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Christopher von Deylen, alias Schiller, el compositor alemán que ha llevado el romanticismo a la música electrónica

El artista, famoso por su proyecto Schiller, critica las tensiones que han surgido en la vida nocturna de Berlín a raíz de la guerra en Gaza

El músico Christopher von Deylen, conocido por su proyecto Schiller, durante una entrevista con EL PAÍS, en Berlín, el pasado mayo.
El músico Christopher von Deylen, conocido por su proyecto Schiller, durante una entrevista con EL PAÍS, en Berlín, el pasado mayo.Patricia Sevilla Ciordia

El músico alemán Christopher von Deylen es un defensor de los nuevos enfoques y de la idea de repensar la música electrónica. Tan pronto sale solo como acompañado de toda una orquesta sinfónica. Lleva media vida en los escenarios con su proyecto de música electrónica Schiller, fundado en 1998, en el que han colaborado grandes artistas de la talla de Mike Rutherford de Genesis, Mike Oldfield —con quien se sintió identificado por su rechazo a tocar en público como le sucedía a él al principio—, Colbie Caillet, Depeche Mode o Lang Lang.

Nacido en el pequeño pueblo de Visselhövede, al sur de Hamburgo, en 1970, von Deylen creció escuchando a músicos como Tangerine Dream, Kraftwerk o Jean Michel Jarre. Escuchó tecno por primera vez en 1989 y como muchos otros músicos decidió trasladarse a Berlín en el año 2000, donde vivió 14 años. “Berlín es Berlín. La cultura tecno berlinesa es completamente diferente”, reflexiona. “El techno tiene, básicamente, una actitud ante la vida, porque vas al club por la noche o a un festival y quieres olvidarte del mundo que te rodea, no quieres traer el mundo contigo”, indica el autor de grandes éxitos como Weltreise, Disco de Oro en 2002 y de Platino en 2020.

Para von Deylen la música es, ante todo, un lugar de abstracción en el que olvidarte del mundo y donde no importe la ideología o pensamientos de los que te rodean. Por eso no puede evitar mostrarse especialmente crítico con las tensiones que han surgido en la famosa vida nocturna de la ciudad a raíz de la guerra en Gaza: muchos prefieren guardar silencio y quienes lo rompen se enfrentan a ser tildados de pro israelíes y a que los Djs que pinchen allí sean acosados y censurados en otros clubes. Es el caso del club About:Blanck, que en abril organizó un acto sobre antisemitismo e Israel. Debido a su solidaridad con Israel, ha sido víctima de varios ataques y ha amanecido en muchas ocasiones con pintadas en su fachada y con excrementos.

El músico Christopher von Deylen posa para una entrevista con EL PAÍS en Berlín, el pasado mayo.
El músico Christopher von Deylen posa para una entrevista con EL PAÍS en Berlín, el pasado mayo. Patricia Sevilla Ciordia

“De hecho se puede ver en eso lo deshonesto que es. Cuanto más se exige tolerancia, más intolerantes son ellos mismos”, explica el artista de música electrónica sobre lo que está sucediendo en la capital alemana, aunque reconoce que ignora si se trata de algo minoritario de algunos clubs o si es algo más extendido ya que, debido a que se trata de un tema “complicado”, a menudo se informa sobre él, “lo que hace que parezca mucho más grande de lo que realmente es”.

Pero más allá de si se limita solo a un par de casos, para von Deylen es preocupante este tipo de noticias sobre la cultura tecno de Berlín, famosa por su ambiente inclusivo y tolerante, que llevó a la UNESCO a incluirla en la lista alemana de patrimonio cultural inmaterial. “Por un lado, por supuesto, me entristece mucho, pero tampoco me sorprende, por desgracia. La música, ya sea tecno, Rammstein o de cantautores, tiene que ver con el escapismo. Se trata de dejar atrás la vida cotidiana, la vida normal, durante un cierto periodo de tiempo”, señala. “Esto nos demuestra que si incluso algo tan sagrado como la música se ahoga en mensajes hasta qué punto la sociedad en general está actualmente amenazada por la polarización”.

Su música, como él mismo la describe, es una combinación de electrónica y un poco de dance de club, a veces con orquesta, a veces con voz, a veces muy rítmica, a veces muy tranquila. Viajar es su leitmotiv. Von Deylen ha actuado en medio mundo, pero siente una relación especial con Ucrania, donde ha dado varios conciertos en Kiev y donde cuenta con numerosos amigos.

