_
_
_
_

La poeta, artista y dj Perla Zúñiga fallece a los 27 años víctima del cáncer que marcó su obra

En su trabajo, de inspiración ‘queer’, defendía la cultura para lidiar con la enfermedad y la amistad como fuente de creación artística

Perla Zúñiga en una imagen de la obra de Cabello/Carceller titulada ‘Movimientos para una manifestación en solitario’, comisariada por Playtime Audiovisuales en el DA2 (2023).
Perla Zúñiga en una imagen de la obra de Cabello/Carceller titulada ‘Movimientos para una manifestación en solitario’, comisariada por Playtime Audiovisuales en el DA2 (2023).Cortesía
Elsa Fernández-Santos

En uno de sus últimos mensajes en sus redes sociales, semanas antes de su prematura muerte el pasado 14 de julio a los 27 años, Perla Zúñiga escribió: “Hoy pienso que hay vida después de la muerte y que deseo ser una chica vienesa con el pelo corto teñido de rubio, que hace su propia granola casera y la mezcla con muchas frutas y cremas de frutos secos. Lleva ropa bonita y de colores y estudia artes”. En realidad Perla Zúñiga fue esa chica vienesa, como fue mil cosas más en una vida marcada desde los 19 años por el sarcoma de Ewing, un cáncer raro que la enfrentó precozmente a su cuerpo generando a su vez un profundo y delicado proyecto artístico queer, dándole a su íntima pesadilla un vuelo creativo insospechado, de una imaginación y emoción que dejan huella.

Zúñiga estudiaba Bellas Artes en Madrid cuando recibió su primer tratamiento de quimioterapia. Aquella dura invasión química le valió para transicionar en Joven de la Perla: “Si bíblicamente la mujer nace de la costilla de un hombre, yo nazco de una costilla de titanio hecha con una impresora 3D”, señalaba en 2021 en una entrevista con este periódico. De Madrid, se mudó a Berlín, y de ahí a Barcelona, viajando por Londres y Buenos Aires. Mientras la enfermedad seguía su curso, la vida también y Perla expandía su universo, de la escritura a las artes visuales, de la performance al sonido. En sus pequeños poemas visuales se escondía una práctica artística conectada con la enfermedad —con referentes como Pepe Espaliú, Carolyn Lazard, Nan Goldin o Anne Boyer—, pero también con el tiempo, el deseo y el amor. Uno de sus últimos poemas, publicado en su cuenta de Instagram, decía: “Es 2015 y sueñas con ser artista/ vas a raves, pruebas el ácido/ e idolatras a Robert Mapplethorpe/

es 2016 y planeas mudarte a berlin con tu mejor amiga/ pintas como Tracey Emin y dibujas una paloma blanca en la/ habitación de un hospital/

es 2017, 2018, 2019, 2020,/ 2021, 2022, 2023, 2024/ y sigues soñando/ pese a la enfermedad/

amiga despierta/ hemos creado el backstage del mundo y podemos ir cuando queramos”

Premiada en 2023 en el programa Generaciones de La Casa Encendida, su última exposición individual, titulada Cucú, fue en el espacio Cordova de Barcelona. En ella, empleó jaulas, botes de orina y cajas de mudanza para expresar, siempre con una particular mezcla de humor y rabia, su compleja encerrona vital. En 2020 participó, también en La Casa Encendida, en la programación de actividades escénicas Gelatina con la pieza sonora Querida célula alterada y ese mismo año creó un ciclo de lecturas performativas (Poem Room) para el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque. Colaboró de forma continuada con los comisarios Yaby y actuó como dj en el Sónar 2023. Fue, además, residente de la fiesta queer Maricxs, y cofundadora junto a Vera Amores del colectivo CULPA, un espacio, en sus palabras, “creado para celebrar y reivindicar las existencias trans y no binarias en la noche”.

Aunque uno de los lenguajes que exploraba Perla Zúniga era la escritura, su idea de comunidad la alejaba de cualquier práctica solitaria. Igual que defendía la cultura para lidiar con la enfermedad, Perla esgrimía la amistad como fuente de creación artística. En un artículo póstumo publicado en la web Ctxt y titulado Imaginar hospitales, escribió: “Propongo un espacio similar a la capilla, pero laico, y me lo imagino adyacente al hospital, con forma de casa. Esta casita estaría conectada con el mundo de la cultura. Sería un lugar de intercambio centrado en el acompañamiento y la escucha activa”.

Conocí a Perla Zúniga porque era, desde el colegio, íntima amiga de mi hija. En una conversación entre ambas publicada también en Ctxt, la artista desgranaba su universo, siempre conectado con su fértil fantasía. Al preguntarle por las referencias a Campanilla en su obra, decía: “Mi abuelo siempre me ha llamado Peter Pan. Creo que rescato su figura para rendirle homenaje y reconciliarme con mi infancia. Hacer estos dibujos es mi forma de comunicarme con él, de despedirme, porque siento que no pude hacerlo bien, y él ha sido una figura masculina muy importante para mí. Siempre me esperaba con un cigarro en su Atos azul celeste y un chiste. Me llevaba a donde quisiera y nunca me cuestionaba por llevar falda. Mi humor y mi espíritu anárquico se los debo a él”.

Pocas semanas después de esta conversación, esta artista, dj y poeta fallecía en su casa familiar de un pueblo de la sierra madrileña, rodeada de su familia, sus amigas y su compañero, el poeta y editor argentino Mariano Blatt. Pidió que sus cenizas descansaran junto a las de su abuelo. La luz de Perla, su inteligencia, su humor, su entereza y clarividencia, marcaron sus días finales, en los que pudo comprobar el inmenso amor que en tan pocos años había generado a su alrededor, y despedirse de los suyos con la brisa de la sierra, el sol y las montañas. En sus redes sociales describió su paisaje final así, todo en minúsculas: “hoy me mudé al pueblo. las montañas son mi nuevo dios. alucino que todo lo que hacemos en nuestras vidas no sea por ellas. escucho pájaros al levantarme de la siesta. el vecino corta el césped. mariano me cocina. estoy enferma, pero hoy respiré. fui un rato feliz”.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_