Victoria Abril en su regreso al teatro: una gran actriz en un espectáculo fallido
La intérprete vuelve a las tablas españolas después de 45 años con una reformulación del mito clásico de Medusa fuera de tono
“¡No me puedo creer que por fin este sueño se haya hecho realidad!”, decía la noche de este miércoles emocionada la actriz Victoria Abril ante un grupo de periodistas en el jardín del peristilo del teatro romano de Mérida, justo detrás del milenario escenario. Acababa de terminar el estreno de Medusa, que suponía su regreso a las tablas españolas después de 45 años volcada en el cine y la televisión, nada menos que encarnando a uno de los grandes mitos clásicos: la mujer monstruosa de cabellos de serpiente y mirada petrificadora. En los últimos años la intérprete ha protagonizado algunas producciones teatrales en Francia, donde vive desde los años ochenta, pero desde entonces nada en España. Así que la expectación era grande: muchos de los tres mil espectadores que abarrotaban la cávea del histórico coliseo interrumpieron la acción para recibirla con aplausos en su primera escena.
Pero Medusa no es el espectáculo con el que nos hubiera gustado volver a ver actuar en carne y hueso a una de las mejores actrices españolas de su generación. Hay poco que rascar en esta obra ideada, escrita y dirigida por José María del Castillo: un texto de escaso valor literario, una escenificación rimbombante pero falta de imaginación, interpretaciones llenas de clichés y un tono sainetesco que imposibilita cualquier conexión con el universo mitológico grecolatino.
Sobre papel, la propuesta es atractiva: una relectura del mito de Medusa, símbolo de la “maldad femenina” más tópica pero también emblema de empoderamiento frente a la violencia y los abusos de los hombres, contado desde el punto de vista del propio personaje. Partiendo de distintas versiones de los rapsodas de la Antigüedad, principalmente la formulada por Ovidio en Las metamorfosis, Del Castillo da voz a Medusa para revertir su estigma y presentarla como víctima del “miedo a lo diferente, el culto a la apariencia y el pensamiento social inducido”, según explica el programa de mano. Para ello hace descender a tierra al mito, lo humaniza y lo confronta con el mundo estratosférico de héroes y dioses megalomaniacos que someten a los humanos de manera caprichosa.
La idea es buena, pero se ejecuta de manera tan paródica y el texto es tan pobre que el mito queda despojado de poética. La primera escena es ilustrativa: después de una larguísima secuencia coreográfica de guerreros hipermusculados liderados por Perseo (el héroe que le cortó la cabeza a Medusa) seguida de un número musical protagonizado por la cantante Ruth Lorenzo de estética pirotécnica al estilo Eurovisión, entra en escena Victoria Abril burlándose de la testosterona imperante y explicándoles a los espectadores que les va a contar su verdadera historia. La actriz se mete en el bolsillo al público, por supuesto, tiene naturalidad y tablas para merendarse el escenario ella sola, incluso uno tan grande como el de Mérida, pero el tono de monologuista cómica que adopta (impuesto por el texto) desposee al mito de su aura trágica.
Así será todo el espectáculo. Números musicales, danza, monólogos y diálogos cargados de teorías psicológicas (el apego, el duelo en todas sus fases, el drama transgeneracional, los mandatos familiares y culturales, el consentimiento), todo ello envuelto en una escenografía estática con figuras de serpientes doradas y un gran oráculo de fondo con proyecciones de vídeo, se suceden en la recreación de la historia de Medusa: ella era una bella joven inocente (interpretada por Elisabet Biosca) hasta que fue violada por el dios Poseidón (Peter James), la celosa diosa Atenea (Mariola Fuentes) la convierte en monstruo y Perseo le corta la cabeza (Adrián Lastra). Cada personaje, además, está en un tono distinto. Atenea es una diosa sobreactuada y Perseo es puro drama. En el monólogo final de Medusa, donde reivindica la libertad de ser y opinar diferente, parece estar hablando no tanto el personaje como esa Victoria Abril que nunca ha tenido pelos en la lengua y en los últimos años se ha metido en unos cuantos charcos mediáticos con polémicas declaraciones sobre la pandemia o los abusos sexuales.
Durante la representación se advirtieron numerosos errores técnicos (sonido, luces, vídeo) y el director salió a saludar micro en mano para disculparse y prometer que se subsanarían en las siguientes representaciones. El público, no obstante, acogió con calurosos aplausos el espectáculo. Después de Mérida, donde se podrá ver hasta el 11 de agosto, la producción viajará a los festivales de San Javier (15 de agosto), Sagunt a Escena (17 y 18 de agosto) y Niebla (24 de agosto) y tras el verano iniciará una gira por ciudades como Madrid y Bilbao.
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