriores al establecimiento del Calendario Gregoriano, cuando culminó una revolución en la forma de medir el tiempo.

Calendario con los 12 meses del año en una miniatura medieval.
Calendario con los 12 meses del año en una miniatura medieval.Photo Josse/Leemage (Corbis via Getty Images)

“El ciclo del año es el calendario litúrgico”, escribe el medievalista Michel Pastoureau en La vida cotidiana de los caballeros de la tabla redonda (Temas de Hoy), un ensayo precioso lleno de detalles sobre el día a día de la población cristiana de Francia e Inglaterra en la Edad Media. “Las épocas más relevantes son el Adviento y la Cuaresma y las fiestas principales son Navidad, Pascua [de resurrección], Ascensión, Pentecostés y Todos los Santos”. Tres de estas fiestas tienen una fecha fija —Navidad el 25 de diciembre desde el siglo IV, la Asunción el 15 de agosto desde el siglo XIII y Todos los Santos el 1 de noviembre desde el siglo VII—, mientras que las otras tres dependen del ciclo lunar. La Pascua se celebra desde el siglo VIII “en el domingo que sigue a la primera luna posterior al 21 de marzo”. La ascensión se celebra 40 días después de Pascua y Pentecostés, 50.

Desde el punto de vista de los ciclos de las estaciones, tiene también sentido celebrar el año nuevo cuando se aproxima la primavera y la vida vuelve después del invierno. Eso puede explicar por qué, durante tanto tiempo, el año nuevo se celebraba en marzo; aunque no se trataba, en absoluto, de una costumbre generalizada. En aquella época, antes del tiempo universal y compartido, el fin de año era un caos.

Calendario de marzo en un Libro de las Horas del Duque de Anjou, de 1380.
Calendario de marzo en un Libro de las Horas del Duque de Anjou, de 1380.Florilegius (Florilegius/Universal Images Group via Getty Images)

Así describe Pastoureau la situación en Francia: “En Soisons, el año comienza el 25 de diciembre; en Beauvais y Reims, el 25 de marzo; en París el día de la Pascua; en Meaux, el 22 de julio (santa María Magdalena). Sin embargo, notemos que los días habitualmente elegidos son Navidad (regiones del oeste y suroeste), la Anunciación (Normandía, Poitou, parte del centro y este) y Pascua (Flandes, Artois, dominio real)”. En las regiones que adoptan la Pascua, que es una fecha cambiante, el mes de abril a veces era muy largo y otras muy corto, según cuándo caía la Semana Santa. En casi toda Europa, incluyendo España, la situación era similar: en Castilla, por ejemplo, el año empezaba el 25 de marzo.

En cierta medida se puede explicar el calendario, y la división del día en diferentes horas, como una lucha entre elementos civiles y religiosos. El control del tiempo por parte de la sociedad fue uno de los grandes logros de la Edad Media. El gran historiador francés Jacques Le Goff dedicó un precioso ensayo a este tema, L’Occident médieval et le temps, recogido en su recopilación de ensayos Un autre Moyen Âge (Gallimard). Frente al tiempo de la Iglesia, que marcaban los campanarios, poco a poco se impone un tiempo civil, urbano, entre otras cosas gracias a uno de los inventos fundamentales del mundo occidental: el reloj mecánico, que otorga a cada individuo la capacidad para medir el tiempo.

“Así llegó el tiempo moderno”, escribe Le Goff, autor también de Tiempo, trabajo y cultura en el occidente medieval (Taurus). “Uniforme, divisible en horas legales, totalmente independiente del tiempo natural, salvo para el principio del día, que en la Edad Media coincidía con la caída de la noche”. Entonces, empezó otra batalla secular por el tiempo, ordenado, universal, cada vez más distanciado del ritmo de la religión y de las campanas. Como escribe Le Goff, “el tiempo, entonces, es el del poder y el dinero”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_