Por eso, tras la invasión rusa, quiso mantener vivo su nexo. Un colectivo de artistas locales transformaron Empire of Light y Quiet Love de su doble álbum Illuminate en dos conmovedores vídeos musicales donde dos jóvenes bailarines encarnaran su moderna visión de Adán y Eva de un nuevo comienzo tras la destrucción del paraíso entre muros de hormigón y plantas selváticas en el primer vídeo y en un museo vacío en el segundo. “Allí hay guerra, pero la vida sigue. A menudo se olvida eso”, explica sobre un país en el que dio dos conciertos en Lviv y en Kyiv a mediados de junio. “Creo que es importante darse cuenta de que aunque la gente viva en un país en guerra, sigue teniendo derecho al arte y que el arte es importante. La música es importante, la danza es importante y el arte en general es importante”.

Su carrera también le ha llevado a otros países como Irán, donde en 2019 dio varios conciertos en Teherán ante un número asombroso de fans, siendo el primer artista occidental en hacerlo tras la revolución de 1979, algo que ignoraba hasta que llegó allí. Recuerda que entonces había “un poco de esperanza para los iraníes”, que ha desaparecido ahora por completo, lamenta. Entre sus recuerdos destaca cómo los asistentes a sus conciertos no tenían permitido bailar, pero aún así lo hacían en sus asientos hasta que la policía de la moral acudía a llamarles la atención, pero volvían a bailar poco después.

Ucrania, Irán, un viaje de Londres a Pekín que le inspiró a escribir Weltreise, su primer álbum que alcanzó el número uno, en 2001. O nueve años más tarde, cuando se enroló en el buque científico Polarstern y pasó un mes en el Ártico como ayudante de investigación. Esa experiencia dio como fruto su álbum Atemlos, inspirado por el poder de la naturaleza. “No oscurecía nunca”, rememora el maestro de las teclas y el sintetizador. “En el exterior, se perdía completamente la noción del tiempo y no se veía tierra durante más de un mes, se sentía un poco como estar en el espacio exterior”.

Al final todo gira en torno a poner música a un viaje, “de modo que prácticamente puedas recrearlo”, explica. “Se trata de recopilar impresiones, de coleccionar encuentros, algunos de los cuales solo se manifiestan en música años más tarde”. Para ello no hace falta ir muy lejos ni recorrer el mundo entero. “Basta con conducir unos kilómetros hasta un lugar en el que nunca hayas estado”, dice. “Viajar es muy importante para mí porque significa que salgo de mi zona de confort”. Un reflejo de esa pasión es el título elegido para su próxima gira, Wanderlust. Llevará a sus fans de viaje por sus singulares paisajes sonoros en más de 25 ciudades en otoño. En su equipaje lleva en esta ocasión una selección de canciones de 25 años de historia musical personal.

Pero más allá de sus viajes, también los cuadros le sirven de inspiración. “Son los que desencadenan una historia en mí que luego convierto en música si tengo suerte”. Su primer sencillo titulado Das Glockenspiel (carillón) de su álbum debut Zeitgeist (1999) se inspira en el poema La canción de la campana de Friedrich Schiller, escritor que dio también el nombre al proyecto musical. Los cuadros de Casper David Friedrich —el pintor romántico alemán por excelencia, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 250 años— le evocaron un álbum entero, Epic (2021). “Soy un gran fan del romanticismo. Me encantan las imágenes románticas. Soy un gran admirador de Caspar David Friedrich, siempre lo he sido”, afirma sobre el romanticismo, que reconoce que es “algo muy alemán” y que de alguna manera “lo hemos perdido con los años”.

“El mundo se ha vuelto tan racional ahora que hay poco espacio para el romance. Hay poco espacio para soñar porque el mundo es muy complejo, aunque siempre lo ha sido. Solo que ahora puedes leer sobre lo complejo que es las veinticuatro horas del día”, comenta, al mismo tiempo que recomienda soñar despierto. “En otras palabras, no hacer nada, no tener ningún plan y simplemente dejar volar la mente durante unas horas o incluso unos días. Cada vez nos asusta más dejar volar nuestros pensamientos”, reflexiona. “Se ha perdido un poco la ensoñación y las ganas de reconocer los aspectos románticos y bellos de la vida. Y por eso intento hacer música que transporte a la gente a un mundo de fantasía, a un mundo de ensueño, a un mundo romántico”.

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